"Valcárcel acabará siendo un hotel"

Rafael Moneo, que participó en la redacción del proyecto, asegura que Zaragoza Urbana terminará por construir el equipamiento "si acepta las condiciones que Cádiz exige"

José Antonio Hidalgo/ Cádiz

03 de junio 2012 - 01:00

Busca la frase adecuada porque no quiere parecer "populista", pero no logra evitar encendidos elogios a la estampa urbana que ofrece el casco histórico de Cádiz. Lo repite en varios momentos de la entrevista e incluso cuando ésta ha concluido abre un paréntesis en la despedida para incidir de nuevo en la necesidad de preservar este tesoro que tenemos los gaditanos, casi sin darnos cuenta, reclamando prudencia en su desarrollo turístico, que para él debería de limitarse a la zona de extramuros.

La cita es en la hemeroteca de Diario de Cádiz. Se admira por los 145 años (celebramos cumpleaños en apenas unos días) de vida del periódico y así lo refleja en la dedicatoria que deja en el libro de firmas. Tanto en ese momento como en el resto de la entrevista destaca su extraordinaria sencillez, él que acaba de ser premiado con el Príncipe de Asturias y ganó en su día el Pritzker de Arquitectura (el Nobel para los arquitectos).

Hablamos con Rafael Moneo (Tudela, 1937), uno de los grandes arquitectos españoles con mayor proyección internacional. Visita Cádiz para participar en el Ciclo de Ultramar, organizado por el Colegio de Arquitectos de Cádiz y el Consorcio del Bicentenario. Antes de acudir a la sede de Diario de Cádiz ha dado una vuelta por San Fernando, y antes lo hizo por la capital acompañado por Tomás Carranza y Francisco Javier Montero, los arquitectos gaditanos socios en su proyecto del hotel en Valcárcel.

Habla con estusiasmo de Cádiz, que ha visitado en una decena de ocasiones y con la que mantiene lazos familiares pues su mujer es Belén Feduchy, un apellido de origen genovés y gaditano. "Quien quiera que venga a Cádiz ve la relación entre la geografía y la ciudad. A un arquitecto le sorprende que con todos los avatares de la historia vividos sea una ciudad tan concentrada en el siglo XVIII y que apenas ha sufrido distorsiones por culpa de su crecimiento, protegida por su geografía. Cierto es que luego se recicló en el siglo XIX, pero manteniendo aún así intacta la condición de ciudad del XVIII, y ello es estupendo al hacer del mar y el comercio marítimo su existencia".

Preservar esta peculiar característica, casi única en buena parte de los cascos históricos de las capitales españolas, es esencial para Moneo, que menciona dos acciones a mantener para lograr este objetivo. Una es que se mantenga la población. "Frente a lo que muchos de ustedes puedan pensar, es una ciudad muy viva y muy cuidada y es fundamental que no decaiga esta dinámica. El apoyo del arreglo de la viviendas es fundamental. Por ello considero que el futuro de Cádiz es bastante optimista siempre que persista el cuidado e interés que los propios gaditanos puedan sentir por su ciudad. Desde esta perspectiva, la ciudad está garantiza". Otra es la actuación en la trama urbana y en especial la incidencia que en ella pueda tener un turismo desaforado que, en todo caso, considera debería de centralizarse en extramuros. Reconoce que Cádiz no es una ciudad de grandes monumentos, pero que aún así la ciudad aporta un sentido muy especial, casi único. Por todo ello considera que se debe ser cuidadoso en las actuaciones urbanísticas en intramuros. A la vez que considera un error "abusar de la congelación en cualquier tipo de intervención", ve adecuado "utilizar el lenguaje del tiempo en el que se vive, siendo respetuoso con el entorno. Es necesaria una convivencia de lo nuevos y lo viejo, manteniendo siempre la vivacidad de la sociedad".

En esta actuación puntual sobre una trama tan bien cuidada se incluye el proyecto de la transformación del antiguo Valcárcel en un hotel de lujo. El proyecto, en manos de Zaragoza Urbana (empresa aragonesa estrechamente relacionada con Cádiz, donde posee el Hotel Playa) llegó a Rafael Moneo cuando éste ya trabajaba en el proyecto de 'Aragonia', un espectacular centro de ocio, comercio y turismo, de la propia Zaragoza Urbana levantado en el ámbito temporal de la Expo del Agua celebrada en la capital de Aragón en 2008.

"Felipe Sanz (consejero delegado de Zaragoza Urbana) me pidió si podía acompañar en las tareas del proyecto a Tomás Carranza y a Javier Montero. Mi labor ha sido conversar con ellos y ayudar en lo necesario". El problema es que cuando el plan del Valcárcel, que nació en 2003 y que acumuló los primeros años infinidad de trámites burocráticos y zancadillas políticas, alcanzó un nivel avanzado "Felipe Sanz se sintió en la necesidad de responder a una necesidad que se había planteado en Zaragoza de construir un hotel en la zona de la Exposición", recuerda el arquitecto. Un hotel que se levantó en un plazo de tiempo muy reducido "y que acabó distorsionando la gestión del proyecto de Aragonia y afectando al proyecto del Valcárcel", especialmente cuando en 2008 comienza la dura crisis.

Zaragoza Urbana abandonó el proyecto gaditano hace un año, aunque aún no ha podido cerrar su salida del mismo por una serie de diferencias con la Diputación Provincial, propietaria original del edificio. Esta circunstancia hace pensar a Moneo que aún cabe la posibilidad que esta firma recupere el plan del nuevo hotel. "Es un proyecto que antes o después se pondrá en marcha. Valcárcel acabará siendo un hotel y lo hará Zaragoza Urbana, que sigue siendo la propietaria del inmueble y que si acepta las condiciones que Cádiz exige podía seguir adelante. Entiendo que a principios del siglo XXI y en una ciudad como Cádiz, que quiere hacerse visible a los demás, un hotel que ayuda a mantener ese carácter del siglo XVIII debe ser el uso más que deseable".

¿Y siente frustración cuando no sale adelante un proyecto en el que ha estado trabajando varios años? "En nuestra profesión hay que estar habituado a que esto pase. En mi caso algunos trabajos, no muchos, se han descarriado. La misma reforma de la esquina de (la sede) del Banco de España (en Madrid) se proyectó en 1978 y se ha terminado sobre el 2004. Los arquitectos tienen que estar preparados para que un trabajo al que se han entregado en cuerpo y alma no se haga. Y no por eso tienen que rasgarse las vestiduras.

Entre los proyectos que sí llegaron a buen término y que tienen la firma de Rafael Moneo se encuentra la reforma de la estación de Atocha de Madrid, cuya vieja terminal se transformó en un espectacular y frondoso jardín que debía acoger tiendas y locales de hostelería. Le mencionamos que en Cádiz en proyecto de recuperación de la terminal ferroviaria de 1905 va, salvando las distancias, en esa línea, aunque afectada por el recorte presupuestario y, sobre todo por el mantenimiento de un edificio, el de la Aduana, que oculta la centenaria fachada de la estación. Es claro al responder a la pregunta sobre qué opina de este inmueble: "Nunca me he sentido demasiado atraído por el mismo", responde rápido el premio Príncipe de Asturias.

Si a lo largo de la conversación Moneo no ha restado elogios al casco histórico gaditano, no duda en lamentar "el desarrollo urbanístico de Puerta Tierra y, sobre todo, en la radical ruptura que hay entre intramuros y extramuros". Plantea así la necesidad de buscar cambios en el acceso a la ciudad para que sea menos brusco el tránsito a dos estilos tan diferentes de entender una ciudad.

Y es que para Rafael Moneo el elemento urbano es fundamental en su obra. El propio jurado del Príncipe de Asturias destacaba que era un arquitecto que "enriquece los espacios urbanos". ¿Es usted un arquitecto de ciudades?, le preguntamos.

"Para mí, en la mayor parte de las ocasiones la arquitectura tiene que contar con los ciudadanos a la hora de desarrollar su trabajo, por eso me gusta trabajar en el marco de las ciudades". Resalta que el proyecto debe ir siempre más allá del propio ámbito de actuación, una parcela, un edificio, y concentrarse también en la mejora de los espacios de su entorno. El proyecto del hotel en Valcárcel seguía, como no podía ser otra forma, esta línea de pensamiento pues el mismo incluía edificios anexos abiertos a las calles del vecino barrio de La Viña, con tiendas, oficinas, locales de hostelería, que debían de ayudar a mejorar la situación socioeconómica de esta zona de la ciudad. Lo mismo pasó, relata, con la ampliación del Museo del Prado conectándolo con el viejo claustro de los Jerónimos, que permitió una mejora en la integración urbanística de la ladera donde en su día se levantó la primera pinacoteca española.

Cerramos la conversación alejándonos de la realidad del urbanismo gaditano y mirando el que ha sido sin duda su proyecto más peculiar: la catedral de Los Ángeles (1996-2002). ¿Qué siente un arquitecto cuando, en pleno siglo XX, le encargan la construcción de una catedral? "Es el trabajo más duro con el que me he encontrado. En la Edad Media la construcción de una catedral era la materialización de la visión del mundo que se tenía. Poner en manos de los individuos la experiencia de lo sagrado intimida a un arquitecto. Planteé primero una propuesta de un templo bien encajado en el término urbano, y después hice referencias a aquellos momentos arquitectónicos que han sido vehículo para hacernos entender lo que hay detrás de los sagrado, como la arquitectura bizantina o la barroca".

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