El Cerro del Moro afronta la última fase de la reforma iniciada en 1994

La vivienda en Cádiz

La Junta de Andalucía da los primeros pasos del nuevo edificio

La intención es seguir construyendo en los solares que queden libres

Trabajo de derribon en el Cerro del Moro / D.C.

La conclusión de la rehabilitación integral del Cerro del Moro es un camino lleno de piedras. Iniciada en 1994 con un calendario de una década de trabajos, la operación sigue sin cerrarse aún con la perspectiva de terminar al filo de cumplir las tres décadas del inicio del plan.

El último contratiempo lo sufrimos todos: la pandemia provocada por el coronavirus. También ha tocado de lleno a las obras que habían vuelto al barrio tras varios años de parón.

A principios de marzo se habían iniciado las obras de demolición de la finca de la calle Sor Cristina López García. Junta y Ayuntamiento trabajaron en común para agilizar los trámites, declarando la finca en ruina tras una larga negociación con los últimos residentes.

La empresa Mercal Digges D.L. estaba encargada del derribo con un coste de 210.000 euros y un plazo de ejecución de un mes. Ya estaba todo casi listo cuando la declaración del estado de alarma por la pandemia de coronavirus paralizó la operación.

Pendiente de que la tragedia en la que está inmersa la sociedad pase, desde la asociación de vecinos Claridad de Cerro del Moro, su presidenta, Candy Grimaldi, ve el futuro para el barrio con mucha esperanza, en lo que se refiere a la culminación de su remodelación."

"Existe una buena colaboración con la administración, y así va a seguir siendo en los pasos que nos quedan por dar", afirma Grimaldi.

Una vez que se puedan reanudar las obras y culminar la operación de derribo y limpieza del solar de la calle Batalla del Callao, la Junta de Andalucía tendrá que adjudicar la construcción del inmueble, que contará con cerca de setenta nuevas viviendas.

Aunque queda la incógnita de cuáles serán las prioridades inversoras de la administración regional, una vez se venza a la pandemia, se confía en que la vivienda, tan importante en esta ciudad y especialmente en este barrio, forme parte de estas actuaciones y no se vea afectada con recortes presupuestarios.

A partir de ahí, la asociación de vecinos va a seguir luchando para que se mantenga la reforma integral del barrio.

Cuando esté construido el nuevo bloque de pisos, quedarán libres las viejas promociones de la calle Batalla del Callao, que se cerrarán para su demolición.

Ahí quedará vacante un amplio terreno que, como ya se indicó desde la Junta de Andalucía en la anterior etapa de gobierno del PSOE, se destinará a la construcción de más viviendas, aunque ya fuera del plan iniciado en 1994.

En su momento se habló también de la construcción de equipamientos sociales para el barrio y las inmediaciones así como habilitar espacios libres para los vecinos, aprovechando la amplitud de los terrenos que quedarán pendientes de urbanizar.

No se prevé por el momento, según destaca Candy Grimaldi, la construcción de un nuevo edificio para la iglesia del barrio.

La parroquia ocupa los bajos del primer edificio que se levantó en el inicio del proceso de rehabilitación, donde se habilitaron otros servicios para el barrio. El templo mantiene una política activa de ayuda a las familias más necesitadas del barrio.

Frente a todo ello, ciertamente compromisos que aún tardarán en cumplirse, el Cerro del Moro, al igual que pasa con los vecinos barrios de Loreto y Puntales, sigue a la espera de saber qué se va a hacer con el inmenso solar de la antigua Construcciones Aeronáuticas.

El primitivo proyecto del Hospital Regional, planteado por la Junta hace quince años, iba a ser uno de los motores del crecimiento económico de los tres barrios, que se encuentran entre los más necesitados de inversiones en la ciudad. La indefinición de la Junta sigue preocupando, e indignando, a todos los vecinos de la zona.

Una operación urbanística y social que fue ejemplo en Andalucía

En 1992 el Ayuntamiento y la Asociación de Vecinos del Cerro del Moro se sentaron para hablar sobre el futuro del que sin duda era el barrio más degradado de la ciudad.

Cientos de familias viviendo en casas que en su día se construyeron con carácter provisional, sin servicios públicos, casi sin tiendas, con una alta densidad de inseguridad ciudadana.

Entonces se proyectó un plan muy ambicioso: derribar todas las casas y construir nuevos bloques de pisos, con 489 nuevas casas. Todo ello unido a un ambicioso plan de integración social en la que la Asociación de Vecinos, presidida entonces Enrique Blanco, nombre esencial en este proceso, recientemente fallecido.

El Ayuntamiento socialista de Carlos Díaz inició las obras con agilidad. Ya con el gobierno de la popular Teófila Martínez, la Junta asumió el desarrollo del plan que, tras darle buena continuidad comenzó a ralentizarse en su ejecución.

A partir de ese momento la previsión de ejecutar todo en diez años quedó en un sueño. Cuando se termine la última fase se habrán cumplido treinta años desde que vecinos y políticos acordaron una operación urbanística y social de tal calado que fue ejemplo para actuaciones similares en toda Andalucía.

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