Zarzuelas del gaditano Jerónimo Jiménez
Historias de Cádiz
Obras como La boda de Luis Alonso, Trafalgar o El Ventorrillo del Chato están inspiradas en Cádiz l Estreno de la marcha de Los Voluntarios en la plaza de San Juan de Dios
En 1934 el Ayuntamiento de Cádiz acordó dar el nombre de Manuel de Falla a una de las principales plazas de nuestra ciudad. El ilustre compositor, con su natural modestia, dirigió una carta al entonces alcalde, Manuel de la Pinta, agradeciendo el honor, pero recordando lo mismo que había afirmado cuando se puso su nombre al Gran Teatro de la plaza de Fragela, que el más destacado músico gaditano no era él sino Jerónimo Jiménez, del que nadie se acordaba.
Pero Manuel de la Pinta, como anteriormente le había ocurrido a Agustín Blázquez o a Ramón de Carranza, cuando fue a dedicar un recuerdo a Jiménez, el mejor compositor de zarzuelas, recordó que éste no había nacido en Cádiz, sino en Sevilla, y decidió dejar el homenaje para otra ocasión.
Jerónimo Jiménez, hijo y nieto de gaditanos, había nacido en efecto en Sevilla en 1852 ya que su madre se encontraba accidentalmente en esa ciudad andaluza. Pero Jiménez siempre se consideró gaditano y aquí comenzó su carrera ayudado por el aficionado y mecenas musical Salvador Viniegra. El compositor gaditano fue un auténtico niño prodigio y con 12 años intervino como primer violín de la prestigiosa orquesta del Teatro Principal de la calle Novena.
Con apenas 17 años fue enviado a Gibraltar para dirigir una orquesta formada por destacados profesores británicos. Los músicos protestaron al verse dirigidos por un niño. Pero Jiménez cerró las partituras y comenzó a dirigir de memoria asombrando a todos. Noblemente, los profesores británicos enviaron una carta de felicitación al Conservatorio de Cádiz elogiando las aptitudes del joven gaditano, al que ya consideraban un verdadero maestro. En Cádiz, Jiménez fue, con muy pocos años, director de la orquesta de la Sociedad de Conciertos y de la muy acreditada del teatro Principal. Fue también profesor de un niño que destacaba sobre todos sus compañeros, Manuel de Falla.
Becado por la Diputación y ayudado por varios paisanos, Jerónimo Jiménez marchó a Francia para completar su formación en el Conservatorio de París. Curiosamente, en los exámenes finales el músico gaditano quedó en primer lugar superando al que después sería famoso compositor Debussy.
De regreso a España, Jiménez fijaría su residencia en Madrid llegando a ser director de las orquestas del Teatro Apolo, de la Sinfónica de Madrid y del Teatro Real. El compositor enfocó su carrera musical a la creación de infinidad de zarzuelas, el género entonces de moda en toda España. Es autor de destacadas obras como Trafalgar, El baile de Luis Alonso, El ventorrillo del Chato, La tempranica o La Torre del Oro. Muchas de estas obras están inspiradas en temas gaditanos y fueron realizadas en colaboración con el escritor, también gaditano, Javier de Burgos.
Jiménez, a pesar de su residencia en Madrid, continuó su relación con Cádiz, donde pasaba grandes temporadas y era muy estimado. Socio de número del Casino Gaditano, a esta sociedad dedicó su obra más importante y tal vez la más popular de las zarzuelas españolas, La boda de Luis Alonso.
Todas las obras del compositor gaditano, una vez estrenadas en Madrid, eran representadas de inmediato en nuestra ciudad, ya que el propio Jiménez se encargaba de traer las partituras y organizar la representación en algunos de nuestros teatros, normalmente el Principal.
Uno de sus grandes éxitos fue La marcha de los voluntarios catalanes, en la que reflejaba el alegre ambiente de los soldados de Cataluña al ir a defender a España a tierras africanas. El pegadizo y alegre tema principal de esta obra es utilizado desde entonces en los desfiles militares. Tras su representación en Madrid esta marcha fue estrenada por la banda del Regimiento de Pavía, con arreglos del maestro López Juarranz, el 28 de enero de 1894 en la plaza de San Juan de Dios y ante la presencia del propio Jiménez y sus amigos de Cádiz.
Jiménez murió en 1923 en Madrid, lamentablemente olvidado por todos.
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