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El polígono exterior de la Zona Franca es un espacio del que hay muchos más dichos que hechos. A pesar de que un gran porcentaje de las actuaciones que se tenían que llevar a cabo en el actual Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) se concentraban en este espacio, la situación sigue siendo prácticamente la misma que había hace una década.
En todo este tiempo sí se hizo un trabajo entre bastidores donde, entre otras cosas, se pudo concluir que había una disgregación enorme en la propiedad de las distintas unidades de ejecución y que poner en marcha cada una de ellas iba a ser una tarea muy complicada.
En el polígono exterior queda como hito la rueda de prensa que dio en la campaña de las elecciones municipales de 2011 la entonces alcaldesa Teófila Martínez, con Cristóbal Montoro, que meses después llegaría al Gobierno central como ministro de Hacienda. En ese momento se hablaron de números muy gruesos, la promesa de unas ayudas económicas por parte del Gobierno central y una transformación que podría producir la creación de 5.000 puestos de trabajo.
Sin embargo, la realidad pura y dura actual es la de un polígono industrial decadente que podría servir de escenario para la serie Cuéntame, anclado en unos tiempos de mediados del siglo pasado con unas naves enormes para albergar empresas de la industria auxiliar naval.
Para tratar de agilizar e ir haciendo ese trabajo de diagnóstico del que antes hemos hablado, el Ayuntamiento de Cádiz y la Zona Franca montaron lo que se llamó como Oficina de Inversiones a la que se le dio el nombre de Opex. Durante años estuvieron haciendo ese estudio de las propiedades y, en algunos casos, se produjeron traslados de algunas empresas a naves como las que se encuentran en los bajos del edificio Europa.
El problema es que el Plan General se hizo en unos parámetros de entorno económico muy distinto al que se ha vivido posteriormente. Esta es una macro operación urbanística en la que lo público puede servir de espoleta pero en la que lo privado también tiene que poner lo suyo.
La Zona Franca lo que ha hecho en los últimos años es tratar de actuar en aquella unidad de ejecución donde tenía gran parte de la propiedad y eso sólo ocurría en los antiguos terrenos de Ibérica de Aga. De este modo, poco a poco se está empezando a ver crecer un proyecto que puede ser impactante tanto por el continente con edificios con contenedores reciclados, como por el contenido, con empresas innovadoras vinculadas a la economía azul. Ese puede ser el rayo que arroje un poco de luz a esa zona decadente.
Pero a la vista de que hay mucho por hacer y que el modelo que se pensó hace década y media necesita un nuevo enfoque, el actual delegado del Estado en la Zona Franca, Fran González, ha impulsado un debate, una reflexión, una repensada sobre lo que deben ser estos miles de metros cuadrados que sirven en muchos casos como primera toma de contacto en la ciudad y para otros muchos, de despedida.
De este modo, en el propio edificio Europa en la planta que ahora sirve como cuartel general para Incubazul mientras que no se termina el proyecto de nueva planta, estuvieron diversos representantes de distintos sectores dando su punto de vista sobre lo que se puede hacer ahí y también se trajeron experiencias que habían dado buen resultado en otros sitios. Entre todas ellas, la más paradigmática era la de Bilbao, una ciudad que ha vivido una transformación absoluta.
Para ello no sólo es importante, como se dijo aquel día, la colaboración público-privada, sino también la público-público, es decir, la que se produce entre las instituciones.
Pero la Zona Franca va más allá que repensar el polígono exterior y ya ha puesto un proyecto encima de la mesa. Así, el delegado ha propuesto a través de la institución que representa que en Navalipspuedan ir medio millar de viviendas, unas de renta libre y otras sociales, que puede ser la operación urbanística en este ámbito más importante desde que se hiciera el nuevo barrio de Astilleros.
Esta propuesta ha sido bien recibida por otras instituciones y por partidos políticos de un color distinto al PSOE del propio Fran González. Este puede ser el ejemplo perfecto para demostrar de una manera clara que el bien público se pone por encima del partidista.
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