El abandono de fincas en Cádiz pone en riesgo el futuro de comercios históricos

El sector choca con la jubilación de los veteranos del sector y las complicadas relaciones con los propietarios de los edificios donde se ubican los locales

En los años 90 hubo un intento fallido por preservar el diseño de las antiguas tiendas

Cádiz apenas tiene ya comercios centenarios

La finca en mal estado de la plaza de la Catedral. Se ven los arcos originales del ultramarinos de 1914.
La finca en mal estado de la plaza de la Catedral. Se ven los arcos originales del ultramarinos de 1914. / D.C.

La imagen de una ciudad en perfecto estado de revista no se limita a la limpieza de sus calles y plazas, a la atención de las zonas verdes, al cuidado de sus monumentos y de su patrimonio histórico. La imagen de una ciudad también se refleja por la atención prestada a sus edificios y a las fachadas de sus comercios, especialmente aquellos con años de vida y de relación con sus vecinos.

Un recorrido por las guías de Cádiz de finales del XIX y principios del XX, nos traslada a una ciudad con una oferta comercial variada y potente. Desde el más humilde colmado a la más refinada tienda de textiles, desde la pastelería con los escaparates más atrayentes a una diversidad de librerías que hoy envidiamos.

Esta riqueza del comercio, referente de Cádiz, se fue perdiendo a medida que avanzaba el siglo XX. Hoy, cierto, nuestras calles siguen llenas de tiendas, pero se cuentan con los dedos de las manos aquellas que han aguantado el paso del tiempo, y con la tercera o cuarta generación al frente de ellas.

La crisis industrial de los años 70 repetida en otros sectores casi hasta hace dos días, la pérdida de población iniciada dos décadas después, la jubilación de los viejos comerciantes y la ausencia de un relevo generacional, el coste de los alquileres, la competencia dura de las grandes superficies comerciales... no han ayudado a mantener este patrimonio comercial tan relevante. Y que aquí o en cualquier población, forman parte del paisaje urbano.

Un cambio de diseño

El adiós de estos pequeños y medianos empresarios ha ido unido al cambio físico de sus tiendas. La 'modernidad' en el diseño, se ha llevado por delante verdaderas joyas de la arquitectura comercial, especialmente en las décadas de los 60 y 70 del pasado siglo. Se ha llegado al final a una uniformidad en las calles céntricas, con el mismo modelo tanto en Cádiz como en el resto de las capitales del país.

En los años 90, en la última etapa de gobierno del socialista Carlos Díaz, el grupo de IU comandando por Fernando Santiago propuso la elaboración del catálogo sobre el comercio histórico de Cádiz a cargo del arquitecto Julio Malo de Molina, experto en la historia del urbanismo en Cádiz. El plan se aprobó por el pleno, pero no sirviñoi para nada. La intención de Santiago era proteger para las generaciones venideras desde fachadas a establecimientos completos, pasando por mostradores o estanterías singulares, que en aquellos años estaban desapareciendo.

Años más tarde Julio Malo de Molina mencionaba que en este catálogo estaba formado por un cententar de locales con valor histórico, incluyendo nombres que iban desde Casa Manteca, en el Corralón, a Moral, en la calle San Francisco, pasando por las zapaterías Faly, la heladería Los Italianos, en la calle Ancha, o la taberna La Manzanilla, en Feduchy. Al no entrar en vigor la defensa de este patrimonio, fueron cayendo con el tiempo otros nombre de referencia. Solo actuaciones ciudadanas impidieron la pérdida del diseño original de la Relojería Alemana, en Columela, mientras que la propiedad sí supo mantener otras fachadas de referencia como las de Moral en Columela. Por el contrario, han ido perdiéndose la mayoría de los elementos arquitectónicos de las farmacias del casco antiguo, que en algunos casos son los locales más antiguos de la ciudad aún en funcionamiento.

El estado de las fincas no ayuda

Pero la pérdida de este patrimonio arquitectónico y artístico no se circunscribe a la transformación del negocio tras el cambio de propietario o la reforma emprendida por sus dueños a modo de una erronea modernización. El estado de las fincas donde se ubican estas tiendas, y el mantenimiento de sus fachadas por parte de la propiedad, también tocan de lleno a la imagen de estos establecimientos, especialmente cuando quienes están al frente de los mismos nada tienen que ver con la propiedad de los inmuebles.

Es cierto que la mejora de la trama urbana en el casco antiguo, desde el Plan de Rehabilitación de 1999, ha permitido recuperar a cientos de edificios. Pero por esa misma razón, sobresalen más las fincas mal atendidas, u olvidadas, por sus propietarios que, en muchos casos, son inversores residentes en otros puntos del país con la idea de especular con estas casas una vez liberadas de inquilinos y antiguos comercios. Y si esta situación se da en calles o plazas céntricas, el daño visual es aún mayor.

Un claro ejemplo ocurre en la plaza de la Catedral, uno de los epicentros del turismo en Cádiz pues cada año visitan el primer templo de la diócesis más de 300.000 personas. La precariedad de la finca número 8 de este recinto, en la que hasta hace pocos años aún se podían ver las grietas producidas por la explosión de 1947, toca ya de lleno a los locales comerciales ubicados en sus bajos. Y entre ellos, Casa Hidalgo, un establecimiento que nació hace ahora 110 años como un ultramarinos (lo que le convierte en una de las tiendas más antiguas de la ciudad), y que hace medio siglo se transformó en la actual pastelería. Entonces se modificó la portada con un desafortunado diseño propio de la época, aunque bajo los azulejos permaneció la piedra ostionera y los arcos originales del local centenario.

Hoy, el conjunto aguanta como puede ante la falta de mantenimiento. No ha valido aquí el interés del empresario por comprar el local. La propiedad de la finca se niega, aunque el conjunto vaya degradándose poco a poco, a vista de los miles de paseantes de la zona. Una plaza, además, con un alto valor inmobiliario.

Como este caso, aún se repiten situaciones similares en otros puntos de la ciudad, en lo que supone un ataque directo al patrimonio histórico y comercial de Cádiz. Cabe aquí recuperar el proyecto de los años 90, con un catálogo de comercios a proteger. Si ya el área de Urbanismo tiene la potestad, y la obligación, de exigir el buen estado de las propiedades privadas y públicas de la ciudad, una norma de este tipo reforzaría la apuesta que debería de tener la capital por su historia, su comercio tradicional y su patrimonio.

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