La agridulce despedida del restaurante chino Buda Feliz
Tras 33 años en Cádiz, Eva y su familia han podido sentir el cariño de los gaditanos en su adiós, mientras buscan un nuevo local en el casco antiguo
Cierra el restaurante chino Buda Feliz de la plaza de San Juan de Dios de Cádiz

Todo el mundo quería decirles adiós. Demostrarles su cariño y respeto tras 33 años en la ciudad. Por eso, las colas se multiplicaron el pasado fin de semana a las puertas del restaurante chino Buda Feliz de la plaza de San Juan de Dios de Cádiz. Era el momento de hacerles ver a Eva, Juan, Ana y Carlos que ellos ya son parte de la historia de esta ciudad y que su marcha, inesperada, ha sido un golpe para muchos gaditanos.
El lunes, el día después de la semana en que anunciaron el cierre, se sientan a la mesa Eva y su hijo Carlos para contarnos cómo se han sentido con esta despedida. "Esta semana ha sido de escándalo, demasiado. Queremos dar las gracias a la gente de Cádiz por la aceptación y el cariño que nos tienen. Ha venido muchísima, muchísima, muchísima gente a vernos. Mi madre está muy agradecida y contenta", explica Carlos.
Eva se emociona e incluso deja caer alguna lágrima, que no puede retener, al recordar lo vivido. "No me esperaba la respuesta de la gente, ha sido increíble de verdad. Me han pedido que monte un restaurante donde sea, que ellos me van a seguir a donde vaya. Incluso me han escrito una libreta con dedicatorias muy bonitas. Estos 33 años han merecido la pena", confiesa la propietaria del Buda Feliz.
El fin de semana olía a despedida, a un adiós que esperan que se convierta en un hasta luego, y ese sentimiento de nostalgia, de que se escapa parte de nuestra vida, se dejaba notar en el ambiente. "Las colas eran larguísimas, había gente a rebosar pero nadie se ha quejado por nada. Al revés. Si salía la comida un poco más tarde que de costumbre no nos decían nada. Ha habido gente que ha compartido mesa sin conocerse para poder estar aquí. No venían solo a comer, venían a despedirse de nosotros. Querían ver a mi madre, hacerse fotos con ella y darnos las gracias. Ha sido increíble. Estamos muy agradecidos con nuestros clientes y nos sentimos muy queridos. Sé que donde vayamos, irán ellos", señala Carlos.
La historia de amor de los gaditanos con Eva y su familia se remonta al 24 de noviembre de 1992, fecha en la que abrió por primera vez sus puertas el Buda Feliz. De familia hostelera, Eva llegó a España para estar con su marido, que trabajaba en Huelva. El hermano de Juan residía en Cádiz, entonces decidieron mudarse a la Tacita de Plata para emprender su negocio. "Nos gustó mucho la ciudad nada más llegar, de verdad, fue impresionante. Todo fue bien desde el principio y nos quedamos. Buscamos un local para montar el restaurante y nos fue genial, a la gente le gustaba mucho la comida y cuando pusimos el servicio a domicilio el negoció aumentó", afirma Eva. Ahora son propietarios también de Maison Dorée, un local de copas en la plaza de San Juan de Dios.
Poco a poco, más familia empezó a llegar desde China y a trabajar en el restaurante, aunque también fueron montando sus propios comercios en la ciudad. "Nos costó un poquito aprender el idioma, sobre todo los verbos. Yo lo hablo a mi manera y pienso: a ver si me entienden ya, jajajajaja. Pero la gente siempre ha sido muy simpática y me ha ayudado mucho", subraya Eva.
Los recuerdos de Carlos y sus hermanos han crecido en torno al restaurante, donde pasaban buena parte del día. "Somos cinco en la familia y todos hemos ayudado o trabajado en algún momento. Me acuerdo de chiquitito que cuando salíamos del colegio nos sentábamos en la mesa del fondo mis dos hermanos y yo y mirábamos como trabajaban nuestros padres. Recuerdo a un cliente antiguo, que era médico y, como mis padres apenas podían estar con nosotros, nos llevaba a la playa, al cine... Teníamos un relación muy familiar con los clientes, nos querían mucho. Los vecinos de arriba nos regalaban cosas por Reyes, que no era nuestra costumbre... Ha sido muy bonito", asegura Carlos.
Para ellos, mantener sus raíces ha sido fundamental y por eso tanto él como su hermano pequeño estuvieron cuatro años en China estudiando cuando eran niños. "Yo hablo chino y lo escribo, me defiendo, y mi hermano chico estudia y trabaja en Madrid para una empresa china. Va a ser difícil seguir con el negocio familiar en el futuro", cuenta Carlos.Y es que este joven empresario añade que el restaurante chino clásico apenas se ha modernizado y el trabajo recae en la familia, algo que las nuevas generaciones no están muy dispuestas a aceptar.
"Va a ser un negocio que poco a poco lo van a eliminar. Un restaurante chino es muy sacrificado. Mi madre lleva 33 años al pie del cañón sin descansar ni un día. Dependemos mucho de la persona que está en la cocina y ahora los mismos chinos que contratamos nos dicen que no les gusta trabajar en un restaurante, que son muchas horas. Tirar de nuestra familia es también muy complicado ya. A mi hermana no le gusta la hostelería, mi hermano se ha ido y yo soy, entre comillas, un poquito vago y tampoco me gusta la cocina. Al único que le gusta la cocina es a mi padre. Si uno o dos de los cuatro que están en la cocina, falla, el negocio no funciona. Siempre está uno con ese miedo y la incertidumbre de que no pase nada malo. Es un sinvivir", sostiene Carlos. Dice que también han intentado formar a profesionales españoles para adaptarse, pero no han tenido éxito.
La clave de la cocina china está en la temperatura. "La temperatura es esencial en la cocina china. La gente cree que tenemos la comida hecha por lo rápido que sale, pero lo que no sabe es que tenemos fogones con dos ventiladores grandes abajo del todo, con una llama azul que hace que la temperatura que se alcance sea muy alta. Además salteamos muy rápido los alimentos y se hace todo al instante. Es un minuto o menos puedes sacar una ración de lo que sea", explica Carlos.
Ahora es el momento de alejarse de los fuegos para descansar y pensar en el futuro. Es lo que va a hacer Eva, que viajará a su país natal durante un mes "a coger fuerzas y volver con energías renovadas para seguir buscando local y, si no es posible, continuar con otra actividad. De momento quiero descansar y desconectar la mente", comenta la propietaria del Buda Feliz.
Las razones que han llevado al cierre
La búsqueda del nuevo local ya ha comenzado, aunque de momento no han encontrado nada. Quieren que sea de la misma dimensión que el que acaban de cerrar, en torno a los 280 metros cuadrados, aunque Eva admite que ya piensan en algo más pequeño antes las dificultades de hallarlo. Lo que tienen claro es que tiene que ser en el casco antiguo de Cádiz. Seguir donde han sido felices durante estos 33 años, aunque su despedida haya sido agridulce. "Hemos hecho todo lo posible por quedarnos en este local y no ha sido posible, estamos un poco decepcionados con los nuevos dueños del edificio", confiesa Carlos.
Y es que el objetivo de la familia ha sido siempre seguir en la misma ubicación, por ello no dudaron en comprar el local cuando se lo propusieron. "El antiguo dueño es un señor mayor que nos ha cuidado mucho en este tiempo. Nos ofreció comprar el edificio, pero nosotros somos una familia humilde que no tiene millones de euros en el banco. Un día vino y nos dijo que lo había vendido y que les había dicho a los nuevos propietarios que nos vendieran el local. Un representante de esta empresa se acercó y nos dio un precio que mis padres aceptaron. Esto fue la última semana de noviembre de 2024. A principios de diciembre vuelve y nos pone sobre la mesa un precio mayor y nuevas condiciones. Mis padres lo estudian, hablan con la familia y decidimos que sí, pero introduciendo nuestras condiciones. Todo el mundo estaba contento, mi madre iba a poder comprar el local después de 33 años, su propio restaurante en San Juan de Dios, que es lo que más quiere... Y antes de Navidad viene otra vez este señor y nos dice que a partir de ese momento hablemos con su abogado. No entendíamos nada. Cuando nos dirigimos al abogado, nos da un precio diferente y otras condiciones, así que ahí nos dimos cuenta de que no podíamos fiarnos de ellos", manifiesta Carlos.
"Yo entiendo que tú has comprado el edificio y quieres sacar beneficios, tienes todo el derecho del mundo a pedir lo que quieras por tu propiedad, pero que sepas que somos gente decente y no puedes jugar con nosotros. Al final querían quitarnos 90 metros cuadrados y la distribución cambiaba por completo, y aún así mi madre dijo que sí, que iba para adelante. Pero no respetaron las condiciones ni el precio, así que nos plantamos. No se iban a reír de nosotros", finaliza Carlos.
Ahora solo queda esperar que encuentren en el casco antiguo de la ciudad ese nuevo hogar que les permita seguir escribiendo su historia y la de los clientes y vecinos que, tras más de tres décadas, ya los consideran unos verdaderos gaditanos.
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