Alojamiento en las murallas de Cádiz
Historias de Cádiz
Muchos repatriados de Cuba no encontraron otro refugio que las naves de San Pedro, frente a la Aduana
Diariamente eran asistidos en el Hospicio y casas de beneficencia
Las murallas de Cádiz han acogido a lo largo de la historia infinidad de actividades. Además de las puramente defensivas, para lo que fueron levantadas, sus naves han servido para multitud de trabajos y ocupaciones, desde talleres a garajes pasando por almacenes o cuadras de caballos. Una de esas funciones, muy poco conocida, es la de haber servido de alojamiento de personas en casos de peligro o necesidad.
En una ocasión anterior, (27 junio 2021) hicimos referencia al refugio que encontraron en las murallas muchos gaditanos cuando en 1797 la flota inglesa de Jervis y Nelson bombardearon la ciudad. El 3 de julio de ese año comenzó el bombeo, como entonces de denominaba, y la Junta de Guerra decidió desalojar las naves de la muralla de San Carlos para que los vecinos que así lo deseaban pudieran sentirse seguros.
No disponemos de datos concretos del número de alojados en esa ocasión, si bien hay que resaltar que gran parte de la población huyó hacia las poblaciones más cercanas. Esta “evacuación” fue cantada por algunas coplillas satíricas que cita Augusto Conte en su descripción del ataque de Nelson a Cádiz.
“Ciudad sabia y siempre culta,
Cádiz eres un encanto
¿Quién creyera que podías
en menos de cinco días
haber evacuado tanto?”
Otro uso
La segunda ocasión en que las murallas sirvieron de refugio a los gaditanos ocurrió durante la guerra contra los Estados Unidos, en 1898.
La lectura de la prensa de aquella época nos muestra el estado de ignorancia en que se encontraba gran parte de la población. La inmensa mayoría de los españoles estaba convencida de que los yanquis eran unos bravucones altaneros y que tanto en Filipinas como en Cuba iban a recibir una derrota a manos las tropas españolas. En Cádiz, por ejemplo, hubo manifestaciones populares exigiendo un escarmiento a los yanquis y haciendo burlas con un retrato del presidente de los Estados Unidos, MacKinley.
La noticia de la derrota en Cavite llegó a Cádiz el 2 de mayo de 1898. La escuadra yanqui había vencido sin apenas combate a los decrépitos barcos del almiranteMontojo. En un momento, la euforia dio paso al temor de que las costas de la península pudieran ser atacadas por los barcos norteamericanos. Rápidamente fue derribado el viejo faro del castillo de San Sebastián, para que el enemigo no pudiera orientarse, y fueron reforzadas las baterías de costa.
Pero todavía la población confiaba en una victoria de los barcos de Cervera en su expedición a Cuba. El obispo de Cádiz, Vicente Calvo y Valero organizó una procesión con las imágenes de los patronos, San Servando y San Germán, en rogativa por la victoria de las armas españolas, El cortejo marchó desde la Catedral hasta Santo Domingo y ante la Virgen del Rosario hubo misa solemne ‘pro tempore belli’.
El 6 de julio publicaba Diario de Cádiz bajo el epígrafe ‘El sacrificio de la escuadra” las noticias de la derrota española en Cuba. En los días sucesivos publicaba nuestro periódico una escalofriante relación de hechos y las listas de los fallecidos en combate.
Poco después llegaron las noticias de que el comodoro Watson preparaba una formidable escuadra para bombardear las costas españolas. Cádiz vivió entonces días de verdadera angustia. El alcalde , Guerra JIménez, ordenó apagar el alumbrado nocturno para que los barcos yanquis no identificaran nuestras costas. El superior de los franciscanos ofreció el convento para dar albergue a todos los que quisieran y de nuevo las murallas fueron abiertas para que los gaditanos pudieran dormir a su amparo sin temor a los ataques de los yanquis.
Afortunadamente, en pocos días llegaron las noticias de que España y Estados Unidos habían comenzado negociaciones de paz y que la flota yanqui permanecía en sus costas.
Poco tiempo más tarde, de nuevo las naves de la muralla fueron abiertas para alojamiento de personas. En esta ocasión se trataba de los repatriados civiles de Cuba y Puerto Rico. Muchos españoles residentes en las Antillas decidieron regresar a la península cuando los Estados Unidos tomaron la administración de todos aquellos territorios. Algunos disponían de bienes y a su llegada a la península marcharon a sus pueblos de origen. Pero hubo otros que carecían completamente de dinero y que se encontraban desamparados a su llegada a Cádiz. También llegaron muchas personas de Cuba expulsados por indeseables por los norteamericanos.
Las autoridades de Cádiz, para todos estos desafortunados, habilitó las naves de la muralla conocidas como de San Pedro y situadas enfrente del palacio de la Aduana (actual Diputación). Allí permanecieron casi dos años en total desamparo.
Carecemos de datos concretos sobre el número de estos repatriados, pero Diario de Cádiz, al reflejar su situación, señalaba que “la situación de estos desamparados contrita el ánimo y mueven la piedad a todos los corazones".
Estos individuos, entre los que había miembros de familias numerosas, marchaban diariamente hacia el Hospicio y otros centros de beneficencia donde se les entregaba un plato de comida. También algunas familias piadosas de nuestra ciudad socorrían a estos desafortunados, que eran un ejemplo de la situación de total desamparo que quedaron los repatriados de Cuba de 1898 ante la absoluta l indiferencia del Gobierno de la nación.
A comienzos del año de 1900 muchos de estos individuos alojados en las murallas fueron enviados a las islas Canarias.
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