"He tenido altibajos, pero no me arrepiento de nada"
Ciudadanos de Cádiz
Juan José Jiménez Collar, 'Sandokán', uno de los protagonistas del mejor Cádiz Club de Fútbol de la historia que repasa su carrera en pleno retiro dorado
Juan José, uno de los mejores futbolistas que ha dado Cádiz. Jugó en todo un Real Madrid y fue internacional con España, lo que no le sirvió para llevar luego una vida desahogada. Él lo achaca a que entonces no se ganaba tanto dinero con el fútbol. Por eso tuvo que trabajar hasta repartiendo publicidad, lo que fue en su día noticia al tratarse de un ex futbolista de su categoría. Le da igual. Las leyendas siempre le acompañaron. Ahora vive de verdad su retiro dorado. Y dice que no se arrepiente de nada.
—-¿A qué se dedica Juan José actualmente?
—Soy pensionista. Hace tres años me operaron de una hernia discal, me pusieron una chapa con tornillos de titanio y me prohibieron trabajar. De hecho, no juego ni al fútbol. Me dedico a andar. Y a trabajar con los nietos, que es una paliza (risas). Eso es una alegría. Cuando estaba en activo no pude disfrutar de mis hijos como hubiera querido. Ahora estoy disfrutando con mis nietos.
—¿Qué le suponía ser noticia por haber jugado en el Madrid y acabar como un currante?
—La gente cree que yo me hice rico con el fútbol. Antes de irme ganaba en el Cádiz 250.000 pesetas de ficha y unas 65.000 de sueldo. En el Madrid firmé tres años. Tres millones y medio el primero, 4 el segundo y 4,5 el tercero. De ahí se llevaba Hacienda el 51 por ciento. Me quedó para pagarme el piso y el coche. De mi época hay muchos futbolistas que lo han pasado mal porque no se ganaba tanto dinero. Yo no me puedo quejar porque he estado en la central térmica, en Delphi, de tubero en Bazán, de albañil, de repartidor... hasta que la espalda ya no pudo más. Nunca se me cayeron los anillos por trabajar. No me arrepiento de nada. He tenido altibajos, como todo el mundo, pero esta vida es ya de por sí bastante dura como para lamentarse.
—¿Ha sentido miradas por encima del hombro?
—Ah, sí, me daba igual. Cuando llevaba la furgoneta repartiendo propaganda, me dijo uno “no te da vergüenza, repartiendo”. Al tiempo vino a pedirme trabajo y yo le pregunté si no le daba vergüenza. Lo mandé lejos, lógicamente.
—A usted siempre le acompañaron varias leyendas, algunas de ellas relacionadas con la vida nocturna en Madrid.
—Los futbolistas salíamos a tomar algo, pero no era como ahora, que tienen encima a la prensa rosa. Siempre ha existido. Y fumábamos, cosa que hoy sería un escándalo. Yo me llevaba cuatro paquetes de tabaco los fines de semana a las concentraciones. Y he fumado en el autobús y en el avión. Ahora, curiosamente, llevo trece años sin fumar.
—-¿Qué ocurrió tras aquel partido con la selección en Malta?
—Acabamos de jugar e íbamos de cachondeo en el autobús. Estaba muy oscuro e hicimos un compañero y yo una tontería a quienes creíamos que eran unos aficionados. Enseñamos el culo por la ventana y no eran aficionados, eran los directivos de la Federación Española, incluido Pablo Porta, el presidente.
—¿Le costó eso no ir más a la selección?
—Seguro. Entonces no le vimos maldad, era una anécdota. Pero con el tiempo entiendo que fue una falta de respeto. Para no ir más con la selección también influyeron unas declaraciones mías, tergiversadas por la prensa. En Malta me dejó Miguel Muñoz en el banquillo y puso a Señor de lateral derecho. Me preguntó un periodista y dije que me hubiera gustado jugar después de un viaje tan largo, pero luego publicaron otra cosa, como si yo exigiera que tenía que jugar. Y ya no fui más con la selección, después de jugar cuatro partidos de clasificación para la Eurocopa de Francia del 84.
—Estuvo cerca de ir al Mundial de España en el 82, ¿no?
—Sí. Jugando en el Cádiz, el 11 de noviembre del 81 debuté con la camiseta, con el escudo del águila, contra Polonia en un amistoso. El seleccionador, Santamaría, hizo dos equipos: A y A bis. Él se llevó un equipo a Polonia y el otro se quedó aquí, porque Polonia también hizo dos equipos. En verdad debuté con España siendo futbolista del Cádiz. Santamaría me dijo que iba a contar conmigo, pero al final se llevó al Mundial a Urkiaga y Celayeta lesionado.
—¿Quién le puso el mote de Sandokán?
—Juan Manuel Pedreño. Pero en Madrid me decían Ulises 31 por la serie de dibujos animados
—Entonces en los vestuarios no había metrosexuales.
—Qué va. Los calvos eran calvos de verdad, no se rapaban. Había barbas, bigotes, melenas... Ahora cuidan mucho la imagen. Antes no se veían las tabletas de los abdominales que se ven ahora. Yo tenía hasta barriguita cervecera, cortita. Hoy se ven futbolistas hasta depilados.
—Eso hubiera servido de cachondeo en su época.
—Hombre, claro. A un futbolista metrosexual le habríamos dicho de todo en el vestuario...
—¿Es cierto que pudo fichar por el Barcelona?
—Cierto. Al finalizar un partido en Madrid contra el Atlético, en la 81-82, en Primera, llegó Irigoyen para decirme que me tenía que quedar en Madrid, que teníamos puente aéreo con Barcelona porque allí estaban interesados. Esa noche, hablando en la cena me dijo Irigoyen que también estaba el Madrid interesado. No me lo pensé y le dije que hablásemos con el Madrid. Sin saber qué me iba a ofrecer el Barça.
—Un futbolista del Barça, el mismísimo Maradona, le hizo un recorte en el Bernabeu que todavía se recuerda. ¿Es para usted un orgullo, tratándose de un genio del balón, o un fastidio?
—No me importa. Pero nadie dice que Juan José viene desde el campo contrario en diagonal y que todos los demás del Madrid se quedan parados. En vez de hacer como Goicoechea y romperle la pierna, cubrí el balón. A algunos le hace gracia incluso el regate, y es por lo que les digo: tú te morirás y pocos se acordarán de ti, pero yo seguiré vivo en los vídeos, en las hemerotecas, en los libros... Me precio de haber jugado 14 años como profesional y no haber lesionado a un futbolista.
—Usted siempre fue madridista.
—Y lo sigo siendo. Hace poco estuve en la cena de Navidad del club y allí me tratan como si me hubiera llevado 30 años en la casa. En la capital se acuerdan de mí.
—¿Cómo valora su paso por el Madrid?
—Los dos primeros años, con Di Stéfano de entrenador, me fueron muy bien. Jugué bastante. Luego vino Amancio, pero yo no era de su agrado. No quería que los laterales subieran tanto la banda. Se fue Luis de Carlos de presidente y el que entraba, Ramón Mendoza, me dijo que no contaba conmigo y que me iba a buscar equipo. Le dije que no hacía falta, que un representante me estaba buscando un destino. Era el hermano de Juan José Lozano, un hispano belga que jugó conmigo en el Madrid, pero me dejó tirado.
—Salir del Madrid siendo internacional y encontrarse sin equipo. Parece increíble.
—Así fue. Confié en el representante, me despreocupé y me encontré con que ya las plantillas estaban cerradas.
—¿Qué ocurrió entonces?
—Sin equipo, hablé con Manolo Lapi, y estuvimos entrenando en la playa, una pretemporada bastante fuerte. Lapi convenció al entrenador del Cádiz, Paquito, para que me ficharan. Y fue importante la labor de le peña Enrique Mateos, que recogió firmas para que yo volviera al Cádiz. Era la temporada 85-86. Paquito, que en principio no confiaba en mí, pero era un gran entrenador. Acabamos siendo amigos y él fue el primero en mantener al Cádiz en Primera. Y yo estuve hasta la temporada 90-91. Puedo decir que fui profeta en mi tierra. En una época en la que salían de aquí muy buenos futbolistas. Estuve tres años en el Madrid, pero la trayectoria importante de mi carrera la hice en mi ciudad.
—-Su último partido con la camiseta amarilla fue épica. Usted juega la promoción con el Málaga, marca el penalty casi decisivo (el siguiente, parado por Szendrei, mantiene al Cádiz en Primera) y sin embargo el club no le renueva. ¿Le dolió aquello?
—Ramón Blanco era el entrenador y Hugo Vaca el secretario técnico. Nos fuimos de vacaciones y me dijeron que ya hablaríamos a la vuelta. Al volver me dijeron que no contaban conmigo y perdí la oportunidad de ir al Marbella, que me estuvo esperando. Desistí de jugar y me retiré. Me dolió porque tenía fuerzas para seguir. Iba a cumplir 35 años, pero había jugado más de 20 partidos. Ellos creyeron oportuno no contar con mis servicios. No hay más vueltas. Acabé en Primera, jugando diez años seguidos, y marcando un gol tan decisivo. No me puedo quejar. Siempre me he sentido querido en Cádiz.
—Debe ser duro para usted, siendo historia viva del club y protagonista de sus mejores años, ver al Cádiz en su situación actual.
—Se siente uno impotente. Yo voy casi siempre al Carranza, aunque lo del año pasado fue increíble. Las sociedades anónimas no dependen de los socios, como pasaba antes. Yo no puedo hacer nada y así estamos los cadistas. Y mientras, se está perdiendo un tiempo precioso con el liderato lejos y varios equipos apretando por detrás.
—Si al menos tuviera usted dinero...
—¿Yo? Si lo tuviera no lo invertiría en el fútbol. Es un riesgo.
—¿Cuál es su mejor recuerdo como futbolista?
—Hay muchos. Debuté con el Cádiz en el Bernabeu, contra el Castilla. Y en Primera debuté en el Nou Camp contra el Barça. Mejores campos no hay. Luego fue impresionante el primer Trofeo Carranza que ganó el Cádiz, el ascenso en Elche con ese recibimiento desde Jerez a Cádiz. Nadie daba un duro por nosotros, con casi todos los jugadores gaditanos. No olvido la primera permanencia con Paquito, y el temporadón que hicimos con Espárrago, que no llegamos más arriba porque Irigoyen no tenía dinero para las primas. Y del Madrid, los dos primeros años fueron sensacionales. Allí gané una UEFA y una Copa de la Liga.
—¿El mejor futbolista con el que ha jugado?
—Han sido muchos, la verdad. Mágico González era sensacional, pero muy intermitente. Y he tenido la suerte de jugar con el mejor futbolista de la historia de Cádiz, Pepe Mejías, eso es indiscutible. Y he jugado con Camacho, Santillana, Stielike, Juanito, Del Bosque... grandes futbolistas. Ahora, como espectacular, Mágico. No le he visto a nadie hacer lo que él hacía. Era un lujo tenerlo... cuando tenía ganas de jugar.
—¿Cómo sentaba en el vestuario que el compromiso de Mágico no fuera el mismo que el del resto de jugadores?
—Siempre pensábamos que cualquier partido nos lo podía arreglar. En muchos casos parecía que no estaba, pero sacaba el duende y nos salvaba. Fastidiaba un poco cuando se dejaba de ir. Pero no lo hacía con maldad. Era así, sin más. Entraba dentro de su leyenda.
—Usted le llamaba ‘Lola’.
—El mote se lo puse yo. Es que tiene toda la cara de Lola Flores.
—Fútbol... y Carnaval. Juan José también fue chirigotero.
—Salí cuatro años, en chirigotas modestas. Me encantó la experiencia... hasta que empezaron a echar la Champions en la tele los martes y los miércoles, y cuando me pongo el pijama me cuesta mucho salir en invierno.
—Un gadita, vamos.
—Y tanto. Jugué en el Cádiz, he cargado el Nazareno ocho años, he sido Rey Mago de la ciudad, he cantado en el Falla, jurado de romanceros y de exornos... sólo me falta pescar, que es algo que no me gusta.
—Por cierto, enhorabuena por lo que le toca. Tiene este año a un hermano pregonero de Carnaval.
—Sí señor, mi hermano Paco, el que sale con el Love. Me ha alegrado mucho porque es una chirigota histórica, que junto a otras revolucionó la modalidad. Será un gran pregón, sin duda.
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