Año 1917: tragedias en la colonia montañesa de Cádiz

Historias de Cádiz

Muerte por intoxicación de los chicucos de la tienda de vinos El Beaterio, en la esquina de San Pedro y Valverde

Homicidio del encargado de Los Tres Reyes, en la plaza de Viudas

Los Tres Reyes, la famosa tienda de vinos de la plaza de Viudas / Archivo

La numerosa colonia montañesa de Cádiz ha tenido a lo largo de los años en nuestra ciudad numerosas satisfacciones y también algunas desgracias. En 1917 dos trágicos sucesos vistieron de luto a los laboriosos y estimados montañeses y que también sirvieron para que los gaditanos mostraran su cariño y solidaridad.

El primero de estos sucesos ocurrió en el mes de octubre de ese año en la antigua tienda de vinos denominada El Beaterio, situada en la esquina de las calles Valverde y San Pedro y propiedad por aquellos años del industrial Emeterio García.

En la madrugada de ese día, el sereno de la demarcación acudió a despertar a los chicucos que dormían en el interior de la tienda. Para ello, y como de costumbre, dio unos golpes en las puertas del establecimiento y siguió su ronda. Al cabo de un rato llegó el repartidor de la leche, que extrañado que la tienda continuara cerrada, dio varios golpes en la ventana y algunas voces. Como nadie respondiera, varios vecinos, alarmados ante la situación, dieron aviso a la Inspección de Guardia acudiendo dos agentes de Policía.

Los policías, al ver que nadie respondía a sus llamadas, decidieron violentar las puertas, comprobando que salían de la tienda “gases asfixiantes”. El cuadro que se ofrecía a la vista era tremendo. Los dos dependientes parecían muertos envueltos en unas mantas y en el interior de unas pequeñas covachas, en su lugar habitual de descanso, debajo del mostrador. 

Entre los espectadores que se encontraban en la calle estaba el doctor Joaquín Portela, que al ver la situación ordenó abrir de inmediato puertas y ventanas para ventilar la tienda. Portela pudo comprobar que uno de los empleados estaba muerto y que el otro presentaba algún síntoma de vida. Por ello ordenó que le trajeran su material y aplicó unas inyecciones, un balón de oxígeno y que fuera llevado a la Casa de Socorro, donde ingresó ya cadáver.

El juez de Instrucción, Ramón Pérez y Alcalá del Olmo, ordenó el levantamiento del cadáver y se hizo cargo de las diligencias oportunas.

La causa de la muerte de ambos trabajadores fue que debido al frío reinante esos días en Cádiz, dejaron encendido durante toda la noche un brasero de carbón de piedra, cuyos gases asfixiantes no tuvieron escape alguno debido a que las puertas estaban completamente cerradas. El encargado del Beaterio era natural de Celis y el otro fallecido de San Vicente del Monte.

La colonia montañesa en Cádiz desfiló en su totalidad por la tienda El Beaterio para testimonia su pesar, sin faltar algunas expresiones de queja por las durísimas condiciones del descanso para muchos de sus chicucos y empleados, que solían dormir en el interior de los establecimientos de ultramarinos.

El segundo suceso que relatamos había ocurrido unos meses antes en la famosa tienda de vinos Los Tres Reyes situada en la plaza de Viudas.

Este establecimiento era muy popular en los primeros años del siglo XX, ya que allí tenían reunión muchos aficionados al flamenco y siempre había gran animación. Los numerosos cantaores que entonces había en Cádiz acudían a diario a Los Tres Reyes en busca de su clientela.

Dos sujetos entraron en la tienda y tras tomar unos vasos de vino invitaron el encargado de la tienda, Maximino Oria, que rechazó la invitación ya que estaba ajustando el precio de un carro de carbón para el abastecimiento de la tienda. Al cabo de un rato, los clientes insistieron de nuevo en invitar al encargado, que repitió de nuevo que no podía acceder ya que estaba trabajando. Finalmente, y ya en la calle, los dos sujetos se acercaron de nuevo a Oria para exigirle de manera brusca que tomara una copa. Ante la nueva negativa, y de manera imprevista, uno de los sujetos sacó una navaja y le dio un tajo en la garganta al pacífico montañés. Este quiso responder y cogió una banqueta, pero cayó al suelo fulminado entre un enorme charco de sangre.

Los agresores emprendieron la huida, arrojando la navaja en un husillo de la calle Vea Murguía, siendo detenidos poco más tarde por la policía en la calle Cervantes. En la puerta del Cuartel de Vigilancia, donde fueron llevados, estuvo largo rato un numeroso público que gritaba contra los agresores. Una vez despejada la calle fueron llevados a la Inspección para ser puestos a disposición del Juzgado.

El herido fue llevado a la Casa de Socorro en un carruaje, donde el cura de San Antonio le administró los Santos Óleos, pero falleció al poco tiempo. Allí acudieron varios familiares, entre ellos los hermanos Mazorra y José Manteca.

En ambos sucesos, el dolor de la familia montañesa de Cádiz fue enorme, pues se trataba de jóvenes trabajadores y de acreditada honradez.

La costumbre en esos años para los casos de duelos imponía que todos los establecimientos de ultramarinos de la ciudad cerraran sus puertas en señal de respeto y dolor de doce a dos de la tarde. 

En ambos entierros la colonia montañesa acudió en su integridad, acompañada por el presidente del Centro Cántabro y de los directivos del Sindicato de Ultramarinos. Aunque la costumbre gaditana era despedir el entierro al llegar a las Puertas de Tierra, en el caso de los montañeses este acompañamiento se extendía hasta el cementerio.

Algunos de estos montañeses prolongaban el cierre de su establecimiento hasta el día siguiente, para aprovechar la tarde tomando unas copas con sus paisanos en recuerdo al fallecido y para hablar de las cosas de la Montaña.

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