25 años de la segunda gran revolución en Cádiz que llegó con Teófila Martínez

Politica municipal

En mayo de 1995 el PP se hizo con el poder en la ciudad, comenzando una nueva dinámica en la transformación de la ciudad iniciada en 1979

Teófila Martínez en 1995, tras conocer su primer triunfo electoral que le llevó a la alcaldía de Cádiz / Joaquin

Teófila Martínez no iba a ser alcaldesa de Cádiz. En su proyecto de vida no incluía esta alternativa. Se había metido en política, sí, pero la vida municipal la centraba en El Puerto de Santa María, y la provincial en su puesto como diputada del Partido Popular.

Hasta que el PSOE gaditano le estalló en la cara la crisis de su gobierno en Cádiz. Con un alcalde fuerte y con gancho ciudadano, Carlos Díaz, los socialistas, siempre enfrentados entre sus familias políticas, se disparó en un pie al jubilarlo de forma precipitada. Y 25 años después aún no han logrado curar la herida.

Así que el PP, que hasta entonces se había limitado a hacer una oposición local sin estridencias y sin grandes expectativas electorales, de pronto vio como la competencia le ponía casi en bandeja el gobierno de una de las capitales más de izquierdas de toda España.

Lo que pasa es que el PP local no iba en la misma onda que el PP nacional. José María Aznar encabezaba la refundación de la AP de Manuel Fraga con algunas diferencias ideológicas con los populares gaditanos, con un talante más liberal.

Por eso Aznar, de la mano de Javier Arenas, el líder de la formación en Andalucía, buscaron fuera de la capital, ignorando la indignación que ello produjo. Al fin y al cabo preferían más el borrón y cuenta nueva que mantener a la vieja guardia gaditana.

Y se fijaron en Teófila Martínez. Bueno, les ayudó mucho que unas encuestas realizadas previamente pusieron su nombre en primer lugar. Ya se le reconocía su trabajo en la política provincial y nacional.

Así que los dos la citaron en el restaurante El Bosque. Sin duda Martínez llegó con la mosca detrás de la oreja.Ya en el Diario de Cádiz le habían preguntado por esta posibilidad y ella dijo que no, que ella vivía en El Puerto y que en Cádiz habría buenos candidatos.

Lo que pasa es que ni Aznar ni Arenas eran de la misma opinión.

La reunión se celebró a finales de 1994. "Teófila, tienes que ser la candidata del partido a la alcaldía de Cádiz".

Dijo que sí. "No eran reticencias al puesto. Eran dudas al no vivir en Cádiz. Pero ella siempre ha sido responsable y muy disciplinada y dijo que sí", recuerda el propio Antonio Sanz.

Martínez llega a Cádiz con una ventaja: el autodesmantelamiento del PSOE, y un problema: la inexistencia casi física del PP en la ciudad. Se apoya en un grupo efectivo: el propio Sanz, Mercedes Colombo, Adela Fernández, Julio Braña. Éste último será uno de sus concejales más eficaces hasta que acabó chocando con la líder, ya asentada como alcaldesa, unos años más tarde.

Martínez rápidamente tomó el mando y los suyos pronto descubrirán una norma que mantendrá durante las dos décadas al frente de la Alcaldía: el día tiene 24 horas y hay que aprovecharlas muy bien.

Por lo pronto dejó claro a la dirección del partido que no iba a defenestrar a nadie y situó a Blas Fernández, veterano de la casa y uno de los críticos a su nombramiento, en la lista en los puestos de salida. Al final, él se convertirá en su más fiel aliado y seguirá con ella en el Ayuntamiento hasta su marcha en 2019.

Impuso a todos un ritmo frenético, y aceptó también el plan de trabajo elaborado por Braña y el resto del equipo. Se empapó la ciudad de arriba a abajo.

Y acabó ganando.

El domingo 28 de mayo de 1995, en unos días se cumplirán 25 años ya, Teófila Martínez y el PP fue a las urnas a Cádiz con la confianza en la victoria, pero con la desesperanza de que ésta no sería suficiente y que un PSOE a la baja podría gobernar en coalición con una IU al alza.

Por eso cuando 36.640 gaditanos y gaditanos votaron al PP, el 49,61% d elos votos, y 15 escaños, lo que suponía la mayoría, temblaron los cimientos del PSOE y tembló, sin duda, la propia Martínez.

Aquella noche Cádiz iniciaba su segunda gran revolución democrática. La primera fue el 3 de abril de 1979 cuando la izquierda ganó y Carlos Díaz inició la recuperación de la ciudad, inmersa aún en la oscuridad impuesta por 40 años de dictadura.

Instalada en San Juan de Dios, la nueva alcaldesa tomó una primera medida que, vista en un primer momento, podría parecer insustancial pero que pronto se vio su efectividad: se reunió con todos los técnicos nombrados por Carlos Díaz y los ratificó en sus puestos. Sólo les reclamó fidelidad a la ciudad y seriedad en el trabajo. Sólo cuando, a su parecer y al de sus concejales, alguno no cumplió con estas premisas fue destituido... y para ello pasaron varios años. Esta continuidad de los altos funcionarios evitó el colapso del Ayuntamiento, algo que veinte años después la izquierda que retornó al gobierno no supo valorar, destrozando la columna vertebral de la gestión de la administración local, algo que aún siguen pagando.

Teófila Martínez durante la inauguración del soterramiento. / Julio González

Teófila Martínez había llegado al gobierno con una promesa de calado, de enorme calado, de esas que uno piensa, cuando la escucha, que irá directamente al cesto de los incumplimientos: el soterramiento de la vía del tren.

Esta propuesta había sido desechada por el gobierno socialista de Felipe González, y mantuvo esta negativa en los meses que ambos coincidieron en el poder, nacional y local, hasta que las elecciones generales de 1996 aupó a José María Aznar a la Moncloa.

Aquí bien podemos decir que entramos en la fase 2 del gobierno de Martínez. Montó su propio lobby en el gabinete nacional que rápidamente dio vía libre a esta propuesta a la que la Junta, del socialista Manuel Chaves, se apuntó en marcha y casi obligada a fin de no quedarse sola en este proyecto histórico.

El soterramiento, es historia conocida, se ejecutó en tiempo y forma, gastando lo previsto. Más allá de llevar el tren bajo tierra y construir sobre el mismo una avenida y un parque, rompió las barreras sociales que dividían Puerta Tierra en la que sin duda ha sido la obra pública más importante de la ciudad en décadas.

El PP se encontró frente a ellos, en el salón de plenos, a un PSOE hundido y a una IU en sus mejores tiempos y liderando la oposición. Pero fue la Junta la que asumió este papel, y con especial dureza, intentando convertirse en un Ayuntamiento paralelo.

En esta bronca institucional hubo cosas que le vinieron bien a la ciudad, como el Plan de Rehabilitación del Casco Antiguo iniciado en 1999 y que hasta que se cerró el grifo en 2008 recuperó buena parte del casco antiguo. Otras fueron nefastas, como la organización del Bicentenario de la Constitución de 1812.

Martínez ante el monumento a las Cortes y la Constitución de 1812 / Julio González

La mayoría de la sociedad gaditana no ha asumido nunca la relevancia que para su futuro debería de haber tenido una buena organización de este eventos: en materia de equipamientos educativos y culturales, en la recuperación del patrimonio histórico, en la promoción de nuestra historia más allá de nuestras fronteras, en la activación del turismo... La inoperancia de la Junta impidió aprovechar al máximo este acontecimiento que a penas se pudo salvar gracias al impulso del propio Ayuntamiento y al apoyo del entonces Rey, don Juan Carlos.

En el haber de estas décadas se encuentran acciones como la creación de la Fundación de la Mujer, con programas premiados y copiados por media España y desmantelada por la coalición de izquierdas; el refuerzo de los servicios sociales con un diseño que se ha mantenido durante años tras la salida del gobierno del PP (y que mantiene un concepto asistencial que provoca que muchos prefieran vivir de las ayudas públicas), la recuperación más o menos acertada del patrimonio histórico (incluido el castillo de San Sebastián, después abandonado) o el desarrollo del turismo, antes del boom nacional desde 2015.

Sacar adelante un modelo de ciudad ha sido, desde la llegada de la democracia, una de las apuestas que siempre han ido quedando pendientes, gobierno tras gobierno.

La larga etapa de gestión de Teófila Martínez también tuvo en su debe esta circunstancia, como pasó como los 16 años del socialista Carlos Díaz.

Es cierto que en estas dos décadas se siguió mejorando la ciudad, en un proceso iniciado en 1979. Más calles y plazas urbanizadas y peatonalizadas, nuevos paseos marítimos, muchas nuevas viviendas sociales, más equipamientos culturales y vecinales. Pero la sensación, en este caso tan personal como esta crónica, es que Cádiz ha ido avanzando a trompicones.

La situación de los barrios

La decidida y acertada apuesta por el soterramiento no se supo aprovechar, y ahora tampoco, para mejorar la situación sociolaboral de los barrios que estaban entre el tren y la Bahía, y donde se mantienen altas tasas de desempleo, déficit de formación y otros problemas que siguen pendientes de arreglar y que se han acrecentando con la pandemia.

En este lado de la vía está también el gran fracaso de Martínez como alcaldesa, la Zona Franca. Es cierto que como presidenta del Consorcio no tenía la autoridad como sí ostenta el delegado del Estado. Pero también es cierto que fue su influencia la que aupó a este cargo nombres que acabaron provocando fuertes dolores de cabeza al PP gaditano.

En 2015 Teófila Martínez perdió las elecciones. Llevaba cinco ganadas con mayoría absoluta. De la noche a la mañana perdió siete concejales, la mayoría y el poder.

Todavía hoy, creo, se estarán preguntando qué paso. Cierto es que el PP nacional tenía en viento electoral de cara, pero una reflexión objetiva sobre el estado de la ciudad no hacía prever un batacazo de este calibre y un final tan doloros tras veinte años como alcaldesa.

Lo cierto es que tras su paso a la oposición, Teófila Martínez no se refugió ni en su cargo en el Congreso de los Diputados ni en su casa. Se mantuvo en su escaño en San Juan de Dios hasta el final. Y no fue hasta 2019, cuando concluyó el mandato de esta Corporación cuando cerró su etapa en la administración pública, hoy reabierta desde su cargo como presidenta de la Autoridad Portuaria, donde ha acelerado los proyectos directamente relacionados con el desarrollo de la ciudad.

Incluso desde el propio gobierno municipal se elogia (en tono bajo y sin nombres) su capacidad de diálogo y su colaboración con el Ayuntamiento de izquierdas. Para que después digan.

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