“El aumento de los trastornos mentales en jóvenes es preocupante”

Manuel Mariño Argibay | Presidente de FAEM Cádiz

El responsable de la Asociación de Familiares, Allegados y Enfermos Mentales en Cádiz alerta de una precoz aparición de síntomas y reclama más recursos y apoyos de la administración

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Manuel Mariño, responsable de FAEM en la provincia de Cádiz.
Manuel Mariño, responsable de FAEM en la provincia de Cádiz. / Domingo Migueles

La vida de Manuel Mariño Argibay (Cádiz, 1944) ha estado desde siempre ligada al campo de la acción social, al voluntariado. Tras estudiar en La Salle Mirandilla y en Salesianos, cursó Ingeniería y trabajó en varias empresas hasta que comenzó una larga etapa docente en Valcárcel y en el instituto San Severiano, donde estuvo casi 40 años impartiendo dibujo técnico, tecnología mecánica y física. Fundador de Inypros, presidente provincial de Cruz Roja y responsable de Cáritas, actualmente es presidente de FAEM (Asociación de Familiares, Allegados y Enfermos Mentales de Cádiz).

Pregunta.–A lo largo de su vida ha tenido varias experiencias en organizaciones sociales.

Respuesta.–Sí. Quizás el venenillo me venía de haber estado en Salesianos y La Salle, y desde joven he estado trabajando en el campo social. Aquí creamos Inypros, la primera asociación contra la droga, junto al sacerdote Alfonso Castro, que trabajaba como cura obrero en diversos barrios como Trille. También estuve, junto a mi mujer, en Cáritas.

P.–También ha sido presidente provincial de Cruz Roja.

R.–Entré después de crear Inypros con un grupo de personas más. Uno de los trabajos fue sacar a flote la residencia de mayores de San Fernando, que se había inaugurado unos dos años antes y tenía problemas económicos por la falta de plazas concertadas.

P.–Y llegó a FAEM.

R.–Bueno, yo tenía en mi familia antepasados con problemas mentales. Comenzamos en una asociación en Jerez, pero no nos gustaba su filosofía y nos salimos un grupo, y entonces nació FAEM.

P.–¿Y ha sido presidente desde el principio?

R.–Sí, sí... (ríe). Esta asociación, además del trabajo de los técnicos, es de familiares, y los familiares tienen una carga muy grande porque además del trabajo aquí, tienen que convivir con los afectados 24 horas en la casa, y eso quema mucho, la verdad. Y familiares con responsabilidades en la asociación no hay muchos. Toda la dinámica que tenemos está orientada hacia los enfermos, el objetivo fundamental es mejorar su situación y su recuperación, porque la persona que tiene una enfermedad mental empieza cuando tiene un proceso neurológico por el que se ha roto su vida normal y particular, y eso, ese brote psicótico, le cambia completamente su día a día.

P.–Habrá muchos perfiles.

R.–Cada persona que está afectada por un trastorno mental, y eso lo tiene que entender la gente, es distinta, tiene sus características propias. Aunque haya una línea o una patología común, es muy difícil, incluso para los profesionales, determinar el diagnóstico concreto de esta persona. Y cada una tiene un contexto personal y familiar completamente distinto. Incluso los diagnósticos son cada vez más complejos, más difíciles de determinar. Porque dentro, por ejemplo, de la esquizofrenia, hay una gama enorme de tipos de patologías. Está el trastorno bipolar, que está teniendo mucha incidencia últimamente, o el trastorno obsesivo-compulsivo. Últimamente, con la pandemia, hemos notado que hay jóvenes, adolescentes, que están creciendo con inestabilidad, que les ha afectado la pandemia.

P.–¿Han aumentado los casos?

R.–Sí, cada vez tenemos más casos. Estamos incluso demandando un plan a escala nacional sobre la salud mental de los jóvenes. Tras la pandemia, hubo un aumento de entre un 15 y un 20% el primer año, y ahora están en un 50% más esos casos.

P.–Debe ser complicado darse cuenta de que un menor está desarrollando una enfermedad mental.

R.–Bueno, puede darse de distintas formas. Puede haber reacciones en ellos que no son normales, se encierran mucho en sí mismos y, por ejemplo, abandonan los estudios y muestran una rebeldía intrínseca que hace muy difícil la convivencia con ellos. Eso se nota mucho. Se están dando pasos con la presencia de enfermeros, además de psicólogos, en los institutos para hacer un seguimiento y lograr un diagnóstico precoz. Pero esto aún no está muy desarrollado. Y hay algunos psicólogos clínicos en los ambulatorios para ayudar a los médicos de familia a detectar posibles casos, que podrían llegar antes a los centros de salud mental.

Es una situación preocupante y hay que cuidarlos mucho. Y habría que ir más allá, incluso educando emocionalmente a los bebés y a los niños en las guarderías y en la etapa de Infantil. La educación emocional puede ayudar al desarrollo de la persona.

P.–¿Hay algún perfil destacable de los trastornos mentales en Cádiz?

R.–Influye mucho el estrato social, la situación social de las personas. Comprobamos que muchos de los que llegan a FAEM estaban en una situación de riesgo de exclusión social, que son propensos al alcoholismo, que pueden caer en la droga... Porque muchos de los brotes psicóticos se producen a causa de las drogas; son los enfermos duales, en los que la droga suele ser el precipitante, el detonante. Otras veces son motivos emocionales, como un fracaso escolar o sentimental. Pero las más frecuentes vienen derivadas de las situaciones psicosociales, que influyen mucho.

P.–¿Superar el estigma que supone una enfermedad mental es uno de los grandes retos de nuestra sociedad?

R.–Desde nuestra experiencia, Cádiz es, quizás, una de las zonas menos influenciadas por ese aspecto, porque la gente es más comprensiva ante estos temas, están más sensibilizados que en otras zonas, y no suele haber por lo general casos muy violentos.

P.–¿Cómo se porta la administración?

R.–Está claro que la salud mental necesita tener un apoyo económico cada vez mayor y crear un programa nacional de atención a la salud mental, del que se está hablando pero que no se pone en marcha. Se necesitan recursos.

P.–¿Y en el ámbito sanitario?

R.–Pues es evidente que faltan muchos profesionales. En Andalucía están los hospitales de referencia, pero en cuanto a otros recursos de tipo asistencial o ambulatorios hay escasez. La zona de la sierra de Cádiz, por ejemplo, no está bien atendida; hay un solo centro en Villamartín. Sí tenemos comunidades terapéuticas, que son muy importantes porque cuando el enfermo tiene un brote y hay que ingresarlo en la unidad de agudos, allí están hasta que se recuperan, y estas comunidades terapéuticas son como un escalón intermedio que les ayuda a volver a sus familias. Son de la administración y son muy importantes. En general, tenemos muy buenas relaciones con los profesionales sanitarios, y además nos coordinamos bien.

P.–¿Y qué ofrece FAEM?

R.–En FAEM atendemos a los pacientes y también a las familias. En total tenemos 16 técnicos en la provincia; tenemos psicólogos, trabajadores sociales, integradores laborales y monitores de actividades deportivas, musicales, teatro, el huerto urbano, tenemos una emisora de radio, un grupo de batucada... Tratamos de ofrecer un abanico amplio de actividades para que los afectados puedan elegir. Ellos tienen que ver que son herramientas que les van a facilitar su integración en la sociedad, que se pueden integrar social y laboralmente. Todo esto permite que ellos tengan un aliciente para venir.

P.–¿Y el futuro de la asociación?

R.–Bueno, ahora estamos inmersos en un problema de reducción de jornada que están sufriendo los técnicos, porque la administración siempre nos está recortando las ayudas y subvenciones. Nosotros dependemos de estas ayudas, porque las cuotas de los socios no llegan para pagar a los técnicos. La administración, en general, debe ser más consciente de ello. Nosotros estamos aquí para ayudar, y si la administración nos recorta, nos está recortando la vida.

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