Aquellos autos y su enorme velocidad

Historias de Cádiz

La primera regulación del tráfico en Cádiz tuvo lugar en 1887 con motivo de la Exposición Marítima l Letrero en las Puertas de Tierra señalando la velocidad máxima permitida

Primer automóvil matriculado en Cádiz, propiedad De Francisco de la Viesca / Archivo

Cádiz, por su especial configuración y estrechez de sus calles, ha sido siempre una ciudad complicada para el tráfico. Cuando los vehículos únicamente eran de tracción animal apenas si había problemas para circular. Carros y carruajes compartían las calles sin necesidad de establecer reglas o prohibiciones.

En 1887 tuvo lugar la Exposición Marítima Internacional celebrada en la Punta de la Vaca. Con tal motivo, miles de visitantes llegaron a Cádiz. En la bahía y junto a la escuadra española fondearon la británica y la italiana. Esta enorme afluencia de público necesitó gran cantidad de coches de caballos y carruajes para ir y volver de la Exposición, algo alejada del centro urbano . Debido a esa situación, el Ayuntamiento de Cádiz acordó las primeras reglas de tráfico para “seguridad y comodidad del público”. En este sentido estableció unas calles de dirección obligatoria para los carruajes que marchaban o regresaban de la Exposición. Para el interior de la ciudad estableció el alcalde una dirección única y obligatoria para los carruajes desde San Antonio a San Juan de Dios, efectuándose por Ancha, Novena, Descalzas (actual Montañés), Santo Cristo, Manzanares y Sánchez Barcáizgtegui. En estas calles quedó rigurosamente prohibida la dirección ascendente.

Pocos años más tarde, el Ayuntamiento de Cádiz decidió establecer con carácter definitivo el sentido obligatorio de la circulación para los coches de caballos y carruajes, señalando las calles con sentido hacia el centro de la ciudad y otras para la zona del muelle.

Curiosamente el municipio estableció al mismo tiempo una ruta obligatoria para los carruajes que iban o volvían de la plaza de toros que existía en el Campo del Sur. Y es que en nuestra ciudad era costumbre que los días de corridas de toros los carruajes ocupados por los asistentes al festejo organizaran un desfile desde la plaza hasta San Antonio.

Lo cierto es que hasta finalizar el siglo XIX las reglas de tráfico apenas tenían sentido, ya que el número de vehículos era escasísimo. Fue al comenzar el siglo XX, con la aparición de los primeros vehículos a motor, cuando las autoridades comenzaron a tener en cuenta que el tráfico rodado podía ser un verdadero problema. El primer reglamento para la circulación de vehículos por las carreteras del Estado data de 1900.

Los primeros años del siglo XX son los de la ‘fiebre’ automovilista, sobre todo a partir de 1908 cuando Henry Ford comienza a fabricar automóviles a precio asequible.

Cádiz no fue ajena a esa ‘fiebre automovilista’. En 1911 el arquitecto municipal, Juan Cabrera Latorre., señaló a la Corporación que debido al gran número de autos que ya circulaban por Cádiz era necesario establecer las direcciones obligatorias, poniendo para ello las señales convenientes. Y todo ello, decía Cabrera, a pesar de que los ‘chauffers’ de Cádiz conducían con habilidad y moderación.

En septiembre de ese año de 1911 comenzaron a colocarse esas señales y quedaron fijadas las calles de entrada y salida para la circulación. Las señales consistían en unos rótulos de madera con una flecha o una mano indicando la dirección obligatoria. De ahí surgieron las expresiones, todavía casi habituales, de ‘contraflecha’ y ‘contramano’.

Los automóviles comenzaron a tener mayor velocidad y los accidentes hicieron su parición en nuestra ciudad. En verano de 1917 un grupo de ‘chauffers’ salieron a dar un paseo en el flamante auto marca Hudson de Cristóbal Fábregas. En Cortadura el auto, que iba a excesiva velocidad, golpeó los raíles del tranvía y volcó repetidas veces. Tres hombres murieron y dos quedaron lesionados de gravedad. Este accidente conmovió a la ciudad y el alcalde, Francisco Clotet y Miranda publicó al día siguiente un edicto prohibiendo en todo el término de la ciudad llevar una velocidad superior a los 12 kilómetros a la hora. Además en calles estrechas o concurridas la velocidad de los autos debería ser “la del paso de un hombre”.

Clotet estableció también la obligatoriedad de los automóviles de llevar luces encendidas por la noche, “con dos faroles, uno a cada costado, y un tercero de luz roja en la parte posterior y que ilumine la placa de matrícula”. Por último el bando del alcalde anunciaba medidas para los funcionarios que no denunciaran los excesos de velocidad.

Pero los automóviles iban mejorando cada día y aumentando su potencia y esas limitaciones de velocidad quedaron en el olvido. Los vecinos de extramuros protestaban de la excesiva velocidad de los autos que levantaban enorme polverío a su paso por la actual avenida y ensuciaban casas y huertas. Por este motivo, ya en 1925, la alcaldía de Cádiz tomó nuevas medidas y estableció limitaciones de velocidad. En los extramuros, cerca de Cortadura, fue colocado un enorme cartel señalando que la velocidad máxima permitida era los 30 kilómetros a la hora. Al llegar a las Puertas de Tierra, aún sin arcos de entrada, fue colocado un letrero señalando que la velocidad máxima en el interior de la ciudad era de 12 kilómetros a la hora.

Posteriormente los sucesivos reglamentos de la Circulación unificarían las velocidades en el interior de las poblaciones de toda España. En Cádiz, por su especial trama urbana, siempre hubo situaciones curiosas. En este sentido podemos citar que en 1960 todavía había circulación en la calle Ancha, y hasta ¡en doble sentido!, aunque en ese mismo año quedó prohibido aparcar en esa calle ante las protestas de los numerosos comerciantes allí establecidos.

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