Un barrio de Cádiz lleva 30 años esperando las viviendas prometidas por la Junta
Un compromiso político pendiente hace tres décadas
70 familias del Cerro del Moro que sobreviven en edificios que se caen a pedazos se esfuerzan en confiar en que el Gobierno del PP cumplirá ahora entregándoles por fin pisos dignos
El Gobierno andaluz reconoce la complejidad de un proyecto de 11 millones de euros para el que aún no tiene financiación ni trámites cerrados
“Estamos desesperados ¿A qué están esperando?, ¿a que haya una desgracia?”, dice una de los afectadas
Cádiz/El Cerro del Moro no se rinde ahora, como no lo ha hecho nunca a lo largo de una historia llena de calamidades de la que no termina de salir del todo, después de décadas de sufrimiento social y abandono institucional. Pero empieza a estar harto de estar harto. Y aún así, parece estar dispuesto a dar una oportunidad, otra, a los ahora responsables de la Junta de Andalucía. Un esforzado ejercicio de confianza que a algunos les cuesta mantener después de haberse sentido engañados varias veces a lo largo de treinta años.
A día de hoy, la remodelación del barrio iniciada allá en 1992, no acaba de culminarse. Más de un centenar de familias continúan sobreviviendo hacinadas en precarias y estrechas infraviviendas sociales construidas de emergencia hace más de 65 años con una esperanza de vida de 25 o 30 con los peores materiales, el peor diseño y las peores calidades de las que se disponían en el mercado del incipiente desarrollismo franquista. En edificios que oficialmente no amenazan ruina, pero que literalmente se caen a pedazos. Los vecinos viven mirando siempre al techo, temiendo a las lluvias y a los temporales de poniente y levante como a una enfermedad sin tratar que podría derivar en una desgracia en cualquier momento.
Setenta de estas familias, concretamente las vecinas de los números 1, 3 y 5 de la calle Trafalgar y 2, 4, 6 y 8 de Batalla del Callao, llevan esperando nada menos que treinta años que se construyan las nuevas viviendas que les prometieron entonces desde la Junta de Andalucía, con la construcción de las denominadas fase 7 y 8. Por el momento, el Gobierno andaluz del PP sólo ha cumplido con la demolición del edificio situado entre las calles Valencia y Setenil de las Bodegas. Y allí sigue el solar, vallado y baldío, a la espera de la llegada de las máquinas.
El pasado 12 de julio una plataforma vecinal difundió un contundente comunicado en el que exigía a las administraciones un compromiso por escrito del cumplimiento de sus promesas e indemnizaciones si no se ejecutan las obras en los plazos previstos, además de informes oficiales que garanticen la supuesta seguridad de los edificios. De unas viviendas en las que soportan grietas, humedades e insectos que ponen en peligro tanto su salud como su integridad física. Además, exigen que se investigue a dónde fueron a parar los fondos destinados a este proyecto.
La Asociación de Vecinos Claridad del Cerro del Moro, que preside Candelaria Grimaldi, consiguió el pasado 3 de agosto una reunión con los responsables de la Agencia de Vivienda y Rehabilitación de Andalucía (AVRA). En el encuentro estuvieron la delegada del Gobierno Andaluz en Cádiz, Mercedes Colombo; el presidente en funciones de AVRA, Juan José Bernal; su antecesor, Ignacio Romaní, un arquitecto y una abogada. Por la parte vecinal, asistió la presidenta de la asociación y los presidentes de las comunidades y vecinos afectados de los portales antes citados.
En aquella reunión “se expuso el proyecto básico de la 7ª y 8ª fase, destacando su complejidad y financiación”, lee literalmente Candelaria Grimaldi en persona a este periódico de un comunicado difundido entre los vecinos, con el afán de reflejar fielmente la información que les trasladó el pasado viernes 6 de agosto. “Esta financiación podría recibirse de los fondos europeos Next Generation, Gobierno central o de los Presupuestos Generales de la Junta. La cantidad de dicho proyecto oscila sobre los 11.000.000 euros, siendo la primera vez que tanto la 7ª y la 8ª fase se contempla en dicho presupuesto de la Junta”, añade la presidenta de la AVV. “La complejidad del proyecto vendría por la reparcelación no contemplada en el PGOU actual. Si bien la Junta de Andalucía se comprometió con los vecinos y con la propia asociación de vecinos a hacerles llegar tanto el proyecto definitivo como toda la información referentes a ambas fases. La AVV Claridad Cerro del Moro se compromete a seguir trabajando por el bienestar de los vecinos y por unas viviendas dignas”, concluye Candelaria.
Pese a la total indefinición de la financiación del proyecto y de sus detalles, la presidenta de la AVV manifiesta a este periódico su confianza en el compromiso actual del Gobierno andaluz y su preocupación, por otro lado, por la “modificación no sustancial” del PGOU que parece ser que necesita. “Un trámite que podría haber acordado la Junta de Gobierno Local y que, según nos informan desde Urbanismo, tendrá que ir al Pleno del próximo mes de septiembre”, explica Candelaria mientras muestra un dosier fotográfico de sus encuentros con políticos y autoridades de uno y otro signo. “Estoy dispuesta a llegar a donde sea”, asegura, adelantando su intención de entrevistarse en breve con Juanma Moreno y “con quien haga falta”. De hecho, asegura que ya ha mantenido contactos con todas las fuerzas políticas con representación en el Parlamento Andaluz.
La presidenta da mucha relevancia al estudio de la situación socieconómica de los vecinos afectados que se realizó desde la asociación en plena pandemia y de todas las gestiones anteriores, que llevaron el caso del Cerro del Moro hasta el Defensor del Pueblo Andaluz, después de pasar por el Ayuntamiento, por varios delegados territoriales y consejeros.
“En 2018, justo antes de las elecciones hubo un acto institucional, una especie de gala, en la que nos dijeron que ya estaba todo solucionado, sólo pendiente de la firma de un documento, del que en el último momento dejaron fuera a la asociación”, recuerda Candelaria, quien asegura no haber dejado de trabajar exigiendo que la Junta cumpla su compromiso desde que llegó a presidir la asociación en 2014. “Al venderse como se vendió, yo creí entonces que esto se iba a hacer, las ilusiones eran tremendas, pero no fue así. Ahora vuelvo a tener confianza en la Junta porque han cumplido con el compromiso de la demolición”, afirma.
Cuando se le pregunta si en esta ocasión la Junta ha dado un plazo concreto para el arranque de las obras, Candelaria responde que no, que “sólo están pendientes de una firma por parte del Ayuntamiento”. Sin embargo, vecinos afectados consultados por este periódico aseguran que en aquella reunión sí que se hizo alguna estimación: teniendo en cuenta los trámites previos necesarios, tanto urbanísticos como de financiación, las viviendas no estarían antes de cuatro o cinco años. Porque uno de los principales problemas de fondo en el Cerro del Moro es que los pisos, que fueron públicos, pasaron a ser propiedad de los vecinos, que se los compraron a la Junta después de décadas de abandono y nulo mantenimiento, salvo algunas obras de emergencia.
“Llevamos treinta años esperando”, dice Rafael, de 56 años, que vive desde que nació en uno de los últimos pisos de Batalla del Callao 8. Cincuenta metros cuadrados escasos que comparte con su mujer y su hijo de 20. Los techos de su casa están blancos inmaculados a fuerza de un mantenimiento constante. Pero el del descansillo, que también lo arregla como puede, evidencia el desastroso estado en el que se encuentra el tejado. Hasta parte de las vigas están al descubierto. Y a la azotea no se puede acceder más que por una trampilla, de manera que no sabe exactamente cómo está pero deduce cómo está. “Temo que un día haya una desgracia, sobre todo cuando en invierno pegan con fuerza los temporales”, confiesa. “En principio íbamos a ser los primeros en realojarnos, pero, por h o por b, hubo un cambio: la iglesia se ubicó en el bajo de un bloque de Alcalde Blázquez y nos dejaron para el final. Y ya estamos hartos. En estas casas la convivencia familiar es muy difícil en tan pocos metros cuadrados”, cuenta mostrando la cocina y el baño, que tienen el tamaño de un par de antiguas cabinas de teléfono. En la cama de matrimonio tienen que subirse por los pies, porque no hay espacio para hacerlo por los laterales.
“Yo ahora le doy un voto de confianza a la Junta porque cumplió con la demolición, pero lo que hay entre nosotros es desesperación, porque desde entonces no vemos avances. Y lo queremos es ver ya una grúa en ese solar”, dice Rafael. “Esto lo construyeron en 1956 con los peores materiales para 25 o 30 años y ya llevamos 66”, lamenta.
“Estamos ya muy quemados, pero conservamos la ilusión de disfrutar algún día de una casa nueva, porque lo último que se pierde es la ilusión”, dice Carmen, vecina del tercero del mismo portal. “Nos dan la esperanza de que en cinco años podríamos tenerla, pero, claro, llevamos 30 años esperando”.
“Yo creo que hasta que no haya una desgracia gorda no va ser, que ya ha habido algunos accidentes. Un trozo de cornisa de mi balcón se cayó. Y otro de una junta de dilatación entre edificios, que tuvieron que venir los bomberos. Gracias a Dios no hubo daños personales, pero ¿a qué están esperando? ¿a que haya una desgracia?”.
“La vecina de enfrente está de cucarachas hasta aquí”, comenta Carmen mientras abre la puerta de su casa. “Aquí, está al lado del termo. Parece que va salir un alien”, dice indignada. Es una protuberancia de aspecto viscoso que brota justo encima de la vitrocerámica, donde reposa un plato de acedías. “Es el bajante principal, que está hecho una mierda. Yeso que mi marido procura arreglar la pared todos los años... Tengo grietas en el dormitorio y en el techo de la terraza, pero hay pisos que están peor. Esto es tremendo”, lamenta.
“En la reunión nos dijeron que están pendientes de una firma del Ayuntamiento y de encontrar financiación. Y eso que cuando nos reunimos en febrero del año pasado con la abogada de AVRA se suponía que el dinero estaba. Y ahora nos dicen que hay que buscar la financiación. Siempre pasa lo mismo: nos dicen que ya casi está todo y cuando nos reúnen, que si falta una firma, que si no está el dinero”, se queja Carmen.
“¿Irnos de realojo? En la reunión del viernes lo planteó con mucha tensión una vecina. Pero yo digo, si ya tenemos el terreno... Además, la mayoría de los que se han ido no han vuelto. Y mi marido lleva aquí 54 años, yo 31, desde que me casé. Yo estoy hecha al barrio. Mis hijos han nacido aquí... yo no lo veo”.
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