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"La buena imagen que tenía antes de entrar en el Cádiz la he perdido"

Charlamos con Antonio Muñoz Vera, empresario fundador de Supersol, propietario del aceite Capricho Andaluz, antiguo mecenas del Carnaval y, sobre todo, exdueño del Cádiz

El empresario Antonio Muñoz Vera posa con la playa Victoria a su espalda.
Melchor Mateo

17 de febrero 2013 - 01:00

A Antonio Muñoz Vera (Doña Mencía, Córdoba, 1945) se le conoce en la capital gaditana sobre todo por los años en los que ha sido máximo accionista del Cádiz. Ese período largo ha ensombrecido su extensa trayectoria como empresario surgido desde abajo, desde el puesto de botones en una empresa de su tierra natal con tan solo 12 años. Hoy en día intenta vivir en el segundo plano que el Cádiz no le ha permitido durante muchos años. En el Hotel Playa Victoria, en una tableta digital sigue el estado de sus empresas.

-Tenía entendido que usted era de los empresarios a la vieja usanza, de los que hacía las cuentas en papel y que no utilizaba nuevas tecnologías como las tabletas.

-Es verdad que yo uso mucho el bolígrafo y hago muchas cuentas de cabeza y a mano pero hay que evolucionar al ritmo que nos ha marcado los mercados. Hoy ya uno no sale de casa sin la tablet. Una vez que te habitúas a ello es difícil volver atrás. Gracias a ella estoy conectado a la empresa y a los clientes y me pueden mandar determinados documentos e información para tomar cualquier decisión.

-Hoy si un niño de 12 años trabaja, como lo hizo usted de botones en la empresa Crismona en Doña Mencía, los padres se pueden meter en un serio problema.

-Eran otros tiempos. Que un niño se dedicara a cobrar las letras hoy sería impensable. La vez que más cobré fueron 165.000 pesetas del año 58 y recuerdo que recorrí todo el pueblo con ese dinero. Nunca tuve problemas, a pesar de que la gente sabía de que era el cobrador.

-¿Usted es de esas personas que huelen el dinero?

-Yo no creo en lo de oler el dinero. A los 16 años me gustaba la idea de tener mi propia empresa y lo hice. En aquella España se podía poner un negocio sin dinero. Creo que más bien lo importante es la intuición.

-Como por ejemplo la de poner un hipermercado en Cádiz cuando estos casi no existían.

-A los tres años de comprar Hipercádiz a Pepe Soriano me vine a Cádiz para dirigirlo y ahí fue cuando empezó a evolucionar. Era el más importante de la ciudad y tenía una imagen muy buena. Fue el establecimiento que vendía más por metro cuadrado a nivel nacional y que facturaba más por persona. Recuerdo que había siempre colas. Curiosamente, quisimos ampliar el negocio, pero todos los locales de los alrededores estaban ocupados. Hoy están vacíos.

-¿Vendió en el momento justo y adecuado Hipercádiz?

-Eso nunca se sabe. Ahora me arrepiento. Luis Cuervas vendió su parte y entraron en la sociedad los hermanos Acosta y yo también ejercía de director. Los tres fuimos los que le dimos auge. Ahí fue cuando decidimos implantar los supermercados de barrio y ya fue el gran crecimiento. Al principio cuando compramos teníamos cinco empleados y llegamos a tener 600. Por diversas circunstancias los hermanos Acosta quisieron vender y yo como no tenía capital les compré pero inmediatamente vendí esa parte a un grupo inversor. Estos después querían una expansión que yo no podía seguir y por eso me vi obligado a vender y empezar de nuevo. Si hubiera seguido a lo mejor después hubiera valido ocho o diez veces más.

-¿ Y qué opina cuando ahora se habla de reducciones de personal y las dificultades económicas que está pasando el grupo que usted fundó?

-Hombre, le tengo un cariño especial a Crismona, porque allí fue donde aprendí, y también a Supersol porque lo fundé junto a los hermanos Acosta. Le sigo teniendo mucho cariño. Han pasado años muy complicados pero parece que ahora lo están solucionando pero con reestructuraciones y eres que están afectando a personas que ya estaban conmigo. Yo siempre he procurado cuando hacía una venta que se mantuvieran los puestos de trabajo. Cuando yo estaba allí no había distinción entre empresarios y trabajadores, porque todos nos llevábamos muy bien.

-Tras vender Supersol dice que a empezar de nuevo, pero no es lo mismo cuando uno ha conseguido llenar la cartera.

-Pero es que ya eran otros tiempos. Quizás sea un equivocado pero cuando consigo ese dinero para mí lo más cómodo hubiera sido invertir en locales comerciales y naves pero en ese momento pensaba en mis hijos y no me gustaba que fueran rentistas. Ahí quizás sí que me equivocaba porque lo más fácil era al final de mes poner la mano y punto.

-Ahora como empresario del aceite, con dos hoteles en Cabra y Doña Mencía, ¿cómo le afecta la crisis a Antonio Muñoz?

-Pues como a todo el mundo, cuando no fluye el crédito nos afecta a todos. Vienen iniciativas y eres inquieto y no dejas de buscar cosas nuevas. Mi hijo Antonio ha heredado eso de mí. Algunas cosas salen y otras no. Por ejemplo nos metimos en la construcción y distribución de bebidas y nos fue mal. Ahora nos hemos integrado en el Grupo Borges y nos va a dar mucha fuerza a nivel internacional ya que su gran porcentaje de ventas está en la exportación.

-¿Sería capaz de calcular cuantos bombos de Carnaval o cuántos libretos promocionó desde Supersol?

-Muchos desde luego. Los primeros que vinieron a verme fueron Enrique Villegas, Antonio Alemania y Tito Iglesias para '15 piedras'. Fueron para ver si podía colaborar en publicidad y me ofrecieron el libreto o el bombo. Empecé con este porque pensé que podía ser más rentable. A partir de ahí casi todos los bombos llevaban la publicidad de Supersol y también lo hicimos con muchas ilegales. La cosa llegó a tanto que tuvimos que poner número como en el supermercado para los turnos y abrir un plazo de petición.

-¿Y en el Cádiz entra por devoción o por negocio?

-Si alguien piensa que entré en el Cádiz para hacer negocio está muy equivocado. Hubo un momento en que por circunstancias se pudo ganar pero luego todo lo que ha sido es perder dinero. Eso sí, era consciente de que me iba a costar dinero con la cantidad de cosas que he pagado de mi bolsillo y el tiempo que le he dedicado. Era consciente de que podía ocurrir y por eso no lo echo en cara, sino que lo asumo.

-Y con el Cádiz llegó la fama de pesetero.

-El que me conoce bien sabe que no soy pesetero. Una cosa es ser pesetero y otra muy distinta es ser responsable a la hora de administrar los recursos. Si no tenía dos euros, no me podía gastar dos euros pero cuando llegamos a Primera se me colgó un sambenito. Tengo muy claro que el fútbol debe autofinanciarse con lo que genera del fútbol y no con subvenciones, por eso teníamos que ser austeros. Ahora resulta que por lo que se me llamó pesetero todos los clubes deben cumplirlo por ley, es decir, no gastar más de lo que se tiene.

-Pero al final ese fama de pesetero ha calado.

-En Hipercádiz había cinco empleados cuando llegué y lo dejé con 600. En el Cádiz también sólo había tres empleados y después creamos muchos puestos de trabajo. Eso en una ciudad como Cádiz creo que es muy importante y eso no se me ha reconocido. No es que uno haga las cosas para que se le reconozca pero también ha habido gente que ha utilizado los momentos difíciles para atacar a gente que ha dado su vida por el Cádiz y que ha puesto en riesgo su patrimonio.

-¿Le cuesta trabajo salir a la calle?

-Para nada. Si la gente me para es para saludarme y muchos me dicen que se ha sido injusto conmigo.

-¿Le duele todo lo que se dice de usted?

-Claro que te duele pero no sólo por mí, sino por mi familia. Si las críticas son constructivas, las acepto, pero no las que van con mala fe.

-¿Se arrepiente de haber entrado en el Cádiz?

-No me arrepiento. Lo que sí me duele es lo que mi familia ha sufrido conmigo por esas críticas injustas. Hay veces que te haces la pregunta de si realmente tenía necesidad de esto. La imagen que tenía en la ciudad antes de entrar en el Cádiz la he perdido. Era un empresario muy reconocido aquí. El Cádiz me ha costado dinero y tiempo.

-¿Sigue al Cádiz cada domingo?

-Claro que sí. He estado cabreado con la situación que hemos pasado y por los resultados pero ahora la cosa empieza a ir mejor.

-Usted también ha sido caricaturizado en algunos programas de radio. ¿Ha escuchado las imitaciones? ¿Le desagradan?

-Una vez la escuché pero no me gustó. La verdad es que no me agrada.

-¿Es real la fama que le precede de ser un negociador muy duro?

-Qué va. Soy el que cedo ante cualquier cosa y si no que se lo pregunten a los que han comprado el Cádiz. Hombre, si quieren que comulgue con ruedas de molino, soy duro de roer. Yo con los representantes no era duro pero sí dejaba claro hasta donde podía llegar.

-Usted no estaba destinado a ser empresario. Cuando empieza en los negocios con el cine, ¿pensó en algún momento que iba a prosperar de la manera que lo ha hecho?

-La verdad es que no. Yo procedía de una familia humilde y estaba en un pueblo rural donde los niños estaban abocados a trabajar en la agricultura. Nunca pensé que iba a tener la suerte de entrar en Crismona y que me promocionarían. Luego por esa inquietud que he tenido siempre me he ido embarcando en proyectos donde muchas veces hemos buscado más la creación de puestos de trabajo que la propia rentabilidad. Eso en los momentos actuales se paga pero me siento muy satisfecho de todo lo que he hecho.

-Pero no hay empresario que no tenga en su historial despidos.

-Pues afortunadamente no soy de las personas que he tenido que despedir a mucha gente. Siempre he tratado por todos los medios de dejar a la gente en la mejor situación posible. Por ejemplo, cuando finiquité la empresa de distribución intenté por todos los medios que la nueva empresa se quedara con los trabajadores. En Capricho Andaluz hemos tenido ofertas para ganar mucho dinero de compañías que lo que querían era la marca y desmantelar la fábrica pero nosotros siempre hemos querido otras soluciones. Esta es una obligación del empresario, al menos como yo lo pienso, aunque a veces no quede más remedio que reducir.

-¿Y en esa mentalidad ha tenido algo que ver que haya salido usted de la nada o, mejor dicho, desde abajo?

-Siempre me he considerado un trabajador. Ahora que vemos que por todos lados hay reducciones de plantillas, de salarios, etcétera, tengo que decir que yo estuve trabajando 14 meses gratis hasta que no me dieron de alta con 14 años, que era la edad legal. Eso se puede ver hoy en día como una explotación pero yo no lo sentía por que era lo que había entonces y me tuve que adaptar a ello y siempre estuve agradecido de la oportunidad que se me dio. Sin embargo, los tiempos no son los mismos y tengo claro que lo conseguido por el trabajador no se debe perder. Lo que no me gustaría es que estas reformas sirvan para que empresarios desaprensivos las utilicen para explotar a su personal. Eso no es ser empresario sino ser un explotador.

-¿Cree realmente que la cosa va a mejorar?

-Quiero pensar que a partir del año que viene va a ir mejorando la cosa porque si no va a ser insoportable. ¿Que las medidas que se han tomado han podido ser necesarias? Pues posiblemente, pero lo que no puede es seguir aumentando el paro. Más paro significa menos consumo y que vaya aumentando el desempleo. Además, el crédito tiene que empezar a fluir.

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