"Tengo buenos amigos y también enemigos"
Manuel González Piñero, de concejal de Cultura en el primer Ayuntamiento democrático a delegado de Turismo de la Junta de Andalucía, tras pasar por Astilleros.
S i en Cádiz estar en una letra de Carnaval supone entrar en la historia local, Manuel González Piñero lo está desde que en 1985 el coro 'El callejón de los negros', segundo premio de la modalidad en el concurso de ese año, de Antonio Segura, Quico Zamora y Julio Pardo, le dedicara un cuplé relacionándolo con la inolvidable Rocío Jurado, que era la pregonera de la fiesta.
- Usted nació precisamente un Lunes de Carnaval.
- Creo que era Lunes de Carnaval, fue el 20 de febrero de 1950, en la calle Barrocal 7 y 9, donde vivían mis padres, Francisco y Carmen, con mis abuelos paternos. Yo fui el mayor de cinco hermanos, todos varones, de los que vivimos tres. Mi padre era ordenanza de la factoría de Astilleros de Cádiz, donde se jubiló de conserje, y como éramos muchos en casa los viernes, sábados y domingos se buscaba un sobresueldo como camarero en el Club Náutico.
-¿Qué recuerdos conserva de su niñez?
- Cuando cumplí cuatro años mis padres me apuntaron en una academia, una 'miga' que se decía antes, que había en la calle Compañía, frente a la calle Arbolí, que llevaban doña Carmen y doña Antonia de la Varga. Allí estuve hasta los siete años, que pasé al colegio La Salle-Mirandilla, donde estuve concretamente en la clase de don Francisco Devesa. Pero a mis padres le dieron un piso de los primeros grupos de Astilleros en la calle García de Sola y nos mudamos allí, porque en la calle Barrocal no cabíamos tanto. Por ese motivo pasé de la Mirandilla al colegio de los Salesianos, donde estuve hasta los 13 años.
-Incluso estuvo en el aspirantazgo para pertenecer a la congregación salesiana.
- En 1963 entré en el aspirantazgo salesiano en La Palma del Condado (Huelva), donde cursé el primer año de Bachiller de Humanidades Clásicas y casi medio segundo. Volví a Cádiz, entré en el Instituto Columela y finalmente decidí dejar de estudiar y ponerme a trabajar, un error mío y también de mi padre por dejarme.
-Pero en aquellos años no era tan difícil encontrar un empleo
- Yo entré de meritorio en los talleres tipográficos del Instituto Hidrográfico, concretamente en el taller de huecograbado, en el que mi maestro fue Eduardo Geneiro, que luego trabajó en el Diario. Allí ni cobrábamos, ni estábamos dados de alta, un día me corté con una cizalla la yema del dedo corazón de la mano izquierda, me llevaron a curarme al Hospital Militar de San Carlos, en San Fernando, y a partir de entonces nos dieron de alta a todos los meritorios. Después, con 16 años entré a trabajar en la oficina de una contrata de Astilleros, donde cobraba por semana y entregaba el sobre a mi madre, que me daba para mis gastos y desde entonces me empecé a comprar mi tabaco con mi dinero. Además por la noche estudiaba Maestría Industrial.
- Finalmente entró a trabajar en la misma empresa en la que siempre estuvo su padre.
- En Astilleros convocaron unas plazas de delineante, me preparé recibiendo clases de dibujo y de inglés para poder presentarme y gané una de ellas. Entré a trabajar como calcador y más tarde pasé a delineante de segunda. Entre mis compañeros estaban Ramón Velázquez y Paco Roca. Era el año 1967 y allí estuve hasta 1982, cuando pasé a los Fondos de Promoción de Empleo con motivo de la primera remodelación del sector naval, hasta diciembre de 1987.
-Con un empleo fijo también decidió casarse pronto.
- Un año antes había terminado el servicio militar, que cumplí en la Marina, destinado precisamente en el Instituto Hidrográfico, y me casé con Margarita Gallo Pérez el 6 de octubre de 1972, víspera de la fiesta de la Patrona de Cádiz, la Virgen del Rosario. Nos casó en la parroquia de Santa Cruz el padre Marcelino Martín, al que los dos le teníamos mucho cariño. Ella trabajaba en el Instituto de San Severiano y nos fuimos a vivir a la plaza de San Juan de Dios, donde seguimos. Al año siguiente, en el mes de julio, nació nuestra hija Regina, que también ha estado en la academia de doña Carmen de la Varga y que ha estudiado Historia.
- Tuvieron además un grupo de baile muy conocido en su momento.
-Margara dirigía el grupo de danza de la Obra Sindical, que llevaba Carmen Velázquez, hermana de Ramón, que pasó a depender después al Instituto Social de Tiempo Libre, que dirigía Ana María Martell, naciendo así Andalucía 2. Gracias al grupo hemos viajado mucho, incluyendo la participación en una Feria Internacional del Vino en México D.F., donde estuvimos 28 días, además de conocer Marruecos, Portugal y toda España.
-¿El flamenco también es una de sus pasiones?
- Fui socio fundador de la peña flamenca Enrique El Mellizo. Conservo unos 1.400 títulos, porque los discos de pizarra ya los he donado al Centro Andaluz de Flamenco. Los libros también se los quiero dejar a alguna institución gaditana que sea solvente para que los conserve, pero cuando yo me vaya.
- Por cierto, siempre ha dicho que nunca cobró en sus dos etapas como concejal del Ayuntamiento
- No recibí sueldo alguno durante los ocho años en los que fui concejal. De 1979 a 1983 se me pagaban las horas de salida de la factoría y de 1983 a 1987, unas dietas de 69.000 pesetas.
- ¿Cuándo decidió entrar en política?
- A finales de los años 60 pertenecí a la Vanguardia Obrera, movimiento de los jesuitas que tenía su sede en la calle Santiago y que llevaba el padre Marín. Luego frecuenté el Centro de Cultura Popular Andaluza, donde estaba Juan José Gelos, y también participé en el Congreso de Cultura Andaluza con Isabel Dema, Jesús Fernández Palacios y José Ramón Ripoll. Recuerdo que Isabel consiguió que Evaristo Cantero, entonces director de Radio Juventud, nos dejara un espacio de media hora semanal del que me hice cargo. Después entré en contacto con Maribel Hernández de las Heras, Armando Ruiz Riera, Antonio Ibáñez, Fernando Santiago y Alfonso Villa, que eran del PSA, partido que hizo un pacto con el PSP, en el que estaban, entre otros, Manuel Castro y José Antonio Cano, para las primeras elecciones generales, encabezando la lista el Congreso por Cádiz Alejandro Rojas-Marcos.
-Pero más adelante llegó a formar parte del primer Ayuntamiento democrático.
- En las primeras elecciones democráticas de 1979, que se celebraron en el mes de abril, me pusieron el número seis en la candidatura del PSA, que encabezaba Armando Ruiz y que logró cuatro concejales. Yo estaba dispuesto a colaborar sobre todo en temas culturales, pero en el mes de agosto dejaron sus concejalías Inocencio León Cantero y José Sáez Balagué, por lo que una me correspondió a mí. Por cierto que no tome posesión como nuevo edil hasta el mes de septiembre, que fue cuando volví de México con el grupo de danza Andalucía 2.
-¿Qué recuerda de aquella Delegación Municipal de Cultura que se encontraron?
- Ahora los políticos hablan mucho de la herencia que se encuentran. Entonces no había ni herencia. El Negociado de Cultura era un cuarto en el pasillo que va a Intervención y cuando yo me hice cargo ya se habían agotado los 2.500.000 pesetas, que era el presupuesto del año, organizando un acto con motivo de la Cuaresma titulado Proceso a Jesús. Estaba la Cátedra Adolfo de Castro, el grupo de baile del mismo nombre y el director de Archivos, Bibliotecas y Museos, que era don Guillermo Pérez, no tenía ni para bolígrafos.
-¿Ante esa situación, qué decisión tomó entonces?
- Lo primero fue ubicar la Delegación en la calle Isabel La Católica y luego convocar a todas las instituciones culturales de la ciudad, desde el Ateneo a las peñas culturales, pasando por los cine clubs, a los que solicité voluntarios para trabajar gratis en una comisión ciudadana de cultura. Recuerdo que organizamos unas jornadas sobre Andalucía, en la que hasta los carteles fueron gratis, que abrió la Orquesta Andaluza de Tetuán, que logramos que viniera a Cádiz por mediación del entonces presidente de los armadores de pesca, Arturo Castaño, y que clausuró Antonio Gala, mientras que en el resto de la programación se incluían películas de Gonzalo García Pelayo y participó Salvador Távora, entre otros. Más adelante, en 1980, se creó la Fundación Municipal de Cultura para poder gestionar todas las actividades.
-¿Por qué se produce su salida del PSA y su posterior incorporación al PSOE?
- Yo estaba en el grupo que encabezó Pedro Pacheco que pidió a Alejandro Rojas-Marcos que dejara su escaño y el PSA después de que pactara con Rodolfo Martín Villa la autonomía andaluza, tras perder el 28-F de 1980 el acceso a la misma a través del artículo 151 de la Constitución. En el posterior congreso extraordinario del partido celebrado en Sevilla, que ganó Rojas-Marcos, nos decapitaron a los que les habíamos sido hostiles. Yo decidí abandonar el partido, pero seguí en el Ayuntamiento, formando parte del grupo municipal del PSA como independiente y viviendo de mi trabajo en Astilleros. A finales de 1982 Alfonso Perales me convenció para que fuera en la lista del PSOE para las municipales del año siguiente, que encabezaba de nuevo Carlos Díaz, y salí elegido concejal, haciéndome cargo de las delegaciones de Cultura, Fiestas y Turismo. Tres años más tardes en 1986, me afilié al PSOE, apadrinado por Alfonso Perales y Fernando Suárez.
- Asumir la delegación municipal de Fiestas supongo que, además de una novedad, fue todo un reto.
- Yo ya había colaborado con la delegación en la anterior Corporación Municipal, cuando José Mena estaba al frente de la misma, ya que formaba parte de la comisión ciudadana de Fiestas, y que creó entre otros el pregón del Carnaval, con el que pronunció Fernando Quiñones en 1980. Pero faltaba reglamentar el Carnaval, ya que entonces se empezaba a organizar después de Reyes, colapsando todo el Ayuntamiento, el único previsor era León, que era el carrocero de las dos cabalgatas. Por eso organizamos el Seminario del Carnaval, que se celebró en el colegio La Salle-Viña, que el Carnaval no fuera sólo disfraces y letras sin censura, sino una fiesta viva, para lo que era imprescindible desde la investigación a las propuestas de los colectivos implicados.
- Y llegó 1987, ese año se acabo su periodo como concejal y pasó a la Diputación como director del patronato de Cultura. ¿Qué recuerda de aquellos años en el Consistorio?
- Yo disfruté mucho durante esos años en los que ejercí como concejal. De esa época conservo muy buenos amigos y también buenos enemigos porque, como dijo a Mark Twain, el que diga que es amigo de todo el mundo no es amigo mío. En 1987 Alfonso Perales me comunicó que no repetía en la lista socialista, pero que iba hacerme cargo de la dirección del Patronato de Cultura de la Diputación. Allí montamos la Fundación de Cultura y la Rafael Alberti.
- Ahí le tocó traer nada menos que el legado de Rafael Alberti.
- Aquello terminó mal, porque hubo muchos intereses y culpables, sobre todo María Asunción Mateo, todo lo contrario de Beatriz Amposta en Roma. El legado siempre se trajo para que, una vez catalogado, fuera al Puerto de Santa María, no hacía falta ningún show como los que se montaron entonces. Yo sé lo que traje, pero no sé nada más; por eso repito la frase de San Francisco de Borja: "No quiero ya servir a Señor que se me pueda morir".
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