El buscavidas 'palmero' que muere en La Viña

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Antonio Lucero Fuentes regentó durante 20 años El Palco, un bar de copas en la calle Cánovas del Castillo que fue referente en las noches gaditanas

Antonio Lucero en la plaza de San Severiano ante la cafetería Bolonia, que regenta su hijo Alejandro. / Jesús Marín
J. M. Sánchez Reyes

06 de mayo 2018 - 01:33

Antonio Lucero se define como "un buscavidas que nació en el norte, La Viña, creció en el sur, la avenida, pero nunca perdió el norte". Quiere decir que jamás extravió el contacto con su barrio. De hecho, asegura que no pasa un día de los 365 que no se acerque por el entorno viñero. Allí nació fruto del amor de sus padres, asidonenses que buscaban en la capital su futuro. "Mi padre y sus diez hermanos, los Lucero, se vinieron escalonadamente y acabaron regentando bares como el Sainz, el Lucero, el Bahía, el Compostela o el Serrallo. Mi padre compró el bar Sancho, en la avenida, en 1960", cuenta.

Con el tiempo, Antonio llegó también a trabajar tras un mostrador. Pero no fue algo inmediato. Primero lo hizo en Dragados y luego montó una empresa de construcción e inmobiliaria que cerró en 1999. Además de trabajar en el bar de la familia, el Sancho, Antonio abrió dos años antes, en 1997, en la calle Cánovas del Castillo, un lugar de culto en la noche gaditana: El Palco. "Días antes de inaugurarlo no tenía nombre para el bar. Y fue en una reunión en el Veedor con gente del Diario como Ignacio Valdés, Pérez Sauci, Emilio López y Curro Orgambides cuando surgió el nombre. Yo no quería un nombre caleti pero sí gaditano. Y Orgambides propuso El Palco, que sonaba a palco del Falla, del Carranza o del Palillero. Y se quedó", relata. El bar se convirtió en sitio de reunión para muchos gaditanos. "Alli paraban cofrades, carnavaleros, políticos, artistas...", cuenta Antonio. Un bar que se vestía de Carnaval en sus fechas y que el Domingo de Piñata olía ya a incienso, torrijas y arroz con leche.

"La obligación de cerrar a las tres de la madrugada, la Ley antitabaco y la crisis acabaron con El Palco"

El negocio tuvo "sus luces y sombras como todos los negocios", conociendo "lo mejor y lo peor de Cádiz". Secretos inconfensables de noches durante 20 años que se llevará a la tumba. Como también se llevará "muy buenos amigos que en ocasiones que los necesité me echaron buenos cables". La clave para bregar con la clientela fue el "autocontrol". Para ello se obligaba a estar "siempre fresco" y no probaba "productos marroquíes o de Colombia". Entre las anécdotas, la noche en la que Felipe González dio en Cádiz una conferencia y su séquito socialista acabó en El Palco, aunque sin el ex presidente del Gobierno, que se había retirado a sus aposentos. "Eran unos veinte del PSOE y cuando dieron las tres de la madrugada anuncié que iba a cerrar. Se sorprendieron. No lo entendían porque decían que estaban a gusto y que no había razón para irse. Se quedaron cortados cuando les recordé que ellos mismos había aprobado la Ley que cerraba los bares a las tres", apunta. Precisamente "los nuevos horarios, la Ley Antitabaco y la crisis" fueron, a juicio de Antonio, definitivos para que El Palco cerrase sus puertas en 2017.

Ahora se dedica a asesorar a su hijo Alejandro, que desde hace seis meses regenta la cafetería-cervecería Bolonia, un establecimiento, en la plaza de San Severiano, que hace unos años era del grupo La Gloria. Bolonia es un homenaje al hijo mayor de Antonio, Manuel, que acabó la carrera de Geofísica en la ciudad italiana del mismo nombre.

Al margen de sus aventuras hosteleras, Antonio Lucero es palmero de cuna. "Mi padre se hizo amigo de Ángel Gutiérrez de la Mora, histórico de la cofradía de La Palma, que fue mi padrino en el bautizo allí en la iglesia viñera. Después de esto nos fuimos vinculando los Lucero a la hermandad", explica. Antonio fue hermano mayor entre 1991 y 1998. "Fue un honor, pero juré y perjuré que no iba a tener nunca más cargos cofrades. Había un problema en mi empresa y otro en La Palma y me iba antes a la cofradía", reconoce. Estima que su etapa al frente de la cofradía "fue fructífera". Habla de la Palmamanía, como denominó el cofrade Manolo Picón "a un brutal aumento del número de hermanos, casi 4.000". En tiempos de su "pontificado", nombre con guasa que también se debe a Picón, la hermandad encargó al tallista sevillano Antonio Martín el hermoso paso que muchos años después La Palma ya luce dorado casi al completo. Presume de que en sus ocho años de mandato Cádiz tuvo dos alcaldes y dos obispos. Ahora no procesiona, pero cada Lunes Santo acompaña al cortejo "atento para lo que haga falta". Sobre el estado de salud de la corporación viñera, Lucero concluye asegurando que está "en un buen momento" después de algunos años de inestabilidad.

Nació encima de 'El Manteca'

Nació en marzo de 1958 encima de la taberna Manteca cuando esa calle, desde la Cruz Verde hasta la pared de Valcárcel, se llamaba Mariana Pineda. Sus padres vinieron desde Medina Sidonia para buscar un futuro, al igual que toda la familia Lucero. El padre de Antonio compró el bar Sancho en la avenida en 1960. A los tres años, el entrevistado ya estaba viviendo encima del bar. Estudió en Salesianos y el Columela y su primer trabajo fue en Dragados. Luego montó una empresa de construcción e inmobiliaria que cerró en 1999. Dos años antes abrió en la calle Cánovas del Castillo el bar de copas El Palco, lugar de encuentro de muchos noctámbulos hasta que cerró en 2017. Ahora asesora a su hijo Alejandro, que regenta en la plaza de San Severiano la cafetería-cervecería Bolonia. Está casado con Mercedes López. Tienen tres hijos. El mayor, Manuel, y dos mellizos, Alejandro y José Antonio.

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