Los lamentos del Castillo de San Sebastián
Cádiz oculto
Lamentos, susurros, gritos, una mano en el hombro... Un resumen de los relatos que cuentan historias misteriosas que tienen como escenario la fortaleza caletera
Hace unos años, un familiar, hoy por desgracia fallecido, me comentó que alguien en la Caleta había oído unos lamentos procedentes de las mazmorras del castillo.
—¿Lamentos o gemidos? —pregunté yo—. Mira que en la soledad de esa zona no es de extrañar que haya parejitas dándole que te pego…
—Hombre, él decía que lamentos… Ya no sé yo…
Más tarde, el testigo, que no quiso identificarse para que no le tomaran “por carajote”, según sus propias palabras, me contó la situación: “No sé qué serían esos gritos, pero yo los he oído alguna vez que he ido a coger cangrejos moros, bien tempranito por la mañana y sin que aquí hubiera nadie. Al principio creí que alguien se había metido y no podía salir, pero era muy raro: me acercaba al castillo, a un boquete grande del que parecían salir los gritos, llamaba a ver si alguien estaba atrapado y los gritos cesaban, me alejaba y a la mijita volvían a oírse. No podían ser de un animal. Eran gritos humanos, como de alguien que lo estaba pasando mal o al que estaban haciéndoselo pasar fatal, mejor dicho, porque además digo yo que en el castillo ha estado presa mucha gente y bien no lo debieron haber pasado en aquellos tiempos. No había ni gota de viento ese día, esto te lo puedo asegurar. Además, que no era un silbido ni nada de eso, era como una voz humana. Yo no entendía lo que decía, solo gritaba”.
Muy posiblemente no fuesen lamentos, tampoco gemidos de placer, sino el sonido del viento al colarse por las oquedades de la fortaleza y que, en ocasiones, se puede asemejar a la voz humana. No hace falta que salte una tempestad para que se produzcan esos sonidos, basta con una racha de aire caprichosa. De todos modos, quien así relata su experiencia no es la única persona que ha podido oír esas quejas, como tampoco es este el único suceso presuntamente paranormal relacionado con el castillo. Un hombre, al que llamaremos M. (es la inicial de su verdadero nombre), porque también quiere permanecer en el anonimato, me narró un suceso que él mismo había protagonizado cuando hizo allí el servicio militar en 1991.
Una noche, según relato de M., un golpe muy fuerte lo sobresaltó y el perro que tenían comenzó a ponerse muy nervioso. El hombre salió a inspeccionar acompañado del animal y de un artillero, pero no encontraron nada, aunque volvieron a oír un estruendo. Antes de desistir, M. decidió inspeccionar solo una dependencia ruinosa, que estaba completamente a oscuras y en la que nunca antes había entrado. Cuando dio seis o siete pasos, algo que él describe como una “mano caliente” le golpeó en el hombro a la par que oyó claramente “no sigas y date la vuelta”. Aterrado, así lo hizo. Se marchó, y, a la mañana siguiente, un suboficial que se había enterado de su relato le dijo que lo acompañara. El suboficial condujo a nuestro testigo de nuevo a aquella estancia, ya algo iluminada por el sol, y M. pudo comprobar que, apenas unos pasos delante de donde aquella ‘mano’ le detuvo, se encontraba un boquete y al fondo una gran cantidad de vigas rotas. De haber continuado, M. se habría precipitado al vacío. Lo que fuera que le habló la noche anterior le había evitado un accidente quizás trágico.
Han sucedido más historias para no dormir en el castillo de San Sebastián, como en cierta ocasión en la que un cabo primero estaba duchándose y oyó risas, jolgorio, el sonido del billar en la habitación de al lado, pero, al ir a comprobarlo, no había absolutamente nadie y las bolas de la mesa estaban guardadas. Por último, una sola mención a un elefante rosa. Os animo a que lo busquéis en el extenso apartado que dedico al castillo de San Sebastián en Cádiz oculto 2. Sí, sí, un elefante rosa. Ahí lo dejo.
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