El extraño caso del portugués errante de la bici musical
Personas viviendo en la calle | Cádiz
Preocupación entre vecinos del centro por un hombre que dormía en Santa Bárbara
Su medio de vida apareció abandonado y quemado, sin rastro de él
Cádiz/Para algunos en Cádiz, la idea de vecindad se escapa de los zaguanes de sus casas e incluye a quienes, por cosas de la vida, se ven obligados a vivir en la dura calle. Al final de la semana pasada, varios miembros de esta selecta minoría gaditana echaron en falta a un singular vecino de la calle Ancha, San Antonio, la Alameda y, últimamente, del Paseo de Santa Bárbara.
Si frecuentan esos lugares, seguro que lo habrán visto en más de una ocasión. Resulta inconfundible: Un hombre educado y afable de unos cuarenta y muchos años montado en una sicodélica bicicleta, con una calavera de broma como mascarón de proa y una bandera de Portugal a popa, que arrastraba un remolque con luces y un equipo de música alimentados por una placa solar. Con él amenizaba, sin molestar a nadie, mañanas y tardes, tan solo a cambio de unas monedas para comer, tal y como reconocía –para qué más explicaciones– en la caja de su artefacto rodante.
Unos días sonaba Julio Iglesias –hay quien adora a Julio Iglesias–, otro los Dire Straits y el tercero, Jeniffer Rush, en una selección muy personal de compactos, claramente rescatada de los 80 y los 70, con algunas incursiones en los 60 y en la música infantil. Parecía ser la banda sonora de su vida. Todo a un volumen razonable y a horas que no parecían perturbar a nadie y sí agradar a pequeños y mayores.
La preocupación llegó cuando dos vecinos de la Alameda descubrieron el domingo pasado, durante su paseo por Santa Bárbara, la bicicleta abandonada y desmontada y el remolque, con toda su parafernalia, quemado, en el recinto de entrada al parking que últimamente usaba como dormitorio. Los dos estuvieron recabando pistas, pero ni rastro de él. También lo echaron de menos en el comedor que mantiene abierto Calor en la Noche en la calle Regimiento de Infantería, a donde acudía a desayunar desde hace más de dos años, siempre con una actitud equilibrada y afable.
El caso llegó a oídos de dos redactores de este periódico a partir de fuentes distintas, acompañado de varias interpretaciones del suceso entre las que imperaba una: puede que el portugués errante de la bici musical hubiese sido víctima de algún ataque por parte de algunos habitantes especialmente agresivos de la pérgola abandonada de Santa Bárbara. Ni en la Policía Local, ni en el hospital ni en los Servicios Sociales saben nada de él. Tampoco en otras asociaciones que se dedican a la atención de personas sin hogar. Es más, tampoco intervinieron los bomberos en el incendio de sus pertenencias.
No consta denuncia alguna por desaparición. Pero lo cierto es que a Fernando Manuel Suárez Bento, de 48 años de edad y nacionalidad portuguesa, ingeniero de profesión y melómano callejero de vocación, vecino en otros tiempos de las calles de Chiclana y San Fernando, le echan de menos en Cádiz.
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