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Hace unos días una pareja de extranjeros entra en una farmacia de la Avenida. A su hijo, de seis o siete años, le ha dado un golpe de calor. Le atienden, le dan agua, le refrescan y el pequeño se recupera pronto. Fuera no hace más de 27 grados de temperatura. Ese día en ciudades como Córdoba o Sevilla se superaron los 40. Afortunadamente para estos viajeros, se encontraban en Cádiz.
Este verano ha llegado cargado de olas de calor. Mucho más de lo habitual, teniendo en cuenta que estamos en verano. Julio ha terminado con temperaturas medias por encima de lo normal en la última década, en un proceso de degradación ante el avance del cambio climático. Los días de calor tórrido se han incrementado no solo en el sur de España, sino en buena parte del país y en media Europa.
Este brusco y continuado aumento de la temperatura ya se nota en el sector turístico, tan esencial para nuestra economía. Se están dando las primeras señales de búsqueda de destinos alternativos con temperaturas más frescas y asumibles, fundamentalmente en el norte del Europa. Se tiene claro en las empresas que repetir los días con cifras cercanas o superiores a los 40 grados acaba por estropear las vacaciones para muchos.
La situación de descontrol climático ha afectado incluso a ciudades costeras como Málaga, donde también se han repetido estas temperaturas extremas, por encima de los 40, que se han alargado incluso durante las horas de descanso nocturno.
Sin embargo, la ciudad de Cádiz ha aguantado, como una pequeña aldea gala, durante el mes de julio con temperaturas sustancialmente más agradables que en su entorno, hasta el punto de haber alcanzado cifras máximas similares a localidades del norte del país.
Es, al fin y al cabo, la idea de "Cádiz, la ciudad del clima ideal", que en la década de los cincuenta del pasado siglo comenzó a promocionarse.
Uno de los precursores de este concepto fue el periodista Francisco Rodríguez Plaza, que en 1954 edita la revista 'Cádiz, estación veraniega', con la que pretende vender las virtudes del estío gaditano.
"El verano gaditano no es caluroso. Las calles y las casas de Cádiz son, además las mejor preparadas de España para amortiguar y paliar lo rayos de sol (entonces extramuros aún estaba iniciando su urbanización). No hay una noche que no sea deliciosamente fresca y encantadora. No llueve apenas y los dáis estivales transcurrren totalmente despejados", escribía el periodista en el primer editorial de la publicación, que a los pocos años tuvo su continuidad ya fuera de la temporada de verano con 'Cádiz, estación de invierno'.
Ya puesto a defender las virtudes de la temperatura ideal de la ciudad, como la que durante décadas se anunciaba en la fachada del histórico Cine Gades, el primero que tuvo refrigeración en las salas de la ciudad, lo cierto es que en los últimos cincuenta años la temperatura media más alta en un mes de julio no ha pasado de los 27,2 grados, y la más baja ha descendido a los 21,9 (que se dio en 1983).
Para llegar a los 40 grados, tan normal este verano en muchos puntos del país, hay que retroceder al 19 de agosto de 1982, cuando el observatorio gaditano alcanzó los 43 grados.
Santander, una de las ciudades como capitales vascas o gallegas, que comienzan a beneficiarse del cambio de modelo del turismo de verano, tiene una media de temperatura en julio que ronda los 25 grados, apenas dos menos que en Cádiz.
Ya puestos, incluso en alguna noche del pasado julio ha sido necesario acudir a la rebeca como forma de protegerse ante el relente gaditano.
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