La derrota del castillo de Santa Catalina en Cádiz
La histórica fortificación de la capital necesita una urgente actuación en materia de mantenimiento y una apuesta por su uso cultural y turístico
El castillo de Santa Catalina, el ejemplo inalcanzable
Las gaviotas reinan en el castillo de Santa Catalina
El castillo de Santa Catalina de Cádiz es, junto a la Catedral, uno de los equipamientos más visitados en la ciudad.
En una ciudad como la nuestra, donde el patrimonio histórico ha estado tan limitado por derribos incontrolados en siglos pasados, en muchos casos para construir sobre las ruinas de nuestra propia historia, mantener en pie un castillo como el de Santa Catalina es, o por lo menos debería de ser, un tesoro a cuidar.
El pasado domingo, un día de esos luminosos en los que con el sol las virtudes y defectos de nuestra ciudad se ven con mayor claridad, dos turistas paseaban por el interior del castillo de Santa Catalina. Tenían el aspecto de una pareja británica, por lo para ellos visualizar castillos, palacios y similares debía de ser algo normal. La mueca de desagrado en sus rostros o bien era porque tenían un mal día o, peor, porque lo que estaban viendo, el estado de la fortificación, no era de su agrado.
Siendo Santa Catalina un referente para el turismo de la ciudad, además de uno de los equipamientos públicos con más salas de exposiciones y con un patio donde celebrar eventos al aire libre, su estado de revista deja mucho que desear.
En Santa Catalina se cumple la máxima de que lo que no se mantiene se estropea. En este caso no se podrá culpar de todo al anterior equipo de gobierno, poco dado a cuidar el patrimonio municipal. Hay cosas que no se pueden solventar de la noche a la mañana, pero encalar las paredes exteriores y eliminar los numerosos rastrojos visibles en el suelo sí se puede hacer con rapidez. Y tiempo ha habido desde el cambio de gobierno.
Un recorrido por todo el castillo traslada dos visiones al visitante. Por una parte, que se maltrata a uno de los referentes de la historia de la ciudad. La falta de mantenimiento es más que evidente.
Dejando a un lado los muros llenos de humedad, que reclaman un tratamiento especializados y, también varias manos de pintura, y el estado del suelo, con abundantes matojos por todas partes, con adoquines levantados o inexistentes, el conjunto ofrece otras imágenes de abandono.
Por lo pronto, esta semana sólo permanecía abierta la capilla y la exposición permanente dedicada a la Explosión de 1947. Una muestra que tendría que estar ubicada en un centro dedicado al recuerdo de esta catástrofe, y no en una sala de un castillo. El resto de las salas de exposiciones estaban vacías.
Cerradas estaban las dependencias que en su día se rehabilitaron para usar como pequeñas tiendas, ubicadas en una de las construcciones laterales en este conjunto, y que nunca han estado en funcionamiento.
La zona superior, que funciona como un gran balcón hacia el parque Genovés, también denota años de abandono, especialmente grave en el muro de protección y en la garita de seguridad, a la que no se puede acceder (como ocurre en otras fortificaciones) al estar ocupada por un foco de luz.
Tal vez el precario estado de esta zona tenga como objetivo evitar que el visitante se asome por la balaustrada. Si lo hace podrá ver el estado cercano a un estercolero en el que se ha convertido una parte del foso de la fortificación.
Cuando el conjunto se rehabilitó hace más de dos décadas, toda la zona se limpió y se recuperaron los fosos. La idea entonces era que el agua del mar accediese al mismo, para rodear todo el castillo. Evidentemente la buena intención no pasó de ser una idea nunca ejecutada.
El visitante recorre el castillo sin la posibilidad de conocer su historia. Como en buena parte de los equipamientos culturales y turísticos de la ciudad, falta información (y en otros idiomas, más) sobre el inmueble. Ni en papel ni en paneles. Uno se asoma y ve al fondo otro inmenso castillo (el de San Sebastián) y no sabe qué es. Y mira al balneario de la Palma, al edificio del antiguo hospicios y a otros referentes de nuestra ciudad, sin un mísero panel explicativo.
Falta una sala que informe sobre la historia del castillo
Tampoco se ha sabido aprovechar algunas de las salas que existen en el edificio principal de la construcción para montar un centro de interpretación del castillo de Santa Catalina.
En el conjunto es también problemático el acceso a personas con problemas de movilidad, aunque también es cierto que esta es una incidencia que se repite en medio mundo en este tipo de equipamientos construidos hace siglos.
Esta dejación que se extiende desde hace años por nuestro patrimonio histórico (mejor que el visitante no sepa que lo que hay al fondo es otro castillo, no vaya a querer visitarlo y se tope con sus puertas cerradas, como están desde hace cerca de diez años), supone una pérdida de ingresos para la ciudad.
Ingresos de un turista con ganas de conocer la ciudad que visita, y comprar recuerdos en su tienda de regalos (también inexistente); ingresos que se podrían obtener con el alquiler de las salas de exposiciones, más allá de las organizadas por el propio Ayuntamiento; ingresos por el alquiler de la propia fortificación para la celebración de eventos, conciertos, teatro o rodaje cinematográficos...
Como referencia positiva, la Demarcación de Costas está actuando sobre el lienzo exterior del castillo, lo que pone en todo caso más en evidencia el mal estado del interior.
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