El cementerio de Cádiz pasará a la historia cuando cumpla 225 años de vida
El inicio de la última fase de desalojo de los restos que aún quedan en el camposanto cierra la larga vida de este equipamiento
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Si las previsiones del Ayuntamiento de Cádiz se cumplen a lo largo de 2025 se habrá avanzado, e incluso concluido, en el complicado proceso de desalojo de todos los restos humanos que aún siguen enterrados en el camposanto gaditano.
Demolidas las cuarteladas y trasladados al mancomunado de Chiclana la mayor parte de los panteones existentes en este recinto, junto al final de los proyectos de recuperación de restos de personas fusiladas en el inicio de la Guerra Civil y de los bebés robados, aún queda por desalojar a quienes descansa bajo tierra. Todos en fosas comunes o en enterramientos sobre los que después se levantaron las cuarteladas.
No será este un proceso sencillo, pues supone manipular restos de miles de cuerpos lo que implica una operación extremadamente delicada, tanto en los trabajos de excavación en el cementerio gaditano como en el proceso de traslado y enterramiento en el mancomunado de Chiclana.
Todo ello estará listo, si nada se tuerce, el mismo año en el que el cementerio de San José de Cádiz cumpla 225 años de existencia, y acumule 33 desde que el 20 de enero de 1992 se procedió a la suspensión de nuevos enterramientos en sus instalaciones.
Durante estos dos siglos de existencia el camposanto ha sido la última morada para más de 200.000 personas. Pudieron ser más, pero la imposibilidad de crecer en espacio obligó a su cierre y traslado a Chiclana, tras fallidos intentos de encontrar otras ubicaciones.
El cementerio de San José abrió sus puertas para su primer enterramiento, el de Miguel María Chacopineli, el 24 de agosto de 1800. Su ubicación en los extramuros de la ciudad venía impuesta por una Real Cédula de abril de 1787 en el que se obligaba a todas las ciudades a levantar cementerios en los extrarradios, impidiendo la continuidad de los enterramientos en las iglesias de las localidades.
El edificio gaditano tuvo que abrir con cierta urgencia ante una emergencia sanitaria provocada por una epidemia de peste, que acabó con la vida de cientos de vecinos de la ciudad. El cementerio, con un diseño de Torcuato Benjumeda que se fue modificando en los primeros años y que nunca llegó a tener la majestuosidad del proyecto original, se ubicó a escasos metros de la iglesia de San José y en una zona de la ciudad que aún tardaría más de un siglo en ser urbanizada.
El comienzo de la expansión de la ciudad por los extramuros a partir de la década de los 30 del pasado siglo limite las posibilidades de crecimiento del camposanto, a la vez que la población aumentaba (y así se mantuvo hasta los años 80), incrementando el número de enterramientos durante décadas.
Rodeado inicialmente por casas de pescadores y pequeños talleres, entre ellas las casas que dieron nombre popular el barrio de San José: los Chinchorros, fueron sustituidos por edificios de viviendas en altura.
De esta forma, ya en los 60 el cementerio estaba casi totalmente rodeado por grandes edificaciones, teniendo en cuenta que una de sus caras daba, y da, al Paseo Marítimo. Fue entonces cuando el Ayuntamiento de José León de Carranza planteó su cierre y su traslado a otro punto de la ciudad.
Entonces se fijó el objetivo en los terrenos cercanos al Molino del Río Arillo, a escasos metros de las instalaciones militares de Torregorda. Sanidad dio el permiso pero fueron los militares los que prohibieron en última instancia que se ejecutase este proyecto. El gobierno local, en la dictadura, no pensaba en una zona verde en lugar del camposanto. Por el contrario, sí defendía la construcción de grandes bloques de vivienda, siguiendo lo ya ejecutado en el resto del Paseo Marítimo.
Ya en democracia, el Ayuntamiento incluyo en el PGOU de la ciudad la construcción de una isla funeraria en Cortadura, que tampoco salió adelante. Igualmente, Puerto Real se negó a ampliar su camposanto para acoger a los finados enterrados en Cádiz. Finalmente será la capital la que encuentre financiación para construir el cementerio mancomunado en suelo de Chiclana que, con el paso de los tiempos, se ha convertido en uno de los camposantos mejor gestionados de todo el país.
De esta forma, el último enterramiento en San José se realizó el 20 de enero de 1992. Entonces se inició un proceso de desalojo de los más de 200.000 restos que descansaban en el mismo.
El proceso se pensaba ejecutar en una década. Sin embargo, las exhumaciones no fueron sencillas: había que localizar a los familiares de los finados lo que en algunos casos era una cuestión sencilla, pero en otras no se localizaba a ninguno. Después derribar las cuarteladas con extremo cuidado de no afectar a las vecinas que seguían ocupadas. A la vez comenzó el proceso de desmantelamiento de los decenas de panteones, algunos con un evidente valor histórico. Estos fueron trasladados a Chiclana en su integridad.
Y finalmente se inició el proceso de búsqueda de fusilados en la Guerra Civil y en posibles niños robados, lo que se alargó durante varios años.
Ahora, por fin, se inicia la última etapa, igualmente complicada que la anterior lo que debería de permitir que el cementerio de San José de Cádiz cierre en 2025 su etapa en la vida, y muerte, de los gaditanos tras 225 años de historia.
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