El cine de verano La Bombilla quiere encender su luz 70 años después de su cierre
Patrimonio
La sala al aire libre que funcionó de 1943 a 1953 en la calle Libertad de Cádiz está preparada para revivir los filmes de su época, sólo a falta de una salida de emergencia y el permiso municipal
Los antiguos Cines Públicos de verano
Cádiz/“Hagas lo que hagas, ámalo, como amabas la cabina del Paraíso cuando eras niño” (Cinema Paradiso)
En estos tiempos en los que las salas de cine se resisten a convertirse en sólo un sueño; en el presente de una ciudad sin Caleta ni Brunete, sin Terraza ni Delicias, sin Maravillas ni Mar, sin cine España; en este momento de la historia donde recorremos el mundo conocido (que ya es todo el mundo) en busca de lugares imposibles; ahora, en este preciso ahora, el cine La Bombilla, una sala de proyecciones al aire libre que nació hace 80 años para estar en funcionamiento sólo una década y que dormía sepultada por el peso del tiempo, persigue encender su luz.
La Bombilla sí, la de toda la vida. La que le suena por La Taberna regentada desde hace tres generaciones por la familia de Ángel Sierra en la calle Libertad, junto al Mercado de Abastos. Esa bombilla guardaba un secreto a voces para los sabios del lugar: un cine de verano anexo al establecimiento hostelero de las impresionantes dimensiones de 1.000 metros cuadrados.
El esqueleto de aquel mítico cine levantado en suelo privado, y que abrió sus puertas entre 1943 y 1953, ha sido, no sólo exhumado, también revivido por Sierra que sólo está a la espera de una prometida salida de emergencia y de otra luz –la luz verde del Ayuntamiento– para obtener los permisos pertinentes para reabrir su cine de verano.
“Espero que para el año que viene podamos proyectar ya películas”, anhela el artífice del nuevo cine La Bombilla que anhela tener antes de esa fecha las autorizaciones necesarias para poder también alquilar su espectacular espacio, en pleno corazón de Cádiz, para eventos de todo tipo.
Mientras tanto, no son pocas las ocasiones en las que Ángel Sierra ha tenido que abrir esa llamativa puerta negra anexa a su negocio de hostelería que, salpicada por los logotipos de los grandes estudios hollywoodienses, se erige como una provocación para todo buen curioso que se precie. “Ni te cuento...” Ángel exhibe su sonrisa ancha y no le importa cruzar una vez más el umbral para guiarnos por el túnel del tiempo en el que ha convertido el pasillo, el mismo pasillo, que antaño también conducía a los espectadores del cine La Bombilla hasta sus localidades.
“Gracias a la labor de Norberto Tito Iglesias –un nombre con aroma carnavalero, sí, no se equivocan– hemos conseguido localizar cuál fue la programación del cine en esa década que estuvo en activo así que hemos decorado el pasillo con los carteles de esas películas”. ¿Todas, están todas?, insistimos. “Así es”, reconfirma el empresario señalándonos los inolvidables reclamos de Gilda, Quo Vadis, Un americano en París, Soy un prófugo de Cantinflas, La reina de África, Una noche en Casablanca de los Hermanos Marx, Perversidad, Sansón y Dalila, la Mujercitas del 49, Peter Pan, Arsénico por compasión, María morena, La leona de Castilla...
Dividas por años de proyección en el cine La Bombilla, las propias películas son las que nos acompañan desde la entrada, desde la misma barra del pequeño bar del recibidor, hasta alcanzar el imponente arco de piedra que nos lleva al espacio abierto, al cine de verano.
Las películas ,y los camerinos. Y es que Sierra aprovecha las cavidades naturales de las hechuras del antiguo cine para situar una tienda con simpático merchandising de su sala y otro espacio de exhibición de los productos que consumirá el cliente.
Porque en el nuevo cine La Bombilla se cenará mientras se proyectan los títulos, “todos de la época, a lo sumo, nos meteremos en algo de los 70 y los 80”, que se exhibirán todos los días durante el verano. Ese es el proyecto. Velada de cena y de cine atemporal en una pantalla y con un sonido de este tiempo.
Así, el gran lienzo de 5x3 metros, que está proyectado en la misma pared donde si situaba la antigua pantalla (en la trasera de lo que hoy es Decathlon), se escuchará vía bluetooth a través de unos pequeños auriculares del que dispondrán los usuarios. “La idea es no molestar a los vecinos (dos fincas de la calle Arbolí) con lo que, por supuesto, tanto las proyecciones como los eventos para los que se alquile este lugar terminarán a las doce de la noche máximo”, aclara el alma mater de La Bombilla.
Todo está pensado, todo está dispuesto y cuidado en este sueño que acarició el padre de Ángel y que parece que su hijo va a cumplir. “Sí, mi padre fue el que me contó que aquí había antiguamente un cine y él deseaba que yo lo pusiera a funcionar”, reconoce Ángel al que le ha llevado un año, la implicación de “muchos amigos” y ya “un número de seis cifras” levantar el proyecto del cine de verano desde una escombrera.
Porque en eso se había convertido el espacio con el devenir de las décadas. “Cuando el cine dejó de funcionar se quedó como almacén de un hombre de la Plaza que tenía algo de frutas y ya después, sobre los 70, esto se quedó arrumbado... Si vieras la cantidad de escombros que quitamos de aquí...”
Pero la luz de esta idea emociona y contagia y no han sido pocos los conocidos de Ángel Sierra que han confiado en materializar su deseo. “Electricidad, pintura, el césped –que cubre parte del espacio al aire libre– la investigación de las películas, el diseño... Todo con la colaboración de amigos”, se enorgullece este gaditano que quiere destacar el trabajo de la artista gaditana Mapi (Mapi grafitera) tanto en la puerta que da a la calle Libertad como en el interior del espacio. “También tengo este mural –indica el gran formato que se encuentra en el solar al raso– que me regalaron los artistas de aquí al lado, el colectivo Festival de Arte Contemporáneo de Cádiz, que hicieron aquí un encuentro en su apertura.
En dicho espacio, en el cine de verano propiamente dicho, Sierra espera congregar “unas 300 personas” que se sentarán en mesitas bien acondicionadas para disfrutar de la experiencia. “Antes, en su época, creo que se metían unas 60-70, no más” para disfrutar de dos pases por película. “Sí, nos cuentan que había un pase a las cuatro de la tarde y otro a las siete, por lo que la pantalla tenía que estar protegida con un techado para que se pudiera ver bien”, relata.
Prueba de esta circunstancia son los agujeros que, todavía, se pueden ver en el lienzo de ladrillos. “Ahí iban las vigas del techado, así que eso me indica dónde debo yo colocar la pantalla”, planea el gaditano que ha querido conservar “lo mejor y lo máximo posible” las huellas del tiempo en esta próxima aventura. Trozos de corcho en las paredes de la antigua insonorización, la portezuela (“por la que me han llegado a ofrecer una pasta”) original del cine La Bombilla de uno de sus pasillos; el cortinaje granate ajustado por borlones propios de los cines y teatros clásicos; la propia estructura del espacio y hasta la reproducción del recorte de un artículo sobre los cines de verano de Diario de Cádiz donde se recuerda la apertura de este cine.
“Se ha intentado mimar cada detalle, respetar la memoria del Cine La Bombilla, poner en valor esa década que estuvo abierto y conciliarlo con las necesidades de hoy. Puede que sea una apuesta arriesgada, no sé, pero tenemos mucha ilusión con este proyecto y esperemos que salga adelante. Yo creo que sí, vamos, tenemos cita con el alcalde, con Bruno García, pero ya el proyecto lo conocía y sé que le veían viabilidad. De hecho, la salida de emergencia sería por la pared que da a la calle Arbolí a un solar del Ayuntamiento y parece que ellos nos facilitarían esa vía de escape”, asevera el hombre que encenderá la luz de la memoria del Cádiz de un tiempo. Uno más oscuro, sin duda, pero donde las pantallas se encargaban de encender los sueños de muchos gaditanos bajo el cielo, aunque no estuviera cuajadito de estrellas.
La entrada de cine que esconde una historia de amor real
“Ven, que te voy a enseñar nuestro particular Titanic”. No habla Ángel Sierra de un barco, ni mucho menos del cartel de la afamada película de James Cameron, pero sí, en cierta manera, de una historia de amor que perdura en el tiempo conservada en un objeto. No es un valioso collar, no, pero sí una entrada de cine:
“Arreglando nosotros esto, llegó un día un señor nonagenario diciéndome que se había enterado de mi proyecto. El hombre venía con una entrada del antiguo cine La Bombilla, del año 43, de la película Encadenados. Una entrada curiosísima, en forma de llave, de cartón y con el cartel de la película en cuestión dibujado. La cosa es que el hombre la conserva porque, según me dijo, en esta película fue cuando conoció a la que todavía hoy es su mujer y, es más, le cogió la mano por primera vez en mi bar. Me pareció una historia preciosa con lo que le pedí la entrada para reproducirla y, junto con el recorte del Diario, es lo que ves a la entrada del cine”.
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