La Bahía de Cádiz como una ciudad, una fórmula para mejorar la vida de 400.000 personas

EL PASEANTE

El potencial de la Bahía de Cádiz queda diluido por el fracaso de una política común

El ahorro en los costes de servicios públicos sería evidente con una mancomunidad en funcionamiento

¿Debe funcionar la Bahía de Cádiz como una única ciudad?

El puente que une las dos orillas de la Bahía
El puente que une las dos orillas de la Bahía / Julio González

Siempre se habla de la potencia de la Bahía de Cádiz. Los 400.000 vecinos que suman sus ciudades; su valor económico con el astillero, el puerto, la zona industrial de Tres Caminos; la fortaleza turística con las grandes playas urbanas y los complejos residenciales bien armonizados con la naturaleza; con una cultura y unas tradiciones únicas en España; con una gastronomía que va subiendo escalones año tras año. Y con sus gentes.

Siempre se habla de este potencial que, sin embargo, queda diluido por la existencia de ciudades grandes en tamaño y población y de una capital que tendría que ser su motor pero que pierde fuerza sobre todo por su escasa superficie.

Más de una vez se ha hablado de lo que se ganaría siendo una única localidad: Ciudad-Bahía. Lo que permitiría una fuerza mayor ante administraciones que, al final, buscan primar a las ciudades más habitadas. Una fuerza a la hora de conseguir mejores contratos en servicios ciudadanos (limpieza, parques, transportes, e incluso la organización de eventos culturales y de ocio). Y ahora, más que nunca, la vivienda. Una fuerza que, sin duda, ayudaría a reclamar un mejor servicio ferroviario (aquí que tantos pasajeros da a Renfe), un aeropuerto con más vuelos y una autopista sin baches y con más capacidad.

Sin embargo, esta lógica aplastante nunca sale adelante. Ya a principios de los 80 un equipo comandado por Florencio Zoido apostó este modelo de comarca, tras un profundo estudio de su realidad y de su futuro. Cuarenta años después cada ciudad crece por su cuenta, con lo que ello supone de costes individualizados y una proyección exterior más complicada de vender.

Las sociedades que avanzan son aquellas que son valientes a la hora de sacar adelante proyectos innovadores. Si queremos triunfar y no quedarnos cada vez más atrás, y pensar en el bien del conjunto de la comunidad, (léase, por ejemplo, el AVE), habría que dejar atrás los egos y las ansias de mandar e ir unidos.

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