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La ciudad que cambia de piel

J. A. Hidalgo Cádiz

29 de abril 2014 - 01:00

Desde que en agosto de 1741 se puso en marcha la primera fábrica de tabacos de Cádiz, en su primitiva sede de la calle La Manzana (hoy, Corneta Soto Guerrero), la evolución de esta industria ha ido pareja a la de la propia ciudad. Altos y bajos hasta llegar a hoy, cuando se cierran sus puertas de forma definitiva, a la vez que Cádiz soporta la peor crisis industrial de toda su larga historia.

Con varias ubicaciones conocidas, fue en su noble fábrica de la calle Plocia donde la tabaquera alcanzó sus mejores años de esplendor, con más de dos mil trabajadoras, pues la mayoría siempre fueron mujeres. Junto a la factoría naval, esta de forma especial ya entrado el siglo XX, fueron las dos grandes empresas de la ciudad, que dieron de comer a miles de familias, más de 5.000 entre ambas en los buenos tiempos, y cuyo mantenimiento ayudó a la propia Cádiz a mantenerse en pie.

Cuando la fábrica de tabacos, los edificios ya fantasmas del centro tabaquero que se construyó en la ciudad con el objetivo se ser el más puntero del sector en toda España, apenas contaban con unos cuantos trabajadores. Pocos más sigue manteniendo el centro de reparaciones de Navantia en Cádiz, apenas un reflejo de lo que fue en los años sesenta y setenta, aunque mantiene el tipo en carga de trabajo frente a los astilleros del resto de la Bahía.

Tabacalera, hasta ayer, y la naval, aún hoy, son ejemplos de la decadencia industrial de la ciudad de Cádiz. Podía asumirse que con su reducido término municipal, 12 kilómetros cuadrados incluyendo el Parque Natural y sus playas, era imposible mantener la antigua imagen industrial, especialmente cuando el crecimiento urbanístico de los años sesenta y setenta metió a las nuevas viviendas a escasos metros de las industrias supervivientes. Pero también hay que afrontar que el cambio de piel que ya estaba sufriendo la ciudad no iba acompañada de un proceso de industrialización en la otra orilla de la Bahía, su lugar natural para expandirse.

Apenas sobreviviendo el astilleros, los últimos veinticinco años han sido especialmente duros para la industria gaditana. Junto, ahora, a la Tabacalera, en este tiempo han cerrado sus puertos fábricas históricas como Construcciones Aeronáuticas o la Campsa, mientras que ha desaparecido también la pequeña y mediana industria auxiliar de la naval que llenaba las naves, hoy vacias, del polígono exterior de la Zona Franca.

En los años setenta, antes de la primera gran crisis económica del petroleo y del inicio de las reconversiones, el sector industrial en Cádiz daba trabajo a más de 12.000 personas, sólo en la capital, sin contar el empleo producto del día a día del puerto. Hoy, de todo ello apenas queda nada. La Zona Franca, sobre todo su recinto fiscal, es el principal núcleo productivo, pero con industrias que, en su mayoría, nada tienen que ver con las históricas de la ciudad y que auguran un evidente cambio de ciclo pendiente de la necesaria actuación en el viejo polígono exterior.

Lo cierto es que, a pesar del escaso espacio disponible, todos los colectivos sociales consideran que Cádiz no debe perder este lazo con la industria, aunque su economía vaya camino de apoyarse en sectores como el turístico, el comercial y el cultural. Teófila Martínez, junto a la continuidad del Astilleros y el puerto, tiene claro que la capital debe dar acogida a "industrias modernas y estratégicas", comentaba recientemente a este diario la alcaldesa. Desde la Junta se coincide en que la capital debe ser "el centro de negocios de la Bahía", como afirma su delegado provincial Fernando López Gil; mientras, desde la Confederación de Empresarios su presidente, Javier Sánchez, se evidencia que es la Zona Franca la que debe de jugar un papel relevante en este sector productivo.

Lo cierto es que la Zona Franca se convierte, ahora más que nunca, en este referente económico y, curiosamente, puede lograr el tan ansiado incremento de suelo fiscal en el terreno que deja sin uso Imperial Tobbaco, la multinacional británica que ha terminado de guillotinar a la industria más antigua que aún permanecía en funcionamiento en Cádiz.

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