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Cádiz/En plena Zona Franca de Cádiz, donde muchos concesionarios exponen y venden sus nuevos y últimos automóviles, se encuentra una pequeña nave (al menos por fuera) que irónicamente esconde una muestra de viejos y antiguos coches y motos. Pero a diferencia de lo que sucede en los concesionarios, estos antiguos vehículos no están a la venta. Ni muchísimo menos. Más de 60 coches y cerca de 300 motos de todas las épocas, restauradas y en perfecto estado de revisión, forman parte de una colección única en la provincia y probablemente en todo el país.
Eduardo de Ory Cristelly es el afortunado dueño de este florilegio automovilístico que abarca desde un Ford de 1928 hasta una Rapide Vincent de 1951 pasando por una Indian del 47 o un Chevrolet descapotable del 58. "Al principio, de joven, era muy aficionado a la moto, con el paso de los años la afición al coche va ganando sitio", comenta Eduardo afirmando que la pasión por el coleccionismo no tiene límites ni fin: "Por mil cacharros que compres, siempre vas a querer un mil uno".
Eduardo es desde hace tiempo vicepresidente del Club del Automóvil Clásico de Cádiz, cuya sede, precisamente, se encuentra en la misma nave donde guarda sus "cacharros", como él los llama. Este club fundado por Eduardo junto a cinco colegas de hobby lleva unos años acudiendo a concentraciones de autos clásicos por todos los puntos de la geografía nacional e internacional, además de participar en rallys y otras competiciones y rutas.
Le acompaña Manuel López Doña, otro apasionado del mundo del coleccionismo de vehículos y todo un experto en la historia de los coches clásicos en la provincia de Cádiz y quiénes fueron sus dueños. Manuel también es fundador de una asociación, el Club Amigos de la Traction Avant; en honor a los vehículos, mayoritariamente Citröen, con tracción delantera, de los que se reconoce todo un enamorado: "Te engañas a ti mismo. Primero los de tracción delantera, luego aparecen los Mini, después me gusta mucho este coche... Y al final me pasa como a Eduardo; los compras y se van acumulando". Eduardo, ingeniero y Manuel, médico, jubilados ambos, aseguran que esta pasión es como un virus del que es muy difícil curarse.
Según dice Eduardo, no existe un perfil determinado para contraer este virus ni tener unos años, pero sí reconoce que la media de edad en su club supera los 50 años. Son muchos los adeptos a esta pasión por comprar y restaurar coches y motocicletas clásicas vengan de donde vengan. Y aunque haya que recorrer cientos y cientos de kilómetros, dicen, merece la pena sólo por tener en tu garaje o pequeña exposición un trozo de historia viva del automovilismo.
Explica Manuel que estos viajes eran apasionantes y que hoy día, con la llegada de internet, apenas se hacen. Recordando anécdotas explican que en una ocasión fueron de viaje a París a por un coche y de vuelta se llevaron otros dos más y alguna más aventurera. "Fuimos a Suiza a por un coche. A Eduardo se le antojó también una moto y fue todo el camino detrás de los coches en la moto. Por los Alpes pasamos un frío horroroso".
De vez en cuando Eduardo recibe visitas a su exposición privada pero sólo de la mano de otras asociaciones o clubes de coches o motos clásicas. Y es que Eduardo no tiene la intención de convertir esta muestra en un museo, "por lo menos hasta que no notemos interés o intenciones de llevar a cabo esto por parte de la administración o empresas".
Da la sensación de que se ha hecho poco por fomentar este tipo de movimientos aunque aseguran seguir manteniendo esta afición y llevarla más allá. "Nos gustaría desarrollar algunas iniciativas en la ciudad de Cádiz o recuperar otras", como por ejemplo las antiguas carreras de motos que se celebraban en la playa Victoria. Esta idea la ven algo inviable por temas de seguridad. Lo cierto es que, explica Eduardo, dejaron de celebrarse por varios accidentes con resultados trágicos en los 70, pero "no sería una competición como tal, sino más bien una muestra, o exhibición de motocicletas de época".
Aunque admite no tener muchos vehículos que se veían con frecuencia por Cádiz, Eduardo, gaditano, tiene muy presente a su ciudad en la colección. Lleva a gala tener un Ford del 28 que en su tiempo fue de su abuelo. Además cuenta con un Renault Caravelle, que aún siendo un coche no muy popular, se podía ver en Cádiz a mediados de los 60. Cuentan que en El Puerto y en Jerez sí había bodegueros con este tipo de coches de alta gama o de competición. "Yo tengo uno que es el más antiguo matriculado en la provincia de Cádiz. Un Ford de Arturo Redondo", explica Manuel, que también lleva con orgullo haber heredado una de las primeras motocicletas matriculadas de Cádiz, "una Bsa 1800 de un amigo de la familia. De pequeño iba a limpiarla a su pequeño taller cerca de la Plaza Mina".
Muchas de las motocicletas que tiene la exposición son realmente piezas únicas. Algunas corrieron carreras emblemáticas como las 24 horas de Montjuic, otras son historia viva de las motos de montaña, hasta cuenta con una pieza histórica de la Segunda Guerra Mundial; una Bmw R75 con sidecar. Lo mismo ocurre con los coches. Jaguar, Ferrari, Porsche, Mercedes, Chrysler... Son algunas de las marcas de los carros que comprenden esta muestra. Todos son coches que más de algún mayor soñó con tener en su infancia. Como dice Eduardo, "este tipo de coches no se veía con mucha frecuencia por Cádiz. Sólo por revistas o con la llegada de la televisión".
Pero no solamente están para exhibirse dentro de la nave. Dando una vuelta por el improvisado garaje de Eduardo se puede observar el perfecto estado de los vehículos. El procedimiento es el siguiente. Eduardo los compra, los arregla en su otro taller de reparación y los deja a punto para paseos o bien para guardarlos con cariño. Él reconoce que el destino inicial de los coches y motos antiguos es la chatarrería. "¿Quién va a tener interés en comprar y arreglar coches o motos como estas? Pues sólo un puñado de locos como nosotros", comenta riendo y señalando que lo que para los que no entienden tan sólo es chatarra, para ellos son auténticas joyas.
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