Las claves por las que Cádiz pierde población. Y no la va a recuperar
El Ayuntamiento se pregunta por qué la ciudad se queda sin habitantes
Las respuestas son claras: falta suelo para viviendas y, también, para crear empleo
En 1970 Cádiz llegó a su punto de inflexión en cuanto a crecimiento de población se refiere.punto de inflexión en cuanto a crecimiento de población se refiere Su padrón seguirá aumentando dos décadas más, pero ya lo hará a un ritmo más sostenido, incluso con algún tropezón anual, para a mediados de los años 90 comenzar un descenso que aún no ha terminado. Ni tiene visos de concluir.
Cantaba el hoy alcalde de Cádiz, José María González, en el popurrí de ‘Los Mendas Lerendas’, aquello de si que fuera alcalde volverían “por el puente los que un día se marcharon cargaítos con su cruz”. Quien le iba a decir a Kichi que años después de este 2008 iba a ocupar el sillón de Fermín Salvochea, lo que le permitiría cumplir uno de los compromisos de este peculiar programa electoral cantado en el Teatro Falla.
Las cosas, sin embargo, han sido muy diferentes. En los siete años que la coalición de izquierdas comandada por González lleva gobernando la capital, no sólo no han retornado los que se marcharon (algunos sí han podido), sino que la pérdida de población ha persistidola pérdida de población ha persistid con una sangría de una media de un millar de vecinos cada año.
Hoy Cádiz apenas cuenta con 114.000 vecinos y vecinas empadronados. Ya nos pisa los talones hasta Jaén para convertirnos en la capital con menos habitantes de Andalucía, y hace apenas unos años nos adelantó en Algeciras, pues Jerez nos había superado en la década de los años 40 del pasado siglo. Cada vez más cerca tenemos a Chiclana, la ciudad más dinámica de la Bahía, tras el parón de San Fernando y la ralentización de El Puerto.
Ahora, el gobierno de Kichi deja las coplas a un lado y se pregunta por qué los gaditanos se marchan de su ciudad, y qué fórmula hay que seguir para que vuelvan. Y para ello se busca el análisis externo, con el correspondiente coste para las arcas públicas.
Un vistazo a las estadísticas de los últimos cincuenta años, un recorrido visual por esta ciudad de tan escasa superficie, un recordatorio de tantas grandes empresas públicas cerradas en este tiempo y los consiguientes puestos de trabajo perdidos, y la búsqueda por una parte de sus vecinos de una mejora en la calidad de vida habitacional, permite responder a las cuestiones que ahora se hace el gobierno local. Sin tener que abonar 17.724 euros.
La evidencia es clara. La pérdida de población de la ciudad se debe a un compendio de causas a las que, hoy, son imposibles de dar la vuelta. La más evidente son la falta de vivienda y el coste de la misma. Pero junto a ella se le une también la falta de suelo industrial. Todo ello conectado por el principal motivo que impide el crecimiento lógico de estas dos patas de desarrollo: el agotamiento de un suelo ya de por si escaso.
Estas son las claves de estos pilares sobre los que se ha sustentado el descenso del censo municipal en las últimas tres décadas.
LA VIVIENDA
En 2011, última fecha de la que existen datos oficiales del INE (el año pasado se realizó un censo general de población y vivienda cuyos resultados aún tardarán en conocerse), en Cádiz capital existían 46.960 viviendas principales (sin contar las de segunda residencia, vacías o abandonadas).
Esta cifra apenas se había incrementado en apenas 4.000 unidades desde 2001. Y en la última década, pendiente de cifras oficiales, el dato debe ser aún peor pues lo cierto es que el mercado inmobiliario sufrió una paralización tras la crisis de 2008 que solo ahora comienza a reactivarse.
Este incremento en diez años queda muy lejos del producido en Jerez, con 12.000 pisos más, y las poblaciones de la Bahía que desde los años 80 se han ido convirtiendo lugar de residencia para muchos capitalinos: Chiclana, con un aumento de 10.000 viviendas y sin contar las construcciones de chalés particulares; El Puerto, con 8.000 más; Puerto Real, con 4.000 y San Fernando, con 7.000 viviendas más a pesar de tener también un territorio reducido por donde crecer.
Es decir, que la oferta de nuevos pisos en la ciudad ha sido sustancialmente más baja que la de los municipios más cercanos. Y todo a pesar de existir una demanda superior.
Una demanda que procede, fundamentalmente, de un elevado número de familias que, residiendo en la ciudad, siguen buscando una vivienda de más calidad, y de otras que, tras emigrar en años anteriores, plantean su retorno.
En el primero de los casos hay que tener en cuenta una circunstancia que no se ha dado en el resto de las grandes localidades de la provincia: Una buena parte de la población residía en el casco antiguo de la ciudad.
Decenas de miles de personas viviendo en poco más de un kilómetro cuadrado de suelo residencial, con una densidad de población similar a las grandes ciudades asiáticas.
En 1991 vivían en el casco 52.934 personas. En aquel momento aún no se había comenzado a actuar sobre una de las grandes lacras de la capital: la infravivienda. Cuando se inició este proceso se cuantificaron unas 300 fincas con unas 3.000 unidades residenciales sin condiciones de habitabilidad utilizados muchos por varias unidades familiares.
La operación de eliminación de la infravivienda implicó la salida de centenares de familias con destino a pisos bien acondicionados. Promociones en Astilleros, Cortadura y La Paz acogieron a buena parte de estos vecinos. Residencias que, por lo tanto, no servían para acoger a nueva población para la ciudad.
El hacinamiento en intramuros llevó también durante estos años, especialmente en las décadas de los 80 y 90, al traslado de muchos familias a localidades cercanas, especialmente Puerto Real y San Fernando, donde se conformaron barrios habitados casi en su totalidad por nacidos en la capital.
Hay que destacar que en esta época la urbanización de extramuros ya marchaba muy avanzada, por lo que apenas quedaban solares libres para la construcción de nueva planta tanto pública como privada.
Es decir: la ciudad fue reordenándose, en materia de vivienda, con la población ya residente, en una operación insuficiente pues la demanda era mayor que la oferta.
Hay que tener en cuenta que esta rehabilitación integral de intramuros supuso un descenso notable de la población. Si cuando empezó el proceso, en el cambio de siglo, ya se había bajado a poco más de 46.000 vecinos, en 2020 los residentes se quedaban en 34.872, una cifra que en todo caso sigue siendo muy alta para el espacio con el que se cuenta, lo que demuestra la vitalidad social del casco histórico. Menos habitantes, sí, pero con una mejora sustancial de la calidad de vida.
Más allá de las familias con escasos recursos, obligadas a vivir en viviendas públicas, estaban quienes buscaban una nueva casa y contando con recursos para ello se topaban con los altos precios del mercado inmobiliario.
Hace dos décadas, en el primer cuatrimestre de 2001, el precio medio del metro cuadrado ya estaban en 834 euros el metro cuadrado, según Tinsa, siendo uno de los más altos entre las capitales del país. El récord se alcanzó en el tercer cuatrimestre de 2008, con 2.944 euros el metro cuadrado. Y en el comienzo de 2022 aunque haya bajado sigue estando muy alto, con 2.088 euros.
Estas cifras, hoy, están muy por encima de nuestro entorno: el doble que en Jerez, 800 euros más que en Chiclana, 1.100 euros por encima de San Fernando; 700 euros más que en El Puerto o 1.200 euros sobre Puerto Real. Y eso que ninguna se ha librado del boom de los precios en estos años.
Es por ello que esta clase media ha tenido que buscar su nueva residencia más allá de Cortadura, aunque su deseo siga siendo, para una parte de ella, residir en su ciudad natal.
Si el dinero evidentemente tira mucho, también cuenta la superficie de la vivienda.
Aquí el espacio del término urbano ha tenido mucho que ver a la hora de buscar más espacio.
Comentábamos en un principio la obligación de compartir casa, pequeña, por parte de varias unidades familiares. Diez o doce personas en pisos de dos o tres habitaciones.
La capital, aún hoy y después de todo lo avanzado con el Plan de Rehabilitación del Casco Antiguo, acumula el 25% de las viviendas de la provincia con menos de 30 metros cuadrados de superficie útil (datos de 2011). Pero es que entonces existían otras 2.729 viviendas entre 30 y 45 metros cuadrados. Y 8.480 entre este tope y los 80 metros cuadrados. Diez años antes en la capital estaban habitadas 3.800 casas con menos de 45 metros cuadrados. En la misma fecha, Jerez, con un parque mayor, disponía de apenas 2.800 de este tamaño.
Con estas cifras difícilmente se puede plantear formar una familia o, si ya se tiene una, ampliarla y conseguir una cierta calidad de vida.
Diez años después de este último dato estadístico disponible, un simple vistazo al mercado inmobiliario nos permite comprobar que poco ha evolucionado la situación.
Encontrar un piso de nueva planta por debajo de los 200.000 euros, asequible aún para la clase media gaditana, implica la compra de una vivienda que raramente supera los 60 metros útiles, y la mayoría con un único dormitorio. Por encima de estos tamaños, los precios ya llegan a los 300.000 euros. El resto de la provincia puede competir fácilmente con estas cantidades ofreciendo residencias más amplias.
A la vez, y ha ocurrido mucho durante los meses más duros de la pandemia, se buscan viviendas con más metros pero a la vez con más luz, con terrazas o, ya puestos, con un ático donde tomar el sol. Curiosamente Cádiz, una de las ciudades con más horas de sol al año en España, acumula un alto número de pisos oscuros, interiores y, también, con mala ventilación. Motivos más para hacer la maleta y la mudanza.
Por si fuera poco, el mercado de alquiler tampoco ayuda mucho a la hora de mantener en casa a los gaditanos.
El inicio del Plan de Rehabilitación disparó los precios a la vez que redujo la oferta pues tanto el Ayuntamiento como la Junta de Andalucía utilizaron este mercado para realojar a vecinos afectados por las obras en las viejas fincas.
Desde entonces, encontrar un piso de alquiler habitable supone un coste mensual que, como mínimo, implica un gasto de 500 euros, lo que no está al alcance de muchos. Un estudio realizado por la firma Indomi destaca que el precio por metro de alquiler en Cádiz está en 10,13 euros, nada que ver con el resto de la Bahía: 7,84 euros en Chiclana, 8,79 en El Puerto; 6,83 en Jerez, 6,83 en Puerto Real y 7,63 en San Fernando, lo que les hace no tener competencia frente a la capital.
EL SUELO
El casco histórico de Cádiz llegó a contar con 71.080 habitantes censados en 1787, a los que había restar apenas unos cientos residentes entonces en las escasas viviendas de extramuros. Constreñida por las murallas defensivas, era entonces una de las ciudades más poblada de España, apenas superada por Madrid, Sevilla, Barcelona y Valencia.
Salvo la clase burguesa y comerciantes destacados, tanta gente en un kilómetro cuadrado (y entonces sin apenas plazas públicas) implicaba vivir de forma insana.
Habrá que esperar hasta los años 40 del siglo XX cuando se inicie la urbanización de extramuros, que se hará de forma descontrolada, sin apenas espacios públicos, hasta la llegada de la democracia en 1979.
A pesar del relleno para crear la barriada de La Paz, en los años 60, y la posterior urbanización del polígono de San José, la ciudad no construyó viviendas suficientes para afrontar su histórico déficit. Los planes franquistas de derribar los barrios de Santa María y La Merced se vieron paralizados por la imposibilidad de buscar acomodo a sus miles de familia.
La construcción del puente sobre la Bahía era, en la planificación de la ciudad del entonces alcalde José León de Carranza, esencial para expandir el término urbano de la capital sobre territorio de Puerto Real, operación que, por lógica, fracaso aunque dio pie al barrio del Río San Pedro, lugar de residencia al final de cientos de familias de la capital.
La expansión urbanística por Puerta Tierra se llevó por delante a decenas de chalés habitados por la burguesía de la capital, que en su mayoría se marcharon a conjuntos residenciales que fueron creciendo en la Bahía.
El colapso de extramuros, ya en los 90, fue en paralelo al inicio de la pérdida de población en el conjunto de la ciudad: de nuevo la clave, pues sin suelo donde construir poco se puede crecer.
Cádiz cuenta con poco más de 12 kilómetros cuadrados de extensión, lo que la mete en el grupo de las ciudades con el término municipal más reducido. De esa cifra solo un tercio es urbanizable. Sólo planteando rellenos, hoy algo totalmente inviable, podría incrementar su espacio útil.
LA INDUSTRIA
Junto a la vivienda, es esencial tener un puesto de trabajo para asentarse en un lugar. Cádiz ha ido perdiendo también fuerza, especialmente en el sector industrial.
Estas últimas cuatro décadas de descenso continuado de su población han ido en paralelo de la pérdida de buena parte de su tejido industrial, mayoritariamente público: reducción del potencial del astilleros, traslado de Construcciones Aeronáutica, privatización y posterior cierre de la Fábrica de Tabacos... Todo ello generaba en los buenos tiempos más de 4.000 empleos, hoy apenas unos cientos. Quienes lo perdieron o bien se prejubilaron (aprovechando para marcharse a otra ciudad más barata, chalé incluido) o bien tuvieron que trasladarse de población buscando un empleo.
La ciudad como capital comercial también se ha visto afectada, aunque en menor medida, mientras que mantiene su fuerza como capital administrativa, aunque el empleo en este sector haya dejado de crecer desde hace años. Junto a ello, poco más donde rascar un empleo.
LA POBLACIÓN
Hasta iniciado el siglo XX Cádiz estuvo siempre entre las capitales más pobladas del país, incluso hablando de tú a tú a Madrid o Sevilla en los inicios del XIX.
Empezó el siglo XX rozando los 70.000 vecinos (que ya había superado en 1787), pero hubo de esperar 50 años más para llegar a los 100.000, cuando ya le había adelantado Jerez. Alcanzará su récord en 1981, con 157.766 vecinos, y con altibajos se llegó a los 154.511 de 1995, cuando comienza una cuesta abajo que aún no ha tenido fin, ni hay perspectiva de romper esta tendencia.
Esta pérdida de población ha beneficiado al resto de las localidades de la Bahía, que en buena parte han crecido gracias a las familias que llegaban de la capital. Al fin y al cabo, aquello de que cientos de gaditanos se iban a Castellón buscando trabajo no dejó de ser un bulo, como en su día ya comprobó este diario.
Chiclana ha sido la más beneficiada de esta emigración interior, aumentando en estas tres décadas en más de 40.000 vecinos en este tiempo; 35.000 ha aumentado Jerez; 12.000 Puerto Real; 24.000 El Puerto y San Fernando unos 6.000.
Así que ya sabemos a dónde se ha ido la mayoría de los gaditanos perdidos. Los que marcharon por el puente y no han vuelto, por lo menos a vivir porque hay un dato estadístico que se obvia cuando hablamos de la evolución de la población: las más de 70.000 personas que cada día entran en la ciudad para trabajar, estudiar, comprar, hacer gestiones o disfrutar de Cádiz. Un dato que triplica, por ejemplo, al que recibe Jerez y que demuestra que, a pesar del eterno descenso de la población el corazón de la capital sigue latiendo con fuerza.
Y un dato relevante, en Cádiz residen más de 8.000 personas por kilómetro cuadrados, lo que la sitúa entre las veinte ciudades del país con mayor densidad de población.
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