El compás de espera de la Castrense
El templo del Falla cumple una semana cerrado tras el derrumbe de la cúpula a la espera de una serie de actuaciones
Los bomberos desalojaron del interior imágenes, cuadros y piezas de culto
El reloj de la iglesia castrense del Santo Ángel Custodio volvió a pararse hace una semana. Después de reactivarse tras seis años de obras, el derrumbe de parte de la cúpula obligó al cierre del templo, que a día de hoy permanece en un inquietante compás de espera sin poder abrir sus puertas.
El derrumbe se produjo, conviene recordar, a última hora de la tarde del pasado miércoles, y el mismo jueves se inició una actuación de urgencia por parte del Ayuntamiento para retirar todos los escombros que descansaban sobre el techo interior de la iglesia, en la zona del presbiterio, y que podían provocar un nuevo desprendimiento por el peso acumulado.
Esas labores asumidas por el área de Urbanismo del Ayuntamiento han finalizado ya, por lo que los restos caídos de la cúpula han sido retirados del techo de la iglesia. Pero aún queda por delante una segunda actuación, en este caso por cuenta del Ministerio de Defensa, que tiene que eliminar el resto de la cúpula que no se derrumbó y que presenta un peligroso estado porque puede provocar nuevos desprendimientos sobre ese techo del templo que frenó el anterior derrumbe.
Por tanto, se antoja de momento fundamental la actuación que tiene que acometer Defensa para intentar aclarar el futuro próximo de la iglesia. Según ha explicado el párroco, César Sarmiento, una vez sea derribada por completo la cúpula se podrá estudiar la respuesta que dé esa bóveda que quedará al descubierto (cuya construcción se remonta al siglo XVII); y a partir de entonces, se plantearía o bien la reapertura del edificio o las soluciones técnicas y arquitectónicas que habría que acometer para garantizar su estabilidad y poder retomar el culto y la actividad de la parroquia.
Hasta que eso no se produzca, el culto sigue suspendido en la Castrense y la actividad parroquial está igualmente paralizada. Incluso el párroco ha tenido que desalojar su vivienda, estrenada recientemente debido a la obra de rehabilitación, desde el mismo día del derrumbe, estando igualmente a la espera de dictámenes favorables para su regreso.
La clave ahora radica en saber si el problema sobrevenido a la iglesia después de su rehabilitación integral tiene una solución rápida que permita recuperar la normalidad, o si requerirá de actuaciones más amplias en el tiempo, en cuyo caso irremediablemente habría que volver a plantear un traslado de la parroquia y de las hermandades a otro templo en el que poder mantener el culto. Extremo este último que sería un auténtico varapalo para la feligresía después de los seis años de ‘exilio’ en la iglesia de Santa Catalina.
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