Flamenco sin faltas de ortografía para inaugurar el Congreso de la Lengua en Cádiz

IX Congreso Internacional de la Lengua Española

Carmen Linares, Arcángel y Marina Heredia llevaron la voz cantante de un recital de calidad a la altura del evento pero falto de la cara más espontánea del género

El Rey defiende "la hora del español" en el mundo durante la inauguración del CILE en Cádiz

Un momento del concierto 'Tempo de luz', en el Gran Teatro Falla
Un momento del concierto 'Tempo de luz', en el Gran Teatro Falla / Casa De S. M. El Rey

Cádiz/Efectivamente, el concierto inaugural de un evento de las características del IX Congreso Internacional de la Lengua –con Sus Majestades presidiendo el palco de autoridades del Gran Teatro Falla– debe ser como fue lo que la tarde noche de este lunes autoridades, congresistas y académicos disfrutaron en el interior del templo del arte gaditano. Un recital, un recital flamenco, género tan mestizo y tan nuestro, de categoría, con artistas de primera línea haciendo un repaso por los principales palos y estilos de la fiesta al jondo y con interpretaciones sin mácula. Sin embargo, y perdónenme la insolencia, es imposible para una que no resuenen en su cabeza las palabras de la voz oscuracasinegra de Alonso Núñez Rancapino diciendo aquello de “el flamenco se escribe con faltas de ortografía”.

Y es que Tempo de luz es tan hermoso, es tan perfecto en su concepción y ejecución, salieron tan contentos, agradecidos y tranquilos los espectadores, que no los alteró ni un échale papas, ni un ole tú, ni un qué sabe nadie, que me inquieta que la percepción que se pudieran llevar del flamenco es la de un artefacto manso y complaciente cuando, y todos lo sabemos, no hay nadie más revolucionario, impredecible e inquietante que un ayeo.

Oiga, y que Tempo de luz –que disfrutamos de principio a fin con la comandancia de Arcángel, Marina Heredia y Carmen Linares, las guitarras de Miguel Ángel Cortés y José Quevedo Bolita, el baile de Ana Morales y la percusión del sanluqueño Paquito González– los tuvo.

Ayeos reales y metafóricos. Como ese gesto de la granaína (eso sí que mueve del asiento) que se descalza espontánea para abrazar el cante y el baile (controlado, sin desatarse) por rumbas envuelta en un oleaje de flecos. O los momentos en los que el onubense mira cómplice a los músicos como avisándoles que se deja ir en su propia melodiosidad, buscando el giro inesperado, el quiebro, el detalle que nos tira el pellizco y callamos con dolor el ole. O el recogimiento de la Premio Princesa de Asturias de las Artes cuando musica Se equivocó la paloma del siempre adecuado –en el teatro, en la calle, en las tertulias de postín y en las casapuertas– Rafael Alberti. Porque el flamenco, amigos de uno y otro lado del Atlántico, también es mesura, también es apretar los dientes y sangrar por dentro.

Tempo de luz todo ello lo vislumbra pero lo que de verdad alumbra es las intenciones de un espectáculo hecho para todos, hecho para el mundo, peinando lo que, de natural, se despeina. No es que haya mentira, ojo, que sólo hay verdades, como la de la Premio Nacional de Danza dialogando y rindiéndose a la voz del de Huelva hasta caer en sus brazos; como la Heredia por la ración de tangos forjados en el mismísimo Sacromonte; o como la jondura de la voz veterana pero afillá hasta el morir de Carmen Linares.

¿Qué me faltó? La falta de ortografía. No sé definirlo de otra manera mejor que mi paisano no apto para todos los públicos. O quizás un atrás de palmeros que empoderaran a los cantaores. O quizás un mayor braceo por alegrías (los de Cádiz es que somos muy pesados con el clasicismo del baile por cantiñas, ni caso me hagan). O contemplar a esos enormes artistas que ayer tuvimos en Cádiz más sueltos de pies y manos... Qué sé yo.

¿Qué no me faltó? Ni oficio, ni clase, ni talento, ni profesionalidad, ni belleza, ni armonía. Los colores, las transiciones, las entradas y salidas de este espectáculo ideado por Isidro Muñoz y que se ha paseado por medio mundo son de primera categoría. Lecciones de maestría en fandangos de Huelva, en granaínas, en bulerías, en la sevillana flamenca y en cada uno de los estilos que abordaron con solvencia los intérpretes, entre los que no me olvido de los dos maestros de la guitarra, soberbios.

Un espectáculo adecuado para inaugurar el CILE, el CILE en Cádiz. Quizás fue eso lo que me faltó. Cádiz.

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