Tribuna libre
El mensaje del comedor
Enfoque de domingo
Las medidas sanitarias se relajan, los límites horarios y de movilidad entre localidades o provincias van y vienen, los bares reabren por las tardes. Pero las cofradías se mantienen confinadas, los pasos siguen en los almacenes y las túnicas colgadas en los armarios. El calendario avanza a ritmo vertiginoso hacia la segunda Semana Santa sin procesiones en la calle; un auténtico varapalo que va mucho más allá de lo sentimental, de lo espiritual, de la tradición.
Las cofradías aguantaron más o menos enteras el pasado año 2020, cuando la pandemia irrumpió en un momento en que la organización de la Semana Santa estaba muy avanzada, por lo que los efectos a nivel interno para las corporaciones no fue tan notorio. Pero este año 2021 la cosa cambia, la Semana Santa se sabe que no tendrá procesiones desde hace meses y los ingresos que perciben las cofradías por sus salidas a la calle han caído, en algunos casos, a los 0 euros. Las hermandades intentan con diversas iniciativas revertir la situación y generar ingresos, pero la incertidumbre es grande respecto a los efectos que tendrá este segundo año sin procesiones. 2021 se antoja año clave para las estructuras cofradieras de la ciudad.
“A efectos económicos, no salir a la calle por segundo año va a tener bastantes consecuencias. En primer lugar, por la subvención del Ayuntamiento, con quien estamos trabajando para ver cómo podemos articular esa ayuda en función de lo que dictan las leyes. En segundo lugar, por la ausencia de sillas en la carrera oficial, que es una parte importante de los ingresos de las hermandades para su sostenimiento, principalmente en el desarrollo de sus cultos y en la labor social que realizan durante todo el año”, analiza el máximo representante de las hermandades gaditanas, Juan Carlos Jurado.
La subvención que habitualmente concede el Ayuntamiento a las cofradías por la Semana Santa -para ayudar en los gastos de cera, flores o música y, de ese modo, engrandecer los desfiles procesionales y hacer más atractiva la celebración en la calle- es de 120.000 euros. Y en el último año la carrera oficial generó al Consejo de Hermandades un ingreso bruto de alrededor de 200.000 euros (150.000 aproximadamente una vez descontados todos los gastos que conlleva su montaje y gestión). Dos importantes partidas económicas que se reparten entre el propio Consejo (que ingresa un 10% de cada partida) y todas las cofradías de penitencia, en función a unos baremos que contempla el número de capirotes, de pasos o de bandas.
“Ahora mismo dificultades económicas graves o urgentes no hay; pero sí las va a haber en el futuro”, afirma Jurado, que señala este año 2021 como “crucial para que las cofradías vean cómo van a reaccionar en el futuro”.
Con estas dificultades actuales y con el incierto escenario que dibujará este 2021 en curso, varias son las claves que se muestran como generalizadas en la realidad actual de las hermandades gaditanas. Independientemente de si son hermandades de muchos hermanos o de pocos, de dos pasos o de uno, de música o de silencio.
Es prácticamente el primer factor en este escenario de incertidumbre. De la noche a la mañana, determinadas partidas han desaparecido de la contabilidad de las hermandades, muy limitadas también a la hora de buscar recursos externos con actividades y celebraciones.
En la hermandad del Despojado, por ejemplo, salvaron el ejercicio de 2020 “porque ya teníamos entregadas casi la mayoría de las túnicas cuando estalló la pandemia y los hermanos en general colaboraron y muy pocos solicitaron la devolución del importe de salida”, explica el hermano mayor, Alfonso Cortés. Sin embargo, en este 2021 “sí estamos notando” esa caída de ingresos. Empezando por los propios, ante la ausencia de la cuota de salida que han intentado sustituir por una papeleta de sitio simbólica “con la que no está colaborando la gente”, reconoce. “No estamos teniendo ingresos ninguno, pero los gastos sí los seguimos teniendo, del local, del imaginero, del taller de orfebrería...”, indica, poniendo de relieve la colaboración que sí se está produciendo entre algunos hermanos y devotos en este difícil contexto.
A estos ingresos propios se unen los de la subvención y las sillas, que en la cofradía salesiana no dan mucha importancia “porque al llevar un solo paso no percibimos mucho” y no lo contabilizan en su presupuesto anual. “Pero la papeleta de sitio sí es un porcentaje importante de nuestros ingresos” que no se va a producir este año.
En la misma línea se mueve la cofradía de Sentencia, cuyo hermano mayor cifra en un “90% de normalidad” el ejercicio económico de 2020. “Pudimos tener los cultos, el concierto que hacemos siempre y el reparto de túnicas en los días más fuertes, que son los tres primeros. El balance económico se salvó porque la mayoría de los controles que se dieron no se devolvieron, y llegaron además muchos donativos para la obra social y para el sostenimiento de la cofradía. Sí fue un desbarajuste el dinero de las sillas, que no hubo, y el de la subvención, del que solo percibimos un 50%. Pero salimos bien de 2020 y todo lo que teníamos previsto hacer lo pudimos cumplir”, analiza el hermano mayor de la corporación del Miércoles Santo, Benito Moya, que en líneas generales se muestra muy tranquilo respecto a la situación económica de su hermandad derivada de la pandemia. Y eso que calcula que en un año normal, la subvención municipal y las sillas “puede ser una quinta parte del presupuesto de la hermandad”, a lo que se unen los controles de salida que no habrá este año. “Aunque hay muchos menos gastos también”, señala al respecto.
En la hermandad de Descendimiento, por su parte, reconocen que los ingresos “de las sillas y de la subvención es un dinero muy importante para la hermandad”, que ha notado su ausencia. Además, “a nivel económico, tenemos un problema grande: no nos autofinanciamos con las cuotas de los hermanos, por lo que tenemos que hacer muchas actividades y acciones para buscar ingresos atípicos, que han caído en este último año por la pandemia”, según explica su hermano mayor, Antonio Macías.
En la cofradía del Santo Entierro hacen frente a la situación gracias a unas medidas que con carácter urgente estableció la comisión económica justo antes del confinamiento en marzo de 2020, cuando tuvieron que suspender el triduo al Cristo yacente el segundo día de su celebración. “Esa previsión económica resultó acertada y un año después seguimos afrontando los pagos ordinarios a pesar de que cuesta más recibir ingresos habituales como la cuota anual de hermano o el considerable bajón, de hasta un 40%, que ha dado la recaudación de los lampadarios de Santa Cruz”, explica Fernando Díaz, su hermano mayor.
Consecuencia directa de la merma de ingresos, con partidas totalmente perdidas o sobresalientemente inferiores es la interrupción de los proyectos que en materia de patrimonio venían desarrollando las hermandades. Estrenos, restauraciones o proyectos que estaban previstos acometer y que han quedado aparcado o han ralentizado el ritmo de ejecución que se mantenía hasta 2020.
Tanto es así, que si no hubiera irrumpido la pandemia, la cofradía del Despojado habría terminado la talla completa del paso de misterio, al que aún restan los respiraderos. “Eso es lo más notable, pero nuestra cofradía al ser tan joven necesita muchas cosas y todos los años estrenábamos alguna vara, alguna insignia o algo de nuestro cortejo o para nuestros cultos internos; y todo eso lo hemos tenido que parar”, explica Alfonso Cortés, que sí adelanta que el único proyecto que sigue su curso, porque así estaba ya comprometido desde años atrás, es el de las tres imágenes secundarias del misterio que ya ha terminado Francisco Romero Zafra y que estarán en Cádiz para los últimos días de la Cuaresma. “Es a lo que hemos tenido que hacer frente”, indica el hermano mayor.
En la cofradía de Sentencia también soñaban con haber bendecido el nuevo retablo en el que recibirá culto la imagen del Señor, cuyo proceso de ejecución ha habido que retrasar “porque nos han faltado muchos ingresos y porque estamos haciendo una obra social importante, además de estar pagando el nuevo local” que la cofradía ha adquirido en la plaza de la Merced, tal y como resume Benito Moya. Este es el efecto más notorio que tiene la hermandad, sobre todo porque el próximo mes de septiembre celebrará cabildo de elecciones y no hay por el momento nuevos proyectos previstos. “Y porque en esta cofradía hasta que no tenemos como mínimo el 60% del presupuesto de un proyecto, no se contrata”, explica Moya.
Elecciones celebrará también después de Semana Santa la cofradía de Descendimiento, cuyo último proyecto pendiente por la actual junta de gobierno no se va a haber especialmente afectado “porque ya está prácticamente terminado” y cuenta con la financiación casi cerrada para hacer frente, según traslada el hermano mayor.
Esta situación respecto al patrimonio la tuvieron clara en la cofradía del Santo Entierro desde el primer día, en marzo del pasado año: “decidimos parar los proyectos entonces en marcha en materia de restauración al no saber cuánto tiempo iba a extenderse esta situación, así que el proceso de restaurar enseres se ha ralentizado bastante durante este último año”, explica Fernando Díaz.
De manera paralela al paréntesis que van a sufrir los proyectos patrimoniales, las hermandades han dado rápida respuesta a la crisis económica que ha derivado del coronavirus. Ni la merma de ingresos, ni los estrenos pendientes, ni las restauraciones necesarias han podido con el afán de colaborar con los que más necesitan ayuda en el contexto actual.
Esto lo refleja bien claro la hermandad del Despojado, que pese a no recibir subvención ni dinero por la carrera oficial ni el importe de las más de 200 papeletas de sitio que entregaba cada año (de 30 euros los cirios y 20 euros las insignias) ha renunciado este año 2021 al 25% de la cuota anual de cada hermano, que destinará a obras sociales. “Es muy sencillo: creo que lo más importante de la hermandad es la obra social, y todos los días llaman a nuestra puerta personas pidiendo ayuda, y ante eso no podemos mirar para otro lado. Por eso decidimos que el 25% de la cuota anual se iba a destinar a obra social. Los enseres y el resto de proyectos ya se irán haciendo poco a poco, pero cada vez que llega alguien pidiendo ayuda, para pagar la luz o el recibo del gas por ejemplo, es muy duro; y debemos responder”, explica Alfonso Cortés.
En la hermandad del Santo Entierro han encontrado, precisamente durante el confinamiento, una fórmula para ampliar su acción social: han concebido un boletín divulgativo que se publica con cierta periodicidad y cuyo importe (un donativo de apenas 5 euros) se destina íntegramente a la bolsa social de la cofradía. “Se nos ocurrió durante el confinamiento, y hemos encontrado una implicación importante entre los hermanos y devotos a la hora de adquirir el boletín, nuestra gran apuesta desde mayo del pasado año y que nos está permitiendo potenciar la obra social en estos difíciles momentos”, cuenta al respecto Fernando Díaz.
Estos dos ejemplos resumen perfectamente la labor que desde las hermandades se está realizando en los últimos meses, atendiendo necesidades precarias de tantas personas que llaman a la puerta de las casas de hermandad. El Perdón, por ejemplo, ha destinado más de 32.000 euros a obras sociales en el último año, entregando más de 13.500 kilos de alimentos. “Nosotros hemos mantenido la atención en la casa de hermandad, repartiendo alimentos o pagando por ejemplo una bombona de butano a las personas que han ido a pedir nuestra ayuda”, explica el hermano mayor de Descendimiento.
Pieza clave en el futuro que espere a las hermandades en los próximos años, en medio de este escenario de pandemia, será la de sus hermanos. La participación, la implicación, la respuesta que obtengan las nóminas de cada corporación marcará en buena medida el camino que recorrerá este 2021 y en adelante. A priori, en líneas generales no parece que el Covid haya traído consigo grandes cambios en los censos de las cofradías, que además destacan la participación que están teniendo los cultos y las convocatorias en estas semanas de Cuaresma.
“Nosotros sólo tenemos a dos hermanos que se hayan dado de baja en este último año, donde la nómina se ha incrementado en algunos más”, explica al respecto el hermano mayor de Descendimiento, que no esconde su sorpresa además por la asistencia a los cultos cuaresmales. “Ha venido muchísima gente, se llenó San Lorenzo teniendo en cuenta los aforos, claro”, indica. Los hermanos de esta corporación del Viernes Santo están respondiendo también a la retirada de un control solidario que como prácticamente todas las cofradías se ha confeccionado este año. Así que, en palabras de Macías, “tenemos pocos hermanos pero de una calidad incuestionable”.
Así lo ven también en Santo Entierro, donde “apenas se han producido bajas desde que estamos en pandemia y, sin embargo, se han registrado más altas”, afirma un satisfecho hermano mayor.
En la cofradía de Sentencia sí han notado un frenazo a la imparable subida que venía experimentando en los últimos años, siendo la hermandad que más nazarenos pone en la calle en la Semana Santa de Cádiz, con una nómina que supera el millar. “Entre 60 y 80 personas se daban cada año de alta de cara a Semana Santa, y eso no lo vamos a tener; pero seguimos recibiendo altas”, dice su hermano mayor, que destaca la afluencia a los cultos de estos últimos días, así como la colaboración con ese control de salida simbólico. “Y las dos cuadrillas también están ayudando a la hermandad”, añade Moya.
El principal problema de este parón procesional puede estar en esas cofradías con más pequeños en la nómina y en el cortejo. Como la del Despojado, que ha perdido más de un centenar de hermanos (de una nómina actual que supera los 1.200) en el último año. “Mucha gente se ha dado de baja. Te dicen que cuando salga otra vez la cofradía se volverán a apuntar”, señala el hermano mayor. Pero al mismo tiempo, en Salesianos también se han sorprendido de la afluencia que han tenido los cultos, “para los que hemos tenido que mandar gente a los balcones de arriba porque no se cabía en la iglesia”. “Los hermanos están respondiendo, y esperemos que siga siendo así en las próximas convocatorias que tenemos previstas”, confiesa Alfonso Cortés respecto a los actos de hoy domingo, del próximo jueves, o del Domingo de Ramos.
Con este escenario que de golpe originó el Covid hace ya un año y que dejará este 2021 a las cofradías sin poder sacar sus procesiones a la calle por segundo año consecutivo, el hermano mayor del Santo Entierro resume el sentir de los cofrades: “miramos al futuro con la incertidumbre de preguntarnos hasta cuándo”, al mismo tiempo que reclama al Ayuntamiento “que en los tiempos actuales valore en su justa medida lo que hacen las hermandades más allá de una procesión de Semana Santa, especialmente en materia de caridad y en la conservación de un legado que forma parte de la historia de la ciudad”.
Sentar las bases “para reinventarnos”, “tratar de mantener un equilibrio económico” y desarrollar “un plan de actuación más allá de los cultos para mantener viva y activa la corporación”, son los objetivos que se marca Fernando Díaz para el Santo Entierro.
“La situación es inquietante. No tanto por el presente, sino por el futuro”, concluye el presidente del Consejo, que no esconde su esperanza “en que pronto podamos volver a la normalidad y que las hermandades puedan desarrollar sus actividades de manera cuasi normal”. Es decir, que se ponga fin a este confinamiento de las cofradías que se prolonga ya por un año y que dejará huérfanas las calles por segunda Semana Santa consecutiva.
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