Cuando se quiso construir un hotel de 5 estrellas en la muralla de Puerta Tierra
Historia del urbanismo en Cádiz
Un proyecto privado planteaba un complejo hotelero que ocupaba los baluartes y bóvedas de San Roque y Santa Elena
Ahora que estamos metidos, de nuevo, en una polémica sobre la escasa atención que recibe, de las administraciones y de los particulares, el patrimonio de la ciudad. Y también ahora que estamos en medio de una polémica sobre la turistificación y su control especialmente en el casco antiguo, cabe recordar un proyecto de 2004 que tocaba de lleno a la muralla de la Puerta de Tierra.
Aquel año un grupo de inversores trasladó al Ayuntamiento un proyecto ambicioso, extremadamente peculiar y muy arriesgado: convertir el frente de la Puerta de Tierra en un complejo hotelero de 5 estrellas, en un momento en el que la oferta de plazas hoteleras de la ciudad seguía siendo muy escasa y aún no había nacido el fenómeno de los pisos turísticos.
El proyecto, que estuvo en manos de la concejalía de Fomento pero que, evidentemente, no salió adelante, planteaba un hotel de 91 habitaciones tipo suite con una superficie cada una de 45 metros cuadrados y 33 apartamentos con el mismo tamaño.
Los promotores afirmaban que "la rehabilitación de este inmueble se convierte en un hecho de vital importancia, dada la situación del mismo y la importancia que tiene para la ciudad de Cádiz, con el respeto a las edificaciones existentes, su rehabilitación y el énfasis en los elementos arquitectónicos más significativos".
El edificio referente del complejo propuesto era el baluarte de Santa Elena, con vistas a la estación. Aquí se situaba el acceso al hotel y las principales dependencias de atención a los clientes, restaurantes, cafés y salones. El proyecto asumía, en todo caso, la dificultad que implicaba conectar entre sí todos los edificios del frente de la Puerta de Tierra, separados por los dos arcos de entrada y salida al casco antiguo, y por la carretera que dejaba exento al baluarte de San Roque.
En este sentido se proponía, aprovechando la existencia de sótanos en los dos baluartes extremos del conjunto, la construcción de un "sótano a lo largo de todo el complejo, elemento que conectaría bajo rasante todas las edificaciones y que permitiría esta comunicación tan necesaria para el funcionamiento del futuro hotel". Además, se especificaba, de dotar de aparcamientos a toda la zona, eliminándolo en superficie.
El epicentro del hotel, el baluarte de Santa Elena, serviría también de entrada al estacionamiento y al área de servicios del complejo. Sin embargo, se advertía del estado de la fachada del baluarte "degradada y sin respuesta formal alguna", proponiendo una actuación sobre la misma.
"Se propone -indicaba el proyecto- la construcción de un volumen adosado a la medianera, de corte limpio y puro, que constituya la nueva fachada. Será un elemento de antesala al acceso al edificio histórico, donde los materiales se encargarán de mostrar el contraste entre realidades arquitectónicas distintas, con objeto de no alterar el edificio del baluarte".
En cuanto a las habitaciones, junto a los huecos de luz existentes en los baluartes, mucho más limitados en la zona de las bóvedas, se aprovechan los patios de luces existentes. El diseño jugaba con la madera, el vidrio, la piedra y la luz natural "que unidas a la bóveda de la habitación nos hablan de un lugar singular y bello. En las habitaciones inferiores, el efecto de la entrada de luz cenital se repite gracias a la instalación de una serie de luminarias que simulan la entrada de luz solar".
En el baluarte de San Roque se proyectaban apartamentos, con menos demanda de espacios comunes "a la vez que posibita una cierta independencia del resto de edificios".
En total se actuaba sobre 13.840 metros cuadrados construidos y 6.251 metros cuadrados del parking. El número de habitaciones se podía reducir, se decía en el documento, en favor de una mayor potenciación del servicio hostelero e, incluso, con la posibilidad de apertura de un museo sobre la propia muralla.
Es evidente que este proyecto nunca se ejecutó como, tampoco, se ha realizado una actuación de recuperación histórica del frente de la Puerta de Tierra, donde conviven pequeños museos con oficinas municipales, y bóvedas en manos de privados o, simplemente vacíos, en lo que supone un claro desaprovechamiento de uno de los elementos históricos de referencia de la ciudad.
Pero esta parte de nuestras murallas no ha sido la única candidata a su conversión para uso hotelero. Cuando el Ayuntamiento asumió la propiedad del antiguo Gobierno Militar, desde la concejalía de Fomento se puso sobre la mesa la conversión de este noble edificio en un hotel de 5 estrellas, uniendo al proyecto el vecino baluarte de la Candelaria. La entonces alcaldesa, Teófila Martínez, se negó y transformó el inmueble en el Centro Cultural Reina Sofía.
Otros edificios de la red de fortificaciones han tenido, o tienen, usos ajenos a su legado cultural: una guardería en el baluarte de Capuchinos, un restaurante en el de los Mártires, naves de usos varios en San Carlos e incluso el castillo de Santa Catalina estuvo a punto de convertirse en sede de la Escuela de Hostelería.
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