DIRECTO
Lotería de Navidad 2024 en Cádiz

Coronavirus en Cádiz: Un cuento, y a dormir

Medidas contra los efectos del coronavirus en Cádiz

Los niños afiliados de la ONCE reciben cada noche un audio con un cuento narrado por una maestra para intentar que el confinamiento sea algo más llevadero

Ceferino, invidente, hacía este viernes, como cada mañana su sesión de gimnasia... en casa. / Pepi Guzmán

La Organización Nacional de Ciegos Españoles (ONCE) ha tenido también que cambiar su modus operandi con la peculiaridad de que sus trabajadores y afiliados cuentan con algún tipo de discapacidad que les hace vivir este momento coronaravirus de una manera especial.

El virus nos ha quitado a todos la posibilidad de salir a la calle a pasear o de tocar a las personas que nos rodean, haciendo del tacto un sentido casi prohibido y censurado. Pero para para las personas ciegas está significando una merma que les hace aún más difícil la percepción de lo que les rodea.

Muchos de los afiliados son niños pequeños que están recibiendo teleformación a través de los recursos telemáticos con los que cuenta la organización.

Una iniciativa virtual ideada por una de las maestras de la ONCE está teniendo un gran éxito. Cada noche reciben un audio con un cuento para intentar dormirse prontito para que esta pesadilla pase lo antes posible.

Pero la ONCE tiene otros muchos héroes que podrían ser también protagonista de cualquier cuento. Ceferino Jorge Clemente es ciego. Tiene 61 años y ya está jubilado y, como el resto del 91% del humanidad está confinado en su casa. "Ahora el paseo más largo que me puedo dar cada día es entre el cuarto de baño y la cocina, que no pasa de 7 metros". Él lo lleva con buen humor pero no disimula que echa mucho de menos la calle.

Como cualquier otra persona, Ceferino puede salir a la calle siempre que tenga alguna de las necesidades que contempla el Decreto del Gobierno publicado durante el Estado de Alarma. Pero hay una peculiaridad: él no puede salir sólo. Puede, pero "cuando salgo sólo no puedo disfrutar del paseo porque tengo que estar atento a todo lo que se mueve, a los coches, a las personas, a los muchos obstáculos". Cuenta Ceferino que es todo muy distintos cuando va con alguien: "Ahí es cuando me olvido de todos esos obstáculos".

Pero él no puede salir en compañía a no ser que esté enfermo y requiera una compañía. "Además, salir con alguien es poner a otra persona en riesgo".

Además, "¿qué voy a hacer? ¿me voy al súper solo?". Allí, en el supermercado dice que la puede formar porque "si me pongo a tocar las cosas, una de dos, o las tiro todas o bien estoy predestinado a llevarme todos los virus para mi casa".

De todas maneras, la ONCE ha dispuesto un servicio de voluntariado que se pone a disposición, sobre todo de sus afiliados que, por vivir solos, necesitan de alguien que les haga la compra.

Ceferino en su momento gastronómico de este viernes. / Pepi Guzmán

Ceferino Jorge vive con su mujer y su hijo de 30 años. Él cocina y, además, según Pepi, su mujer, lo hace bastante bien, de hecho este viernes había preparado garbanzos con bacalao. Aparte hace su gimnasia diaria, lee muchísimo, pero confiesa que "soy de los que siempre tiene la radio debajo de la almohada". La radio es otra vía de escape, "porque también tengo el whatsapp pero reconozco que eso ya me tiene un poco quemao".

Este afiliado de la ONCE reconoce que es un privilegiado al tener cerca a su mujer y a su hijo. Se acuerda de esos tantos compañeros y compañeras que, por circunstancias de la vida, viven solos. "Ellos lo tienen peor que yo en esta época de confinamiento porque ellos sí necesitan a alguien que, desde fuera les ayude siempre. Aunque sólo sea para hablar, porque no todo el mundo tiene un vecino amable dispuesto a ayudarte".

De hecho, tanto Ceferino como otros muchos afiliados muy comprometidos con el espíritu de la ONCE hacen decenas de llamadas todos los días a muchas personas tan sólo para preguntarles cómo se encuentran o si necesitan algo. "Eso siempre ayuda y aporta compañía".

En cuanto al tema económico, Ceferino Jorge destaca que la ONCE está negociando ahora con los sindicatos un ERTE pero que parece que la organización va a garantizar la totalidad de las nóminas. Sólo se quedarían fuera las comisiones ya que al no venderse los cupones pues no hay comisiones.

Por otra parte, Tamara Ramos, es la jefa del departamento de servicios sociales de la ONCE en Cádiz. Ella cuenta que durante el estado de alarma se han pasado todos al teletrabajo, aunque reconoce que otros muchos servicios requieren de un contacto personal que ahora es del todo imposible. Pero la ONCE ha exprimido la telemática para intentar que servicios como el de rehabilitación o de orientación o bien algo tan sencillo como enseñar a manejarse con un bastón, se pueda explicar a través de un audio.

Este equipo de servicios sociales que hace que todo esto sea más fácil está compuesto por trabajadores sociales, psicólogos y un servicio de voluntariado específico para personas con discapacidad visual.

Desde el punto de vista cultura, Tamara Ramos añade que habitualmente se hacen muchos talleres, salidas, viajes, excursiones que ahora son imposibles. Todo eso lo están supliendo con servicios como el Club de la ONCE en el que cuentan con multitud de libros y películas audiodescritas.

En cuestiones educativas, los más pequeños que cuentan también con alguna de esas discapacidades con la ayuda telemática de sus maestros, con profesores de apoyo. Incluyen también una escuela de padres para que éstos, los progenitores, sepan también defenderse en esta época de crisis. "Les enseñamos, por ejemplo recetas para cocinar en famila con los niños invidentes", según cuenta Tamara.

Pero uno de los servicios más útiles de cara a los más pequeños es una iniciativa surgida ahora, en época de crisis, es la de contarle a todos los niños que así lo quieran un cuento por audio para ayudarles a dormirse cada noche. Es otra manera de ayudar y de eso, la ONCE, sabe de sobra.

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último

Así canta nuestra tierra en navidad | Crítica

El villancico flamenco