"En nuestras culturas, la manera de mostrar el liderazgo es la opresión"
lydia cacho. periodista y activista
La mexicana, incansable denunciante de los vínculos entre el poder político y la delincuencia organizada, recibe hoy el Premio Igualdad Cortes de Cádiz
Cádiz/Su sangre es mar, es marinera. Es la Mujer delfín (su primer y único poemario publicado, y se sonroja al recordarlo, "ya sólo escribo poemas para mí") y es una consumada buceadora. Se sumerge en la mar, para curarse; y en las historias que merecen ser contadas para completarse, para vivir en esa terrible pero cierta paradoja que es el periodismo, el verdadero periodismo, el que es "riesgoso y útil", dice. Riesgoso cuando es útil, digo. Está Lydia Cacho hecha de agua y busca oxígeno en las cosas sencillas, "en las cosas que devuelven a la vida" (bailar salsa, cocinar, el yoga, el contacto con la naturaleza...), para enfrentarse a la propia vida que escogió vivir, la de la periodista y activista que no se cansa de denunciar "los vínculos entre el poder político y la delincuencia organizada" y "los abusos de poder" de todo tipo. ¿O de sólo un tipo? "No importa cual sea el tema -corrupción, abuso sexual infantil, pornografía infantil, persecución de periodistas- ,haz la lista y en todos los casos el patrón de comportamiento de los abusos de poder siempre tienen que ver con la educación de la verticalidad del patriarcado", resume la mexicana. La denuncia de muchos de estos temas le ha valido ser vilipendiada públicamente, detenida ilegalmente y torturada por las autoridades. También unos cuantos reconocimientos internacionales. El V Premio Iberoamericano Cortes de Cádiz a la Igualdad, que recoge hoy, es uno de ellos.
¿Protegen los premios? ¿Blindan los premios? Cacho creía que sí. También su compañero Javier Valdez. De hecho, hace unos meses acordaban que era a su generación a quien le tocaba proteger a los compañeros más jóvenes ("pensábamos que cuando se goza de reconocimiento internacional es más difícil que alguien se atreva a matarnos por el costo político que pudiera tener nuestra muerte") Pero a Valdez lo mataron el 15 de marzo "y todas las respuestas que creía tener, se movieron". Suspiro, se quiebra la voz, de la misma manera que cuando habla del asesinato de Miroslava Breach "hace unos meses en Chihuahua..." Se repone la autora de Los demonios del edén (2005) -la investigación con la que destapó una red de explotación sexual infantil que se mantenía en connivencia con "seis gobernadores, senadores, empresarios y banqueros", recuerda, y que supuso el punto de no retorno de una vida plagada de amenazas- para mostrar una gran sonrisa por "la buena noticia del día".
"Hoy (ayer) acaban de detener al gobernador de mi Estado, Roberto Borge, después de muchos esfuerzos que hemos hecho los y las periodistas, porque ha sido un trabajo periodístico el que ha logrado que este hombre sea detenido por corrupción e, incluso, por vínculos con la delincuencia organizada", se congratula la autora de Esclavas del poder que pone el acento en la gozosa casualidad "de haber salido en este momento" de su país, "justo cuando detuvieron a este gobernador". "De hecho, si lo hubiéramos planeado (la entrega del premio) para protegerme no hubiera salido mejor", ríe agradecida por estar de nuevo (su última visita fue en 2008) "en la ciudad de España en la que viviría sin dudarlo". El mar, al nivel del mar... Como en Cancún, el paraíso al que ama tanto como para denunciar su cara más oscura, como para exorcizar a los demonios que habitan en él.
"Lo volvería a hacer, absolutamente" (habla del punto de no retorno, de Los demonios del edén). "Ojalá no me hubieran secuestrado, ni todo lo que vino después, pero sin duda lo volvería hacer. Con esa investigación se logró la primera sentencia histórica en Latinoamérica, 113 años para un productor de pornografía infantil, y cuando yo escribí ese libro pregunté a fiscales, jueces, policías de investigación y me decían que la pornografía infantil no era un problema, que era algo menor que estaba en el subsuelo... Esa investigación abrió las puertas a que la sociedad mexicana se enterara del tema. ¿Fue riesgoso?, sí, pero tenía la evidencia. Justamente, si hoy sigo viva y estoy platicando aquí contigo es porque me senté con mi familia y mis amigos y les dije que si algo me sucedía llamaran a tales personas e hicieran tales cosas. Lo tenía todo atado... Y sí, mereció la pena", reflexiona.
También merece la pena seguir trabajando por la conquista de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres porque "mucho se ha logrado en los últimos 20 años, leyes importantísimas que sí han transformado la geografía cultural de mi país", se alegra aunque también advierte que "ya también hace 20 años veníamos diciendo que de manera natural vendría una oleada de venganza del neomachismo furibundo, que es lo que está ocurriendo, porque ellos quieren mantener su status quo, y los hombres y mujeres feministas tenemos dos opciones, bien dejarnos arrastrar por esa oleada hacia abajo o nos preparamos con nuestra tabla para surfear esta ola y regresar a tierra para seguir dando la batalla". Y eso es lo que Cacho está haciendo, "junto con muchas compañeras y compañeros", desde "la comunicación, la cultura y la educación".
"El reto más grande que tenemos en la educación es transformar el modelo del liderazgo. Estamos reproduciendo el modelo de liderazgo vertical en el que unos mandan y otros obedecen. Y las mujeres y los hombres feministas del mundo entero proponemos una nueva visión, la de los liderazgos horizontales donde entendamos que somos parte de un rompecabezas que se mantiene por sí mismo porque está unido. En el liderazgo horizontal no existe la opresión porque, recordemos, que en nuestras culturas la manera de mostrar el liderazgo es la opresión", argumenta.
Lydia Cacho alguna vez se ha sentido sola. Alguna vez perdió amistades porque "les daba miedo andar conmigo por si les pasaba algo". Pero también encontró a hombres y mujeres que alguna vez se sintieron solos y no sólo hicieron juntos camino, también crearon nuevas sendas. Lydia Cacho hizo y hace terapia para vivir. Y a veces le asoma la culpa del superviviente. Y baila salsa, y señala a los corruptos, y escribe poemas que sólo lee ella y escribe historias que cambian el mundo. Y bucea. "Esa es la vida", culmina. Así es.
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