"Los curas nunca se jubilan. Esto no es como cualquier trabajo"
Ciudadanos de cádiz
Entrevista. Rafael Caldelas López es, a sus 98 años de edad, el decano de los sacerdotes gaditanos. A lo largo de su vida ha dejado huella en todos los destinos en los que ha estado
L A habitación del sacerdote Rafael Caldelas López (Puerto Real, 1915) en la residencia de San Juan de Dios es un ir y venir de gente. Cuando recibe a Diario de Cádiz está acompañado por otras personas que han ido a visitarlo. Esa es una constante a lo largo de cada día. Y es que el decano de los sacerdotes gaditanos ha dejado huella en sus 98 años de vida en todos los sitios en los que ha estado, pero especialmente en San Roque, donde recibió la Medalla de Oro de la ciudad. La memoria, la mente sigue privilegiada y se acuerda de todo de una manera milimétrica. En una esquina de la habitación hay varios marcos de fotos con las imágenes de la Virgen de la Merced, beato Diego de Cádiz, el Papa Juan Pablo II y José María Escrivá de Balaguer. Sobre la estantería hay varias sotanas colgadas, la indumentaria que siempre viste y que, por supuesto, lleva puesta.
- Ya es muy difícil ver a un sacerdote con sotana. Usted es prácticamente el único que se resiste.
- Hoy en día es anacrónico pero yo la uso siempre. Como no está prohibido su uso, yo la llevo.
- Ahora es tiempo de cambios en la Iglesia, o al menos así lo parece con la llegada del nuevo Papa Francisco. ¿Qué le parece los mensajes que está trasladando el nuevo pontífice?
- Parece que todo va encaminado a reorganizar las estructuras de la Iglesia. Está dando las pautas necesarias para ello y todo va encaminado hacia ello. Se busca una Iglesia con una distinta estructura aunque lo que no sabemos hasta dónde llegaremos. Lo que sí parece es que ha tenido muy buena acogida.
-Usted dijo a sus allegados que nació en 1915 bajo el papado e Benedicto XV y creía que iba a cerrar el círculo de su vida con otro Benedicto, en este caso el XVI. Sin embargo, lo ha superado. Usted que ha visto papas de todos los colores, ¿cuál cree que es el Papa ideal?
-Yo más bien me quedaría con un poquito de cada uno. Cada Papa ha venido mandado por el Espíritu Santo con arreglo a lo que hacía falta. Por eso cada uno es distinto.
-¿Y qué hacía falta ahora?
-Pues precisamente el estilo de este nuevo Papa, es decir, un hombre más cercano, más sencillo y comunicador. El Espíritu Santo es muy sabio. Venía muy bien la figura de un Papa como si fuera otro San Francisco y por eso ha tomado su nombre.
-¿Con qué disfruta el padre Rafael Caldelas a sus 98 años?
-Disfruto mucho con los amigos y la verdad es que me visitan muchos jóvenes e incluso niños. Sobre todo disfruto con los seminaristas que vienen a verme porque ellos son los futuros sacerdotes, los futuros ministros de Dios. Después también sigo escribiendo. Por ejemplo, me gusta analizar las cosas en su conjunto. Tengo una poesía que titulé Panorama en la que simulo que al final de mi vida abro un balcón y veo a toda la Iglesia que he conocido. Después de verlo cierro el panorama porque he cerrado mi vida.
-¿Cuándo ve a esos seminaristas, qué similitudes encuentra con el joven Caldelas que se empieza a preparar para el sacerdocio en los tumultuosos años 30?
-Como de la noche a la mañana. Tenga encuentra que yo fui seminarista con Miguel Primo de Rivera en el poder, después con la II República y continuaba siéndolo durante la Guerra Civil. El seminario de cuando yo empecé al que hay hoy en día es radicalmente distinto. Por ejemplo, en el modo de vida nosotros entrábamos mucho antes y hoy no llegan hasta los 20 años. Nosotros teníamos un régimen de internado más estricto y estábamos allí y sólo salíamos para las vacaciones de verano. Hoy tienen más libertad, entran, salen…
En el Seminario de Málaga recuerdo que había mucha espiritualidad, hasta en los cánticos. Casi todas las oraciones las hacíamos cantando en gregoriano. Hay que tener en cuenta que el Seminario de Málaga lo fundo don Manuel González, que quiso plasmar lo que él había soñado que debía ser un Seminario.
-Pero esa experiencia en Málaga acabó de una forma abrupta porque empezaron las quemas de las iglesias y tuvo que volver a Cádiz.
-Pues sí. El que era rector del Seminario cuando yo estudiaba allí hoy es un mártir porque lo mataron. También a otros dos compañeros míos y el Seminario también acabó incendiado.
-En aquel momento ser sacerdote o un proyecto de ello, era jugarse la vida. ¿Llegó a enfrentarse a alguna situación en la que realmente pasó peligro?
- Yo personalmente no, pero sí algunos compañeros te contaban que a veces por la calle te veían y la gente se lanzaban hacia ellos y les pegaban. Otra mucha gente nos decía que no nos comprendían, que si no estábamos locos. Cuando entró aquel vendaval, que unos jóvenes estuvieran en el seminario para ser cura lo consideraban una locura.
-¿Y nunca pensó en abandonar? El miedo es muy humano.
- Nunca. En el Evangelio se dice que cuando a Jesús se le opuso alguna gente, le dijo a sus apóstoles que el que quisiera se podía marchar y ninguno lo hizo.
-¿De dónde le vino la vocación para ser sacerdote?
- Desde niño. Siempre tuve esa vocación. Yo estaba estudiando en un colegio religioso en Puerto Real, en los Hermanos de la Escuela Cristiana. Desde entonces ya tenía a mi alrededor un gran ambiente religioso y de ahí nació mi vocación y mi deseo de ser religioso. De la escuela me fui directamente al seminario y éste fue una continuación del colegio. Ahora eso se vería raro pero entonces entrábamos en el seminario desde que éramos niños.
-Usted ha estado muy cerca de los jóvenes y de los niños porque ha impartido clases durante gran parte de su vida. ¿Ha sido esta una de sus mayores satisfacciones?
-He hecho de todo, capellán en un regimiento de Infantería, capellán de prisiones, profesor de Instituto…. He estado toda la vida dando clases a analfabetos, a jóvenes, etcétera y sin embargo no he recogido ni una sola peseta en la jubilación porque entonces no era una costumbre cotizar y estar de alta.
Dicho esto, siempre he tenido claro el concepto de que se debe ser cura de todo y para todos. No lo concibo de otra forma. Creo que un peligro en el sacerdocio es la especialización, dedicarse sólo a un sector. El sacerdote no tiene que ser de uno sólo sino que debe ser de todos: por ejemplo el cura de los pobres, ¿pero es que los ricos no tienen alma? Hay que estar con todos y ayudar a todos los que lo necesitan.
-Usted ha sido un gran estudioso de la figura de Beato Diego de Cádiz. ¿Qué es lo que le apasionó para que se acercara tanto a su vida?
-Ha sido un gran personaje tanto en lo civil como en lo eclesiástico. Fue un hombre monstruoso en el buen sentido de la palabra. No podía leer ni escribir y por eso no lo aceptaron en la Orden de Capuchinos. Sin embargo, se puso en cruz delante del Sagrario y le pidió a Dios que le enseñara y bien que lo consiguió porque después se convirtió en un orador famoso y en un gran historiador.
-Sin embargo, pese a ser gaditano, aquí en su ciudad muchos sólo lo conocen por ser el nombre de una calle y por tener una capilla.
-Por eso he escrito libros y he hecho numerosos artículos sobre Beato Diego, porque había que darlo a conocer. El título del libro era Despertador, porque quería que sirviera para despertar las conciencias.
--Cádiz fue su último destino en activo durante 13 años como rector de la Iglesia de San Pablo hasta que con 90 años tuvo su retiro definitivo. Allí fue también director espiritual de la archicofradía de Ecce Homo.
-Durante ese tiempo, como siempre lo había hecho anteriormente en otros destinos, me dediqué por completo a San Pablo. Yo no iba sólo por la tarde y punto, sino que desde la mañana estaba allí y tenía reuniones de todo tipo. Procuré trabajar al máximo con la cofradía de Ecce Homo y también con otros muchos colectivos. Mi experiencia con Ecce Homo no era la primera cofrade, ya que en San Roque estuve en la fundación e varias hermandades.
-Sin embargo, de su etapa en Cádiz todavía se recuerda la foto publicada en Diario de Cádiz, donde el entonces director espiritual del Consejo Diocesano de Hermandades y Cofradías, Sebastián Llanes, le señalaba con el dedo el Martes Santo de 1999 echándole en cara los incidentes que estaban sucediendo al paso de Ecce Homo. A usted en la foto se le ve en fuera de juego. ¿Cómo vivió aquello?
-Fue una anécdota discordante porque no venía a cuento. Yo no tenía nada que ver con aquello. Protestaban por la manera en la que se llevaba el paso pero yo no sabía nada de aquello ni era mi función. Pese a ello vinieron a echármelo a mí en cara. Después es verdad que me pidieron perdón por teléfono y que lamentaban lo que había ocurrido.
-¿Un cura se jubila o lo llega a ser para toda la vida?
-Aquí en la habitación sigo confesando a gente que viene a verme y concelebro la misa. Yo tengo espíritu sacerdotal, no sólo soy cura que me lo tomo como un trabajo más. En su día publiqué un artículo que decía que los curas no se jubilan y serán sacerdotes siempre.
-¿Sigue viviendo el fútbol con tanta pasión como hace años? En San Pablo algunos recuerdan que después de la misa de los martes salía pitando si ese día el Real Madrid jugaba la Liga de Campeones.
-Sigo siendo muy aficionado y en su tiempo lo estuve jugando mientras pude, eso sí, con mi sotana puesta. En San Roque el ex jugador del Real Madrid Adolfo Aldana era amigo mío y me regalaron un balón firmado por la plantilla del Madrid.
-¿Cuál es el secreto de la pócima para llegar a los 98 años en este estado?
-Un poco de genética, porque en mi familia ha habido bastante miembros longevos. Después también no haber fumado y tener siempre la mente ejercitada.
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