"El 11-M debería ser nuestra gran fecha de recuerdo como país"
José María Naharro Calderón | Catedrático de Literatura española
Especializado en narrativas en el exilio y docente en la Universidad de Maryland (EE.UU.), presenta hoy en el Casino Gaditano el libro 'Entre alambradas y exilios' (Biblioteca Nueva)
-Usted es, ante todo, un estudioso de Juan Ramón Jiménez. Una figura sobre la que pesa un cliché de creador fuera del mundo, un tanto narcisista.
-Es una figura muy malinterpretada, por no decir manipulada, por diferentes intereses antes y después de la Guerra Civil. Se le enfrentó, por ejemplo, a Antonio Machado, que era su dilecto amigo. Juan Ramón desarrolló lo que él llamaba una "estética de la ética": tenía un desempeño ético como ciudadano y como republicano, que no aceptó los ofrecimientos de regreso a la España de la dictadura, que quería recuperarlo a toda costa. Se implica públicamente y cambia mucho a partir del exilio. Durante su estancia en Washington, intenta convencer al vicepresidente de Estados Unidos, Henry Wallace, de poner fin a la política de no intervención. Wallace era un hombre moderno, que veía más allá de la dicotomía con la URSS. Creía en los derechos civiles, en la participación ciudadana...No como el innombrable de ahora, al que me niego a nombrar.
-Esto de "sangrías de las Españas y terapias de Vichy" no suena a escalera de póquer.
-El libro es fruto de una larga reflexión y de 25 años de trabajo. Cubre de alguna forma toda la cuestión de lo que significa la expulsión, la salida y la recepción de exiliados españoles en Francia y en el espació europeo totalitario. Sabemos qué pasa en los grandes campos de exterminio, pero me interesaban los espacios intermedios, la campos de alambradas donde la república francesa encerraba a los "indeseables": una avalancha de medio millón de españoles. Unos "indeseables" que después tendrán en un muchos casos un papel clave en la resistencia antifascista.
-No es por señalar la paja en el ojo ajeno, pero parece que nadie anda muy bien de memoria.
-Tanto personal como colectivamente, la memoria es un espacio de poder. Y siempre hay alguna parte de ella, grande o pequeña, que es una falacia, porque es una construcción y, a partir de ahí, uno se comporta. La UE por ejemplo, se basa en el recuerdo del holocausto para desarrollar todo un cuerpo de derechos y garantías ciudadanas.
-Respecto a esto, habla de que los espacios de memoria no suponen un seguro absoluto contra nuevos males, pero que son muy necesarios.
-Están también los "monos de la desfachatez" de la memoria histórica, que contribuyen a fomentar cierta ideología, cierto imaginario. Por ejemplo, Pérez-Reverte diciendo que Picasso pintó el Guernica "por dinero". O Javier Cercas dibujando una especie de abrazo equidistante entre las dos Españas en Soldados de Salamina.
-Y también habla, y mucho, del Valle de los Caídos.
-La Montaña Incivil. Quizá podamos recuperar ese espacio pero, para ello, hay que cambiar pautas completas. Es esencial extraer de allí a los dos muertos vivientes, Primo de Rivera y Franco. El Valle de los Caídos es un espacio donde, entre otras cosas, hubo un campo de concentración. Liberado de su contenido fascista y dictatorial, podría ser un museo de la guerra civil como en otros países, de la dictura, de la Transición... con memorias personales y un gran monumento en el que aparecieran todos los nombres.
-Y, ¿cuál sería un espacio luminoso, en contrapartida?
-Toda la zona de Atocha, Museo del Prado, actual Reina Sofía... reúne momentos muy importantes de nuestra memoria. Creo que el episodio clave de nuestra historia reciente está en el 11 de marzo de 2004; la gestión ciudadana de este atentado fue absolutamente ejemplar: la población miró a quiénes les habían mentido, los políticos, no a la comunidad musulmana. Ese debería ser el día de fiesta comunitaria, porque todo el mundo respondió con solidaridad y dignidad ante un intento de manipulación. Los grandes momentos nacionales son esos.
-¿Se puede computar la pérdida intelectual del trauma guerracivilista?
-Es muy complejo de evaluar. Hemos sido capaces de construir una Constitución lo suficientemente potente como para aguantar más de cuarenta años,y, durante treinta, de 1978 a 2008, el país ha vivido su mayor crecimiento económico, cultural y social. Hay problemas graves y cosas positivas hacia las que mirar: las tensiones territoriales vienen de la crisis económica y de una falta de inclusión y de representación: este es un país plural, yo llamo "las Españas"; la corrupción está siendo juzgada en los tribunales, y cuenta con una población que lucha por los cambios: las mujeres, los jóvenes, la tercera edad. Eso es una garantía. Pero hay problemas gravísimos que deberían tener medidas de urgencia: no está garantizado ni el futuro de los jóvenes ni el de los mayores. Ante la crisis económica profundísima que se ha dejado, el Estado debería garantizar ciertos mínimos y tasar equitativamente. Y se debería solventar con dignidad la exhumación de las fosas comunes de la represión de la Guerra Civil y la dictadura.
-Los brexiters no iba a llegar a ninguna parte. El "innombrable" no iba a llegar a ninguna parte. ¿Qué ha pasado en estos diez últimos años? ¿Qué ha pasado para volver a contemplar la escena del 'Bella Ciao' cantado a un fascista?
-Quienes están detrás de Vox, por ejemplo, pueden ser una minoría, pero lo que hay que hacer es asegurarse de que no accedan al gobierno. En esta minorías, esto es importante, hay factores exógenos a la memoria histórica: no se tiran a la calle porque tengan un gen franquista. La reacción de los ciudadanos no puede ser pasiva ante esto. Pienso además que una memoria histórica de la Guerra Civil y sus consecuencias en favor de valores democráticos a través de la educación puede contribuir, que no garantizar, a que los jóvenes se vacunen contra ideologías totalitarias presentes y futuras
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