La derrota de Cádiz: cierra otro colegio público

EL PASEANTE

La clausura del 'Adolfo de Castro' es una herida en un barrio que intenta mejorar

La capital ha perdido diez colegios en los últimos años

Adiós al Adolfo de Castro, adiós al colegio del barrio

Dos alumnas del Adolfo de Castro, tras el cierre del colegio el pasado viernes / Julio González

HAN cerrado otro colegio público en la ciudad de Cádiz. No ha concluido únicamente el año académico. Sus aulas no volverán a atender a los niños y niñas del barrio cuando el próximo mes de septiembre se inicie un nuevo curso. Sus puertas permanecerán cerradas y su patio vacío a la espera de un nuevo uso. A saber cuál será.

Ayer fue día de despedidas en el colegio ‘Adolfo de Castro’. El epicentro de la formación de los vecinos más pequeños del barrio del Cerro del Moro. Cierra porque apenas cuenta ya con alumnos. Curioso. 

Un barrio que lleva treinta años inmerso en un largo proceso de transformación urbana, que ha olvidado ya sus épocas más duras, que se integra como uno más en la trama urbana. Y que, incluso, sigue viendo con expectación si se hará o no el proyecto del Hospital Regional, vecino de ellos. Nadie podía suponer hace estas tres décadas que al filo del final de estas eternas obras en sus casas, se iban a quedar sin colegio.

Que cierre un colegio es una tragedia para una ciudad, para todos sus vecinos. Como lo es que cierre una librería o se clausure una biblioteca. 

Sobre el colegio se asientan las bases del desarrollo de una sociedad. De ahí salen, para seguir formándose, los niños del futuro. Los que montarán sus negocios, los que trabajarán en las fábricas, los que enseñarán a las generaciones futuras. Los que se pondrán al frente de las instituciones. Ahora, sin embargo, tendrán un colegio menos.

No vale decir que, evidentemente, estos niños y sus profesores no se quedarán en la calle. Faltaría más. Pero el cierre de un colegio supone un desgarro para el barrio en el que se levanta. Es cierto que en esta ciudad damos tres pasos y ya nos metemos en el distrito vecino. Pero un colegio propio forma parte del adn de cada barrio. Un espacio de encuentro que, por mucho que se mantenga en pie con otros usos, se pierde.

El descenso de población que viene sufriendo Cádiz desde mediados de los años 90 se ha llevado por delante a una decena de centros escolares. Todos de carácter público. Incluso obras de calado ciudadano como la del soterramiento del ferrocarril acabaron con el cierre del ‘Manuel de Falla’, hoy Escuela de Idiomas, por su cercanía al ‘Fermín Salvochea’.

La historia de los colegios públicos en Cádiz

La historia nos deja un amargo sabor de boca a la hora de recorrer la vida de los centros escolares públicos. Desde que se tuvo conciencia de la necesidad de fortalecer este sistema, hace un siglo en el inicio de la década de los años 20, los equipamientos públicos siempre han ido dos o tres pasos por detrás (o más) respecto a los centros privados. El gran ejemplo es que el que iba a ser el gran colegio público en extramuros y que acabó siendo vendido a los Marianistas. Un proceso de venta en el inicio de la década de los años 40, cuando el Ayuntamiento de la época afirmó que la ciudad necesitaba un buen colegio religioso.

Tampoco hay que viajar mucho en el tiempo. Sólo cabe recordar el suplicio que le supuso a Cádiz la construcción del nuevo Carola Ribed, sustituyendo al viejo y pequeño edificio de la barriada España. No olvidemos que fue una administración del PSOE la que puso todos los impedimentos para ejecutar las obras del centro que hoy se levanta en Varela, en suelo cedido por el Ayuntamiento de Teófila Martínez.

Y no olvidemos, tampoco, el proyecto lanzado para un gran complejo educativo público en el solar de San Severiano, donde iba a construirse la Ciudad de la Justicia. En su día se ideó un centro desde educación infantil hasta bachillerato, con pistas deportivas y un pabellón capaz de competir con los colegios concertados.Nunca se ejecutó. 

Es cierto que, en el fondo, quienes marcan la educación de un niño y una niña (además de sus madres y padres) son los maestros, aunque las aulas estén destartaladas y el patio lleno de piedras (aún recuerdo el colegio Fray Félix que funcionaba en los años 70 en tres aulas cedidas por el Obispado donde hoy está el Espacio Entrecatedrales, y que funcionó como ampliación del Arbolí, cuando había niños sufientes para llenar todas las aulas). Pero no podemos obviar que un edificio en condiciones, con pistas deportivas en condiciones, con talleres en condiciones, con un salón de actos en condiciones, con un comedor escolar en condiciones, ayuda mucho.

Un futuro muy incierto

Cádiz va a seguir perdiendo población. Las medidas que se puedan adoptar para parar esta sangría (empleo en condiciones, vivienda asequible) podrán tomarse pero no de forma inmediata. Y esa pérdida de habitantes tocará de lleno a la base de la pirámide de población, cada vez más estrecha. Y, el temor está ahí, tras el ‘Adolfo de Castro’ puede caer un nuevo colegio, sin niños en sus aulas.

Mientras, solo cabe reclamar a la Junta y al Ayuntamiento que dediquen fondos suficientes para dejar en buen estado los colegios públicos que aún permanecen abiertos en Cádiz. Más incluso del dinero que ya se destina y que ha mejorado patios y aulas.

Es cierto que el espacio reducido de muchos de estos centros impide disfrutar de pistas deportivas, entre otras cosas, pero sí se ayuda en su promoción que se les equipe con los sistemas pedagógicos más modernos. Y que sea esta una apuesta triunfadora cuando, cada año, se habrá el plazo para elegir colegio en la ciudad.

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