Cádiz se cubre con las mascarillas
Desescalada en Cádiz
La inmensa mayoría de la ciudadanía utiliza la protección en el día que entra la normativa de su uso obligatorio cuando no se pueda guardar las distancias de seguridad
Predomina la reutilización por el coste que supone y las quirúrgicas son la estrella
En una de las salidas del Mercado Central un pequeño que habrá sobrepasado a duras penas los seis años lleva orgulloso su mascarilla infantil de Batman mientras que su madre le ayuda a bajar los escalones con una mano y con la otra agarra a su hermana, muy poco mayor que él.
Desde este miércoles perdemos identidad pero ganamos en seguridad. Las normas del Gobierno obligan, verbo muy distinto al de recomendar, al uso de las mascarillas para todas las personas mayores de 6 años en aquellos sitios en los que no se pueda guardar las distancia de seguridad de dos metros.
En la calle María Arteaga la gente hacia una cola bastante numerosa para recibir los bocadillos que entregan las Hijas de la Caridad a falta de comedor social: La paradoja estaba en que la mayoría de los que estaban allí tenían su mascarilla puesta pero la distancia en la cola era de las que había previamente en la pandemia.
Iglesia de La Palma, centro neurálgico de la Viña. Las puertas aparecen abiertas de par en par con la Virgen de La Palma en el altar mayor. Un hombre está en la entrada de la reja que da acceso a la escalinata de acceso al templo controlando que no se vaya a sobrepasar el límite máximo que puede haber. Un cartel bien visible indica las normas, entre ellas que es obligatorio el uso de las mascarilla para entrar. La gente se va a animando poco a poco desde que se abriera la semana pasada la iglesia, aunque para este viernes se espera que ya haya una mayor afluencia.
Sin identidad. Nos vemos y nos reconocemos por los ojos. Aunque ya había gente que llevaba mascarillas, este jueves prácticamente el 90% de la gente la lleva puesta. En una calle hay sitio suficiente para que haya los dos metros de seguridad y en la siguiente no. Algunos, contados con los dedos de la mano, las llevan en la mano y se la va poniendo y quitando en función de las necesidades, pero la mayoría las lleva puestas.
En el Mercado Central, el lugar más sensible por el tema del espacio es la zona del pescado. Tanto los clientes como los propios detallistas llevan todos mascarillas y, en algunos, casos, las pantallas protectoras. Eso sí, de nada vale llevar la mascarilla bajada en la barbilla y dejando al aire la boca y la nariz, las dos principales zonas sensibles.
Con el uso de las mascarillas hay un poco de lío y también de picaresca. La estrella es la quirúrgica. El nivel de protección es el menor pero también es la más barata y, quizas, la que agobie menos en días de calor como los que estamos viviendo. Luis Ruiz tiene una familia típica de cuatro miembros, es decir, los progenitores y dos niños menores: "Nosotros hemos comprado en la farmacia cuatro mascarillas. Cuando llegamos a casa las tendemos y en la siguiente salida, nos la volvemos a poner". ¿Sabe usted que esas mascarillas son de un solo uso? Ruiz reconoce que lo sabe "pero es que no tengo presupuesto para usar una cada vez que salimos a la calle". Las FFP1 y las FFP2 tienen más usos pero son más caras, en el caso de las segundas llegando prácticamente a los siete euros.
Ese es uno de los principales problemas. Según algunos estudios, para cumplir a rajatabla con las medidas de seguridad habría que gastar una media de 130 euros mensuales por familia en mascarillas. Este hombre asegura que "intentamos sentirnos seguros lavándonos continuamente las manos y, sobre todo, guardando las distancias de seguridad, aunque en ocasiones sea casi imposible".
En la Farmacia Gordillo que se encuentra situada en la plaza de San Juan de Dios reconocen que en los últimos días han vuelto a tener un repunte en la demanda de las mascarillas con la entrada en vigor de esta normativa, "lo que pasa es que la gente ha sido más previsora y las ha ido comprando poco a poco". Antonio Reyes, uno de los empleados de este establecimiento, asegura que ahora no hay desabastecimiento de mascarillas. El problema está, sobre todo, en los guantes protectores.
Reyes afirma que la más pedida es la quirúrgica por el precio y que la mayoría se llevan tres o cuatro para ser reutilizadas: "La gente hace cálculos y cuantos usos le pueden dar y eso es lo que se llevan". Una de las demandas que se está produciendo ahora mismo es la de las mascarillas infantiles. En un herbolario que se encuentra situado en La Laguna hay grandes carteles que indican que tienen este tipo de protecciones para los niños, viendo con ello la posibilidad de negocio.
Raúl Romero vive en el barrio de Santa María: "Aquí hay calles en las que es imposible guardar las distancias. Si nos dicen que lo mejor es llevar las mascarillas será por algo. Eso sí, el calor que estamos soportando y el que queda por venir, nos va a suponer un sacrificio muy grande". Él tiene tres hijos y para los niños se las ingenia todos los días para ponerles las mascarillas, ya que le hace un nudo a la gomilla que va enganchada en la oreja para que les queda ajustada a la cara. "Esto es un ruinazo si compro mascarillas todos los días, así que me he hecho con unas de tela que se lavan y son reutilizables. Tenemos dos juegos y con eso vamos tirando".
En la Farmacia Gordillo cree que no es sólo un tema de ahorro, sino que hay gente que también desconoce que una mascarilla no es para toda la vida: "Este ha sido un artículo que lo han usado sólo los profesionales y la gente no tenía por qué saber si es reutilizable o no".
Las mascarillas han empezado a ser vendidas casi en cualquier sitio. Se pueden encontrar en los supermercados, pero por supuesto también en las tiendas de asiáticos y marroquíes. En una que está situada en la calle José Cubiles, en pleno barrio de La Viña, hay numerosos carteles en el escaparate que indican que venden mascarillas. No se quedan sólo con las quirúrgicas, sino que también tienen las FFP! y las FFP2.
En la terraza de los bares no hay mascarillas. La gente encuentra en esos lugares un momento para liberarse de la mascarilla mientras se toma una cerveza o un refresco.
Lo que sí tiene claro la mayoría de la gente es que las mascarillas nos van a acompañar durante bastante tiempo y que no va a ser cuestión de una semana o dos. Acostumbraremos a reconocernos por los ojos, las cejas y el pelo. Es lo que hay. Perder identidad para ganar seguridad.
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