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Negocios con valor

Desescalada en Cádiz

Un chiringuito que abre al 50% y sin que le salga los números y una pescadería que se inaugura en plena pandemia, dos ejemplos de empresas que tratan de salir adelante en esta crisis

Dos mujeres enseñan las cervezas que están tomando en el chiringuito Potito. / Julio González
Melchor Mateo

14 de mayo 2020 - 06:00

“Entiendo perfectamente a los compañeros que no han querido abrir porque los números no salen”. Miguel Ángel Sánchez es el propietario de dos chiringuitos situados en la playa de La Victoria, separados el uno del otro por apenas unos centenares de metros. El Potito está abierto desde el lunes, el primer día en el que la hostelería tenía permiso para abrir, y el otro establecimiento, el Potito Beach Club, empezará a funcionar a partir de este viernes.

No salen los números pero le ha echado valor tanto a la dudosa rentabilidad como al virus. Es cerca de la una de la tarde y ya hay gente sentada en la terraza. En los dos accesos que hay al establecimiento hay un cartel en el que se le pide a los clientes que no pueden acceder hasta que no reciban el permiso de los empleados y se les acompañe a las mesas. Entre ellas hay bastante espacio pero como explica el propio propietario, el cuidado no hay que tenerlo en la distancia entre las mesas sino sobre todo entre las sillas. En cada acceso tiene que estar un empleado de manera permanente sólo cumpliendo esa función. Otro se encarga en exclusiva de limpiar y desinfectar las sillas y las mesas cada vez que una se queda libre. En estos días el 80% de su plantilla ya está trabajando y cuando se abra el viernes el segundo chiringuito, ya estarán los 40 que tiene en nómina.

Están al 50% en el número de mesas para un establecimiento, en este caso el chiringuito Potito, que tiene unos 300 metros. De las 60 mesas que habitualmente tiene un día normal, ahora con las condiciones actuales están en unas 25.

Además de que no se sobrepase el aforo y que se guarde las distancias adecuadamente, todos los servicios de mesa han de estar individualizados. Por ejemplo, no hay servilleteros comunitarios sino que van con una especie de sobres. Todo ello incrementa unos costes, unos gastos, que no se repercuten posteriormente “porque no hemos incrementado los precios”, tal y como recalca Miguel Ángel Sánchez.

Hay otro problema. Todo va mucho más lento en el proceso y eso hace que no se hagan rotaciones en la mesa, es decir, que si antes en cada una de ellas se llegaban a servir dos o tres comidas en el mejor de los casos, ahora sólo da para una normalmente.

Un plato de boquerones del chiringuito Potito, listo para ser servido. / Julio González

Los primeros días ha funcionado bastante bien en lo que al público se refiere. Muchas de las reservas le han llegado a través de una aplicación móvil llamada Cover Manager. Para el fin de semana, que además se prevé que va a mejorar el tiempo, lo tienen ya todo reservado. Por ello trata de mostrarse optimista.

Han sido dos meses muy duros, tirando de créditos ICO y del colchón de ahorros que se ha quedado casi en los muelles. Ahora esperan ir volviendo poco a poco hacia la normalidad, aunque para ello tenga que pasar tiempo.

En estos chiringuitos también se ha puesto en marcha una campaña ‘Potito te cuida’, por la que cada comensal que acude a los establecimientos a comer o a cenar recibe una mascarilla quirúrgica y un gel hidroalcohólico que se puede llevar posteriormente a su casa.

Miguel Ángel Sánchez asegura que han notado que la gente “tenía muchas ganas de salir a tomar una cerveza y también captamos que están concienciados de que hay que ayudar a los negocios”.

Durante estos dos días la Policía ha ido en varias ocasiones para inspeccionar que se estuvieran cumpliendo con todas las medidas de seguridad, “lo cual es necesario y nos parece bien”. Eso sí, aclara que no ha recibido ningún tipo de denuncia.

Sánchez asegura que el 90% de la facturación de un chiringuito corresponde a los meses de junio, julio y agosto, la Semana Santa y las comuniones “y con esa facturación aguantamos casi todo el año”. Sin embargo, ya este año han perdido parte de ello y con las actuales condiciones es complicado obtener la rentabilidad. Por eso, cree que el pago del canon al Ayuntamiento se debería suspender más allá de tres meses.

Eso sí, el propietario de este chiringuito cree que había que abrir “porque ya tiene que haber actividad y tenemos que empezar a vender la ciudad, esta playa y este destino”.

Mientras tanto, dos mujeres sentadas en la terraza del chiringuito brindaban por la salud y retomaban una costumbre que habían tenido que perder de manera obligatoria por el Covid-19.

En la avenida Cayetano del Toro esquina con la calle Zurbarán hay un negocio que ha abierto en medio de la pandemia. La Pescadería Conil, propiedad de Alejandro Riego, lleva a abierta al público desde el pasado día 5 de mayo. Prácticamente todos los días tiene cola de clientes para entrar: “Estoy súper contento. No me imaginaba que las cosas iban a funcionar de esta manera. Con las condiciones en las que teníamos que abrir, me conformaba con cubrir los gastos”.

Un empleado dela recién abierta La Pescadería Conil atiende a un cliente. / Julio González

Su apertura tuvo que aplazarse ya que estaba prevista para la semana en la que comenzó el estado de alarma. En el mes de diciembre ya se hizo con el local y desde entonces ha venido pagando la renta y, entre medias, ha hecho una buena reforma. Ya tenía contratado hasta a un empleado, pero prefirió no abrir por la incertidumbre que había y la falta de gente en las calles, pese a que era una actividad esencial.

Cuando la situación ha empezado a suavizarse ha decidido dar el salto definitivo. Riego es minorista y también mayorista y tiene dos establecimientos de venta de pescado en el Mercado de Conil. Empezó con un empleado tras la inauguración pero esta semana ya ha tenido que aumentar a dos por el volumen de personas que entraban en su tienda. Riego asegura que a ello ayuda también que tiene muy buen género.

Justo al lado de la pescadería, una pequeña tienda de ropa y complementos, El Rincón de mi Abuela, ha vuelto a abrir las puertas este lunes. Hasta el pasado mes de marzo contaba con un pequeño local pero decidió alquilar también el de al lado y ampliar el espacio de la tienda. Las obras concluyeron justo unos días antes de que comenzara el estado de alarma, por lo que prácticamente no pudo disfrutar de esta renovación.

En el Paseo Marítimo tampoco se ve demasiado ambiente de bares. La mayoría permanece cerrado todavía y sólo unos cuantos se han aventurado a comenzar su actividad. Lo que sí que se empiezan a ver son algunos preparativos que anuncian la playa, algo tan impensable hace unas semanas. Varios operarios municipales empiezan a instalar las torretas para los socorristas, lo que indica que algo está cambiando. Lentamente, pero vamos cambiando.

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