De la desesperación a la aceptación

vivienda | El aspecto psicológico y sociológico

El desamparo ante un desalojo puede llevar a las personas a tomar decisiones drásticas La crisis hace que la percepción social de la ocupación cambie

El matrimonio que tiene ocupada una vivienda en la calle Grazalema.
El matrimonio que tiene ocupada una vivienda en la calle Grazalema.
Rafa Burgal Cádiz

01 de junio 2014 - 01:00

Cuando una persona decide darle una patada a una puerta para ocupar una vivienda o amenazar con hacer algún tipo de locura con tal de reclamar la ayuda de las administraciones para conseguir una casa, detrás hay toda una historia para poder comprender que se pueda actuar de una manera determinada. Por un lado, está el funcionamiento de la mente para entender un comportamiento. Por el otro, el componente social que lleva a actuar de una manera determinada y la concepción que existe de esa acción. Dos prismas, el psicológico y el sociológico, que pueden llegar a dar una explicación de situaciones como las que han protagonizado dos familias del Cerro del Moro durante esta semana.

En el aspecto psicológico, Fernando López Arjona, psicólogo de profesión, diferencia entre dos tipos de acciones: la amenaza o el suicidio y la búsqueda de una solución al problema.

En primer lugar, explica que una acción tan drástica como la de quitarse la vida se da "porque la persona tome la decisión de destruirse a sí misma. Ese pensamiento surge por el desbordamiento y el sufrimiento ante la situación, por lo que se descarta cualquier tipo de decisión que no sea su vida".

Estas personas, tal como argumenta López Arjona, "tienen un alto nivel de percepción del sufrimiento y su nivel de desconexión y aislamiento es mucho mayor". Además, destaca que muchos de estos casos se producen por "la vergüenza de las personas para reconocer sus problemas en el contexto social", por lo que "es necesario compartir para suavizar las reacciones".

Por otra parte, en cuanto a la decisión de la ocupación, señala que "querer encontrar una solución hace que no se cuestione la autodestrucción y se esté tres o cuatro pasos antes que estas personas". Aquí también entra en juego el cambio de la percepción social de este problema, ya que "cuando se ve en los medios tal cantidad de noticias sobre corrupción, se ve que una actuación así es más justa que hace 15 años".

Este aspecto de cambio de mentalidad también lo recalca el sociólogo Diego Jiménez Benítez. En primer lugar, tal como aporta, hay que tener en cuenta el perfil sociológico de los grupos más afectados por la crisis, como son "desempleados, con cargas económicas y cargas familiares, viviendo anteriormente en régimen de alquiler, con cierto aislamiento social y cierta dependencia al mismo tiempo, y posiblemente con pocos recursos y apoyos personales y sociales".

El sociólogo argumenta, en referencia a la figura del okupa, que "es muy diferente socialmente la situación de imposibilidad, o enorme dificultad, del acceso a una vivienda, sobre todo si hablamos a nivel familiar, en las personas que ocupan una vivienda vacía en la actualidad, que en aquella etapa reivindicativa, incluso del derecho a la propiedad, de hace unas décadas fundamentalmente en ciertos movimientos sociales juveniles en algunos países europeos".

Por este motivo, Jiménez Benítez considera que la manera de pensar de la sociedad ha cambiado ante un problema generalizado, ya que "parece que ha aumentado la comprensión y la indulgencia ante esos auténticos dramas, y más cuando incluso hay niños afectados por esa situación. La sociedad en general está muy concienciada con esos problemas y esas angustias vitales, pero tampoco se puede obviar ni esconder que hay sectores de población y determinadas instituciones preocupadas por el conflicto que puede suponer esa evidente colisión de derechos e intereses, tanto en relación a la propiedad como al alquiler de esas viviendas".

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