El desprecio al patrimonio histórico de Cádiz
El foso de la muralla se degrada cada vez más ante el abandono municipal: se acumula la basura y se convierte en un campamento para los sin techo sin control
El cuidado del patrimonio histórico de Cádiz y su uso como motor económico centrado en la cultura, la educación y el turismo es una de las grandes asignaturas pendientes de la ciudad.
Más allá de actuaciones puntuales posibilitadas gracias a fondos europeos o programas de empleo, desarrollados hace ya años en el frente de Puerta Tierra, en Santa Catalina y en Candelaria, entre otros, el tratamiento de las fortificaciones no ha ido acompañado por un plan de mantenimiento, un plan de uso y un plan de desarrollo por parte del Ayuntamiento de la capital.
A todo ello se le une el nulo interés que han tenido las restantes administraciones a la hora de apoyar a un municipio con escasos recursos económicos pero con un rico patrimonio histórico aún por explotar.
Hay dos grandes ejemplos de esta dejación pública: el castillo de San Sebastián y el frente de la Puerta de Tierra.
El primer caso es el más sangrante. Ya es conocido cómo su recuperación quedó a medio hacer tras su fallido papel en los eventos del Doce. El intento por dar continuidad a las obras en la última etapa del gobierno del PP chocó con la nula inversión del Estado, propiedad del complejo, uno de los grandes tesoros de la ciudad.
Ahora, el gobierno está dispuesto a ceder su propiedad al Ayuntamiento pero éste, con lógica, reclama que antes se arreglen todos los desperfectos.
Con el elevado coste que supondría recuperar estos 40.000 metros de fortificación, que se valora en varias decenas de millones, solo los fondos europeos de recuperación podrían salvarlo. El problema para Cádiz y su patrimonio será si este dinero no llega.
El segundo caso es el frente de la Puerta de Tierra. Tanto en la etapa de gobierno del PSOE como del PP se ejecutaron numerosas obras que, ciertamente, han evitado una degradación mayor del conjunto.
Sin embargo nunca se ha desarrollado un plan de gestión del mismo. Los baluartes, bóvedas y la zona del torreón ocupan muchos metros cuadrados que no tienen un uso armonizado y adecuado al propio valor histórico del que fue Monumento Nacional y hoy es Bien de Interés Cultural.
Así, se comparten usos con dos museos de escasas visitas, oficinas municipales, peñas privadas, talleres de carpintería, bares y pequeñas salas de exposiciones. Hay, incluso, naves utilizadas por el propio Ayuntamiento como trastero municipal.
Desde hace unas semanas se está trabajando en la adaptación del torreón y parte de las dependencias inferiores del mismo como centro de interpretación de las fortificaciones, un proyecto muy interesante que se ejecuta gracias a un programa europeo pero, como no, con recursos muy limitados, lo que impedirá mejorar el paseo superior, como se había previsto.
La falta de dinero es una excusa que ha mantenido el actual gobierno municipal desde que llegó al poder en 2015 a la hora de hablar del patrimonio de la ciudad. La diferencia que hay entre lo que Cádiz dedica en sus presupuestos para el mantenimiento del patrimonio histórico, apenas 50.000 euros el último año, y lo que invierten ciudades como Sevilla, Granada o Córdoba nos hace sonrojar, asumiendo la potencia económica de estos ayuntamiento respecto al gaditano.
Pero muchas veces no es necesario contar con grandes presupuestos para mantener los espacios históricos con la suficiente descendencia como para evitar una imagen bochornosa de la ciudad.
Un ejemplo es el estado del foso del Pelícano, a pie de la muralla de Puerta Tierra.
Nunca este espacio urbano ha tenido un uso adecuado para su entorno. Por lógica, y así ocurre en las ciudades que cuentan con fortalezas militares en sus centros urbanos, debería de ser una zona ajardinada bien cuidada, limpia, iluminada, con mobiliario urbano con el diseño adecuado. Un espacio para celebraciones culturales al aire libre. Una oferta con un evidente potencial turístico.
Pero no ocurre así. Si siempre parece haber sido el patio trasero de la ciudad, en los últimos cinco años ha entrado en un estado de degradación y decadencia que, parecía imposible, ha empeorado en las últimas semanas.
La presencia de sin techos se ha incrementado, especialmente tras cerrar el Ayuntamiento con verjas el acceso a las bóvedas de Santa Elena, donde vivían muchos de ellos. Ahora, el foso de la muralla se ha convertido un espacio lleno de tiendas de campaña que, cada día, ocupan más espacio. No hay que olvidar que las acampandas en la ciudad están prohibidas por el propio Ayuntamiento.
A la vez, se incrementa la presencia de basuras. Colchones, mantas, botellas, utensilios varios, bolsas... Todo ello desperdigado y ofreciendo una imagen de absoluto abandono por parte del Ayuntamiento.
A ello se le unen las pintadas que hay en diversos zonas, el precario estado en el que se encuentra la escalera y la rampa de acceso al foso, y el mal estado de los jardines, (el mal extenso de ellos apropiado por los perros, que ya tienen su espacio reservado a pie del Monumento, pero cuyos dueños lo amplían a zonas vetadas).
Todo ello traslada que al menos tres concejalías del Ayuntamiento de Cádiz no cumplen con su trabajo, o simplemente han tirado la toalla incapaces de mantener bien este relevante espacio público.
Fundamentalmente los Servicios Sociales. Como ya denunció la Asociación de Derechos Humanos, el Ayuntamiento sigue sin lograr dar una respuesta adecuada al problema de los sin techo. Resulta al menos absurdo cerrar con valla un equipamiento público (como pasó con el frente de las bóvedas de Santa Elena) y a escasos metros permitir que este colectivo acampen sin impedimento alguno, y con graves problemas higiénicos en algunos casos. Todo por no buscar una solución a su problema habitacional.
También está Parque y Jardines, que no cumple con su obligación. Es claramente perceptible, para quienes pasan por esta zona día tras día, como la basura se mantiene y crece. ¿Nadie de este departamento tiene la misión de mantener estos jardines?
Y por último, Patrimonio Histórico, que entre sus obligaciones está la de preservar nuestra riqueza arquitectónica. Teniendo en cuenta, por ejemplo, que hay un tramo de la balaustrada que lleva años y años con riesgo de caída y aún no se ha arreglado, evidentemente no cumple con su misión.
No puede mantener el Ayuntamiento de Cádiz un espacio tan relevante de la ciudad (y aunque no lo fuera) en estas condiciones de degradación. Si a los vecinos se nos exige el pago de las tasas e impuestos locales, el gobierno local debe cumplir sus deberes y gastar bien este dinero.
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