¿Quién dice que gobernar es fácil?

Más allá de supuestos pactos entre el PP y el PSOE, los primeros meses han sacado a la luz los problemas internos que tiene Podemos para gestionar la ciudad

José Antonio Hidalgo

30 de agosto 2015 - 06:35

Varios miembros significativos del gobierno municipal ya han reconocido que la realidad desde dentro del Ayuntamiento es muy distinta a la que se veía desde fuera de la sede municipal.

Que no es lo mismo reclamar luz y agua para las familias ocupas de una finca en la Segunda Aguada cuando no se gobierna que asumir, ya en el poder, que la legalidad hay que cumplirla y que hay compromisos que tendrán que esperar. Que no es tan fácil buscar una vivienda a una familia que aborda por la calle a un concejal reclamándosela; o encontrar un empleo a un parado y poner en marcha un proyecto cuando en la hucha no hay ni un euro. Como tampoco es posible contratar a dedo a una empresa, porque antes hay que cumplir unos trámites legales.

Los diez concejales del equipo de gobierno se han topado en estos dos meses largos que ahora cumplen de mandato con la dura realidad. Gobernar no es nada fácil.

Esta premisa la están sufriendo en sus carnes especialmente tras una semana muy dura, con un enfrentamiento cada vez más radicalizado con los partidos de la oposición y, curiosamente, con el PSOE, aquel que le dio los votos a José María González para auparse a la Alcaldía. Es cada vez más difícil de entender esta maniobra, ni aún desde una óptica egoísta que lleva a los partidos a tomar decisiones según sus propios intereses. Lo es tanto desde la perspectiva de los socialistas, que dan palos al gobierno y los reciben aún más duros, y lo es desde la perspectiva de Podemos, que acepta sin bochorno el apoyo de quienes consideran elementos esencial del Régimen que tanto detestan. ¿No sería decente, por parte de unos y otros, aceptar lo que cada uno es y asumir que el voto positivo fue un error y que aceptarlo, sólo para pisar poder, lo fue también? Y si, por el contrario, consideran que esta reflexión no es la acertada, más vale que se sienten a dialogar de verdad, amplíen el gobierno de izquierdas con el PSOE y saquen adelante a la ciudad en los cuatro años que aún queda de mandato.

Este artículo, perfilado hace ya unos días, jugaba con la idea de analizar estas semanas de turbulento gobierno. Las cosas se han ido enturbiando más en apenas unas horas pero ello no envejece algunas reflexiones.

Aún cuando quedan unas cuantas semanas para cumplir los cien días de rigor antes de analizar en profundidad la gestión del gobierno Podemos-Ganemos al frente de la ciudad, estos primeros meses de trabajo ponen en evidencia una serie de circunstancias que sin duda van a marcar al gobierno de coalición en los próximos años, si antes éste no reflexiona, pisa el acelerador en algunas cuestiones y deja en el camino a quienes hoy creen que son sus aliados pero que, en el fondo, sólo buscan una parcela de poder particular.

Hay una cuestión que está clara. La gran mayoría de los ediles han llegado al Ayuntamiento con un absoluto desconocimiento de la gestión municipal, como muchos de ellos han reconocido en este tiempo. Lo cierto es que es un problema que no debería de alarmar ni sorprender. A la coalición de izquierdas que llegó al gobierno en 1979 le pasó lo mismo; y se volvió a repetir en 1995 con el Partido Popular (aunque algunos de este partido se fueron veinte años después con el mismo grado de desconocimiento de la gestión pública con el que llegaron).

Lo malo es que los hombres y mujeres de Podemos-Ganemos, por lo menos varios de ellos, han llegado con una profunda desconfianza hacia los funcionarios y funcionarias que han mantenido en marcha el Ayuntamiento en estos años, evitando incluso algunas trastadas de ediles en épocas pasadas. Algunos de los nuevos han llegado casi exigiendo un carnet de pureza ideológica; han ignorado la capacidad de trabajo y las ganas de sacar adelante el Ayuntamiento de buena parte de los técnicos y de sus equipos; han perdido semanas de trabajo (en una ciudad con tantas urgencias) metidos de lleno en una profunda desconfianza hacia la plantilla local, algo que no ocurrió (salvo casos muy puntuales) ni con el PSOE ni con el PP.

Pero la cosa puede ir a peor pues ya revolotean alrededor de estos concejales tan verdes personas dispuestas a ascender a base de dorar la píldora al edil de turno, aprovechando la escasa formación de muchos de ellos y la cercanía ideológica o familiar a las dos fuerzas que hoy mandan en San Juan de Dios, en singulares casos de nepotismo.

Pendiente de que el equipo de José María González sepa encauzar de la forma adecuada la organización del Ayuntamiento y que éste sea capaz de parar los pies a quienes hoy ya se trabajan los sillones de poder, el nuevo gobierno local ha dado muestras, también, de un desconocimiento de la realidad de la ciudad.

Un modelo de ciudad

Más allá de la urgencia social que existe, y sobre la que sí se está trabajando con relativa eficacia y con esfuerzo, hay otras cuestiones que afectan de lleno al desarrollo de la propia ciudad y sobre la que da la sensación que el nuevo equipo anda algo despistado a la hora de tomar decisiones.

No tiene mucha lógica que cuando se ponen sobre la mesa proyectos que necesitan de una rápida respuesta, acaben dando largas con la justificación de que necesitan estudiarla: Mercado Gastronómico, equipamientos de la plaza de Sevilla, convenio urbanístico con la Junta, nuevos hoteles. "Parece como si hubieran venido de otra ciudad y no supieran nada de esta", comentaba recientemente en veterano analista gaditano. Para bien o para mal, se traslada una ausencia de modelo de ciudad que en algunos casos es preocupante. Por si fuera poco, decisiones que se adoptan con rapidez acaban siendo un fiasco, como el anuncio de la ampliación del espacio dedicado a las barbacoas del Trofeo.

Hay quienes aducen que hay que darles tiempo, que acaban de llegar. Pero más allá de las urgencias de la ciudad, parece que nos olvidamos que hay operaciones sobre las que llevamos hablando desde hace años, que se han exprimido hasta el hartazgo y cuyo futuro debería de estar muy claro para cualquier partido que se presenta a las elecciones, y no salirnos ahora con lo que "hay que estudiarlo".

Otra cuestión son los proyectos que aún están muy verdes y cuyo desarrollo recae en su totalidad sobre el nuevo gobierno: los Depósitos de Tabacos, el Castillo de San Sebastián, los terrenos portuarios. Ahí hay espacio y tiempo para reflexionar, para encargar todos los estudios que se consideren necesarios, para organizar mil y una asambleas, porque en estos casos, sí, vamos de nueva.

Aquí no hablamos de cuestiones técnicas ni legislativas. Aquí hablamos de tener claro un modelo de ciudad. Guste o no guste. Y tener claro que la preocupación que se tiene respecto a las necesidades de muchas familias gaditanas no se solventan únicamente con ayudas públicas, pues éstas sólo acaban por socializar la pobreza. Se solventan con actuaciones que creen empleo, pues sólo el empleo permitirá a los ciudadanos pagarse una casa, alimentar y educar a sus hijos sin la necesidad de llamar a la puerta de los Servicios Sociales. Por ello, llama la atención que se priorice la firma de un convenio con el Cádiz Club de Fútbol antes de sentarse con empresarios dispuestos a invertir su dinero en la ciudad.

Igualmente grave, o tal vez más, son las diferencias en cuestiones urbanísticas entre Podemos y Ganemos, que ya han salido a la luz en casos como el convenio con la Junta de Andalucía, que los primeros han apoyado en parte en un ejercicio más de responsabilidad ciudadana, que parecen tienen más asumidos que sus socios.

La deuda

Porque la verdad lo que no le sobra al Ayuntamiento es el dinero.

Los más de 210 millones de euros que se deben a los bancos y los más de 60 millones que a su vez se adeudan a los proveedores, es la herencia envenenada que el Partido Popular ha dejado al nuevo gobierno gaditano. Tantos millones ahogan a cualquiera. Poco se le podrá exigir a Podemos a la hora de poner en marcha nuevos programas o proyectos puramente locales. Es cierto que como herencia también han recibido una ciudad bien urbanizada y con suficientes equipamientos públicos, lo que ya supone un ahorro para las arcas públicas, pues son proyectos que se han encontrado ya terminados. Pero pagar estos cerca de 300 millones de euros dificultará el normal desarrollo de la vida municipal. Para algunos podría ser la excusa perfecta a la hora de justificar incumplimientos del programa electoral. Pero la losa que han recibido es demasiado pesada.

Queda en manos del Partido Popular gaditano presionar en favor de Cádiz ante el Gobierno Central para evitar el colapso financiero del Ayuntamiento. Si durante los últimos tres años, cuando la deuda local se ha duplicado, el gobierno de Rajoy ha mirado a otro lado ahora esperemos que prime la decencia política y no se le reclame a Podemos lo que antes no se reclamó a los suyos.

La Junta de Andalucía tampoco debe de olvidar el papel que tiene en el proceso de reactivación de la economía de la ciudad. Que hace años diese hace años el carpetazo al Plan de Rehabilitación del Casco Antiguo ha sido una de las causas de la actual crisis de la vivienda en la ciudad. Urge que se recupere este programa de forma inmediata. Igualmente en el debe de la administración regional están diversas operaciones en equipamientos urbanos y, sobre todo, la construcción del nuevo Hospital Regional.

La relación con Ganemos

Con todo, y mirando para casa, el gobierno de Podemos ve pasar el tiempo con la duda de la efectividad o no de su acuerdo electoral con Ganemos. Esta formación aporta dos concejales. Una cifra ínfima pero por lo que se ha visto en estos dos meses, o se ha dejado traslucir en las distintas dependencias municipales, parece que tienen una fuerza mayor.

Hay quienes ya hablan de dos ayuntamientos paralelos. Incluso hay simpatizantes de Ganemos que no dudan en poner en duda la capacidad de gestión de los miembros de Podemos. Ganemos también ha criticado alguna actuación del gobierno de González, a la vez que ha puesto sobre la mesa propuestas, como la eliminación de nombres del franquismo de calles y edificios de la ciudad, que el alcalde ha sabido dejar en un segundo plano, ante los verdaderos problemas que tiene Cádiz.

Habrá que ver cómo se moverán ambas formaciones tras las próximas elecciones generales. Si Podemos sigue su línea ascendente frente al hundimiento de Izquierda Unida (que hábilmente ha sabido controlar Ganemos en Cádiz), bien podría producirse movimientos en cuanto a la capacidad de control de la gestión municipal y que ésta quede definitivamente en manos de la formación de González.

Aunque no lo digan públicamente, las relaciones entre las dos formaciones no son lo más deseables para quienes ostentan el gobierno de la ciudad. El alcalde se tomo unas cortas vacaciones de verano a la vez que Martín Vila, el líder de Ganemos, evitando que éste fuese durante unos días alcalde en funciones de Cádiz. Cuanto menos, curioso.

La actitud del alcalde sobre algunas cuestiones de la vida de la ciudad también le diferencian de la postura de Ganemos e, incluso, respecto a la imagen pública de otros alcaldes de Podemos en el resto del país. Así, mientras que otros regidores son muy estrictos en el cumplimiento del dogma de Podemos, en Cádiz se muestran más flexibles, como una versión muy gaditana de esta formación.

Así, el alcalde no ha tenido problemas para acudir a un acto puramente religioso, como fue la imposición a los ediles de la medalla del Nazareno; al igual que presidió la presentación del Trofeo Ramón de Carranza (cuando algunos miembros de su gobierno reclaman la eliminación del nombre de este alcalde del nomenclátor de la ciudad). González ha mantenido también el retrato del Rey Felipe VI presidiendo el salón de pleno del Ayuntamiento al igual que sigue colgado en su despacho oficial, aunque en otra ubicación, el de Don Juan Carlos, rey emérito. La gran bandera española sigue ondeando en la plaza de Sevilla, aunque algunos sigan manteniendo la falsedad de que fueron los de Podemos los que la quitaron hace dos meses.

Elecciones generales

Pero en este retorno tras las vacaciones no debemos de olvidar que bien en noviembre o bien en diciembre se celebrarán elecciones generales. Y no serán estos unos comicios cualquiera. Veremos en el conjunto del país si la fortaleza de Podemos y Ganemos se mantiene o si el PP y el PSOE mantienen su tradicional hegemonía. En Cádiz, aunque se dirá que nada tiene que ver unas generales como unas locales, las elecciones servirán también como primer termómetro electoral de la gestión de José María González.

Y tras las votaciones podría producirse la revolución pendiente en el PSOE gaditano, con media militancia enfrentada con su secretario local, Fran González, tras los nefastos resultados de las locales de mayo pasado; mientras que en el PP habrá que ver si Teófila Martínez decide mantenerse en el Ayuntamiento como concejal o da paso a otros miembros de su lista y se queda en el Congreso. Si ella se va, le seguirá sin dudas el concejal más veterano del Ayuntamiento, José Blas Fernández.

La imagen del alcalde

Lejos de dogmatismos, la actitud del alcalde respecto a las costumbres más arraigadas en la sociedad gaditana es absoluto respeto. Ahí ha sabido actuar con buena mano, asumiendo que gobierna para todos, aunque también haya provocado algún mal comentario de sus socios en San Juan de Dios.

Escribíamos aquí, al poco de prometer su cargo como alcalde, que para muchos gaditanos la llegada de José María González era recibida con esperanza de cara a un futuro mejor para la ciudad, fuesen votantes o no de Podemos. Pasados estos dos primeros meses, dejando a un lado las largas negociaciones para cerrar su gobierno, aún mantiene e incluso ha incrementado esta imagen positiva. En una reciente entrevista en una cadena de televisión nacional demostró que tiene tablas ante las cámaras y toreó con éxito preguntas ajenas a la vida de Cádiz.

Tiene un plus de confianza por parte de una buena parte de los gaditanos, a pesar de los traspiés de estos días, que debe aprovechar y sólo lo podrá mantener si es capaz de abrirse a la calle, si evita más errores de gestión en la reordenación de las distintas delegaciones municipales y en la gestión diaria, si se fía de los que se tiene que fiar y recela de los que ansían sólo el poder.

Los ciudadanos saben, o por lo menos deberían de saber, que llega a un Ayuntamiento que los últimos años ha mejorado en muchas cosas la ciudad pero que también daba síntomas de cansancio. Sabrán, así, esperar a cambios y proyectos nuevos.

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