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La doble dificultad de la solidaridad en tiempos de pandemia

Caballeros Hospitalarios reinventa su labor y se adapta a las limitaciones impuestas por el Covid para no desatender a las familias y personas sin hogar que llaman a su puerta

Un dormitorio del albergue de Caballeros Hospitalarios, con una cama inutilizada por el protocolo Covid.

Justo cuando más falta hace la ayuda a los que menos tienen, justo cuando los índices de necesidades básicas más repuntan a causa de la pandemia, cuando empezábamos a olvidar la crisis económica, la labor de las asociaciones que trabajan en la asistencia a los más necesitados se ve muy limitada y mermada precisamente por los protocolos y precauciones necesarias para evitar la propagación del virus. Frente a ello, estas entidades se reinventan y se adaptan para no perder de vista su objetivo principal: atender a quienes llaman a su puerta.

Este es el caso de Caballeros Hospitalarios, que sigue navegando contra viento y marea en medio de la pandemia para seguir prestando una ayuda que se ha convertido en fundamental para personas sin hogar, familias y particulares que acuden a la antigua Casa de Socorro de la calle Benjumeda. Los obstáculos son grandes en los momentos actuales, pero aún así la institución no cesa en su empeño con sus actividades principales, que son el albergue, la entrega de comida a familias y la cesión de ropa.

A lo largo del pasado año 2020, el albergue registró un total de 2.153 personas (de las cuales 758 fueron extranjeros). Y eso que durante prácticamente medio año (desde el inicio de la pandemia en marzo hasta principios del mes de septiembre) tuvo que cerrar sus puertas como medida obligada por el Estado de Alarma y el agrupamiento de todas las personas sin hogar en la ciudad (103 por aquel entonces, según el censo municipal) en el centro náutico Elcano. A lo que se une que desde la reapertura hasta el momento actual, el centro de la calle Benjumeda ha visto reducida su capacidad a la mitad, por aquello de los aforos, distancias de seguridad y otras medidas de prevención del contagio del Covid-19.

De hecho, durante los meses de cierre del albergue, en su interior se quedaron once residentes, que al igual que el resto de la población no podían salir del edificio. “Eso nos obligó a hacer un gran esfuerzo, pues teníamos que atender no solo el alojamiento sino también la manutención y otras necesidades básicas para las que no estábamos preparados”, traslada el presidente de Caballeros Hospitalarios, José María Gómez.

Comedor del albergue de Caballeros Hospitalarios, en Cádiz.

La pandemia ha afectado también de lleno a otra de las actividades que en los últimos años se ha convertido en esencial para esta institución: lo que ellos llaman el ropero, la entrega de ropa y calzado todos los lunes del año para las personas que lo necesitan. Una actividad que gestionan principalmente las Damas Hospitalarias y que por el Covid tuvo que cesar el acceso de personas y la selección de ropa. Ante este revés, y con el objetivo de seguir desarrollando la actividad, la ropa y el calzado que se consigue se está entregando en Cáritas Diocesana, que está dando el debido uso a través de sus propios canales (entre otros, la empresa que recientemente ha puesto en marcha de reciclaje de ropa, con varios contenedores de recogida distribuidos en distintos puntos de la ciudad y de toda la diócesis).

La institución hospitalaria tampoco ha desatendido en medio de la pandemia el reparto de alimentos. Tanto los desayunos de los albergados, que también cenan allí los fines de semana y festivos (cuando cierran los comedores sociales de la ciudad), como la entrega de alimentos dos veces al mes a un total de 133 familias que han sido atendidas a lo largo de 2020.

Y además de todo esto, el pasado año también prestaron colaboración los caballeros y damas hospitalarios al circo Las Vegas, durante el período de confinamiento que tuvo que afrontar en San Fernando y con el que colaboraron con la entrega de alimentos. Alimentos que también llegaron por medio de esta institución al convento del Espíritu Santo de El Puerto de Santa María o al convento de las Hermanas de la Cruz, para su posterior distribución entre las familias más necesitadas que han aumentado a causa de una pandemia que está dificultando la labor social de instituciones como Caballeros Hospitalarios.

La reforma permanente del edificio para adaptarlo a las necesidades actuales

Además de la intensa labor social que la pandemia no ha frenado, Caballeros Hospitalarios sigue trabajando en la continua reforma del edificio y su adaptación para un mejor desarrollo de esas actividades de atención a los necesitados, además de las propias de la institución. En este sentido, en 2020 se ha realizado una reforma integral del despacho de recepción, se han sustituido todos los cuadros eléctricos de la casa de Benjumeda, y se ha dotado de nueva iluminación en los dormitorios y de la instalación de detectores de humo.

A todo ello se une la habilitación de un nuevo tren de lavado con la adquisición de nuevas lavadoras y secadoras y la adecuación integral del patio interior donde se ubica.

También se ha habilitado un apartamento completamente amueblado en la tercera planta, que ya tiene uso con el alojamiento de una persona necesitada “que es un gran voluntario y gran colaborador diario del albergue”, explica el presidente, que avanza además el proyecto en marcha para la ampliación de otro apartamento que se localizará en la segunda planta del edificio y que irá destinado a dar una solución a “situaciones especiales de acogida”.

En el capítulo de reformas del inmueble se incluye la renovación total del comedor y sala de estar del albergue, para lo cual se ha adquirido un nuevo mobiliario.

Y de cara al futuro próximo, José María Gómez enumera el proyecto de reparaciones de las dos grandes monteras del edificio e impermeabilización de las cubiertas y azoteas, “las cuales ocasionaron unas filtraciones que han afectado grandemente a las instalaciones donde está ubicado el Ropero”. Una vez se consiga culminar estas obras, se realizará una reestructuración de Ropero y la creación de un nuevo salón de actos y conferencias que se ubicará en el segundo piso, ya que el que se utilizaba en la planta baja ha tenido que destinarse a almacén de alimentos para los repartos quincenales a esas familias que en 2020 sumaron 133.

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