"El edificio de la Aduana no tiene valor"
El arquitecto Antonio González-Capitel realiza un informe encargado por la plataforma ciudadana que aboga por el derribo en el que dice que se le quite la protección que posee
Cádiz/Tiene un escaso valor, es anacrónico, muy vulgar y de notable torpeza. Estos son sólo algunos de los calificativos que utiliza el arquitecto Antonio González-Capitel, catedrático emérito de la Universidad Politécnica de Madrid, sobre el edificio de la Aduana en el informe encargado por los colectivos ciudadanos que abogan por revertir la protección del inmueble y, con ello, se pueda tirar.
La conclusión a la que llega este especialista en la arquitectura española moderna y contemporánea, incluida la de los años 40, y experto en restauración y protección de monumentos y edificios del pasado, es que el inmueble "debe ser desprovisto de la protección oficial de que hoy, indebidamente por su escaso valor, goza". Así, dice que el Ayuntamiento de Cádiz, "por interés público, debe de ser libra para decidir sobre el importante lugar que ocupa".
¿Y cómo llega a esa conclusión este experto? En primer lugar afirma que no tiene apenas valor histórico, "ya que no es representativo de ninguna cuestión o tendencia propia de su tiempo". En este sentido dice que se produce "un doble anacronismo". Primero porque el edificio pertenece al neotradicionalismo españolista propio de los años 40 en España, "que era una tendencia historicista ya forzada y anacrónica". Por otro lado, refleja que este edificio se proyectó en 1956 o 1957 , años en los que esta tendencia "ya no se practica". Por lo tanto concluye que está "aislado como cuestión arquitectónica y cultural".
Así, pone como ejemplos varios edificios que se empezaron a hacer para demostrar que ya era anacrónico. El primero de ellos fue el edificio de la Delegación Nacional de Sindicatos (hoy Ministerio de Sanidad) en Madrid, que ya es "decididamente moderno y cualificado. Por ello afirma que ya al final de la década de los 40, "la poco afortunada aventura historicista se daba ya por liquidada como representativa del régimen" y ese edificio de Sindicatos marca un punto de inflexión. Después llegaron otros como el gobierno civil de Tarragona pero "la Aduana Nueva de Cádiz fue realizado cuando ya se encontraba en solitario al practicar la arquitectura historicista, pues ésta hacía años que había sido desechada".
González tira de historia y de la intención que tuvo el director general de Arquitectura del Ministerio de Gobernación, el arquitecto Pedro Muguruza Otaño, en los años posteriores a la Guerra Civil de que la arquitectura del nuevo régimen fuera neo-tradicionalista y española, habiéndose adoptado supuestamente modelos como el Monasterio de El Escorial o el Museo del Prado. Sin embargo, esta tendencia tuvo poco fortuna y en el mundo se hacía una arquitectura moderna, por lo que recuperar la tradicional "no era más que una cierta farsa, poco más que la demanda de un forzado disfraz".
No obstante, el arquitecto autor de este informe salva algunos edificios de ese estilo, como los respectivos bancos de España de Córdoba y Madrid.
Sin embargo, ese no es el caso de la Aduana de Cádiz" cuya calidad intrínseca deja mucho que desear". A juicio de González-Capitel, "el edificio no sólo es muy convencional, sino que puede definirse también como muy vulgar y de notable torpeza".
El arquitecto entra en los elementos arquitectónicos del edificio y entre otras cosas, habla de que la coronación que es propia de una iglesia renacentista "descansa indebidamente en un pórtico exento de columnas jónicas, con el muro retranqueado, cuando debería descansar en un muro de fachada", según el lenguaje clásico.
El autor cree que el edificio intentó relacionarse "figurativamente" con la antigua Comandancia de Marina, esto es, "para intentar un enraizamiento contextual con la arquitectura del lugar, pero hoy ya, al haber desaparecido este otro edificio, el de la Aduana ha quedado solo y en una muy ridícula soledad".
Del interior tampoco salva apenas, ni la escalera, "que está trazada insistiendo en uno de los criterios más convencionales y algo torpes del edificio, su absoluta simetría". Tampoco lo es el espacio cubierto central de la primera planta que "no pasa de ser algo parecido a la sala de operaciones de una sucursal bancaria convencional".
Dice que la presencia de un edificio "vulgar y sin verdaderos valores sería soportable" si no fuera por el hecho de que en su trasera está la antigua estación de ferrocarril, "con alto interés y cuya fachada principal y de inicio se presentaba a la ciudad en forma plena hasta que la Aduana Nueva se situó delante, demasiado cerca, y tapó así su relación frontal con la ciudad".
El experto explica que la protección de la Aduana Nueva es "de ínfimo valor, muy lejos de lo que es un Bien de Interés Cultural". Así, cree que el interés público de la reforma urbanística que significaría la puesta en valor de la antigua estación "es muy superior a la pequeña protección del edificio de la Aduana".
Una amplia trayectoria
Antonio González-Capitel Martínez nació en Cangas de Onís (Asturias) en 1947 y es titulado como arquitecto por la Escuela Superior de Madrid en 1971. Primero doctor y después catedrático de Proyectos Arquitectónicos en Valladolid y desde 1991 en la Universidad Politécnica de Madrid desde 1991. Ha sido profesor invitado en todas las universidades españolas y en otras e instituciones de Francia, Italia, Portugal, Suiza, Holanda, Reino Unido, Eslovenia, Estados Unidos, México, Uruguay, Paraguay, Perú, Chile y Argentina. También es investigador asociado en la Barlett School of Arquitecture, de la University College London en el año 2010-11. Es arquitecto en ejercicio para proyectos y obras de edificios y también para restauración de monumentos y rehabilitación de edificios, algunos de ellos premiados como el Convento de la Rábida de Palos y ha publicado un total de 29 libros.
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