“La elite no crea nada, la elite conserva; es el pueblo el que crea”
Pedro Payán Sotomayor | Lingüista
El próximo Congreso de la Lengua Española devuelve a la actualidad al profesor universitario gaditano autor de ‘El habla de Cádiz’, el libro que tendrá una nueva reedición
Una entrevista de 2013
El profesor gaditano Pedro Manuel Payán Sotomayor vuelve a estar de actualidad. La celebración del próximo Congreso de la Lengua Española hace, a unas semanas de cumplir 86 años, que medios, entidades y administraciones públicas pongan el foco en su libro ‘El habla de Cádiz’, su indispensable aportación a una manera particular de conversar que es conde en no pocas ocasiones una manera aún más particular de entender la vida. El libro, que cumple 40 años y va a ser reeditado, no siempre fue bien acogido por quienes lo veían más cerca de la vulgaridad que del interés académico y científico. Pedro Payán vuelve a hablar de su libro en esta entrevista, que concede en su propia casa en una mala época personal causada por su reciente viudez: “Le estoy echando coraje. Tengo una gran fe y ahora noto que es buena tenerla desde el punto de vista práctico. Y además, me entusiasmo hablando de la lengua”.
–Se vuelve a hablar de ‘El habla de Cádiz’, aunque en verdad nunca se ha dejado de hablar, ni de leer, ni de consultar... Hasta la expresión sirvió para dar nombre a un coro de Carnaval.
–Digo, de La Salle Viña, y fue primer premio. Yo, de verdad, estoy abrumado en estos días. Además, me coge en un momento muy bajo, pero le estoy echando coraje. Fue un tema que me ha atraído desde que estuve en la Universidad de La Laguna con mi maestro Gregorio Salvador. Lo que no suponía es que ese entusiasmo primerizo iba luego a redundar en que yo, al volver a Cádiz, lo iba a poner en práctica para mi propia tierra y sus hablantes.
–¿Le están llamando mucho en estos días previos al congreso?
–Sí, sí. Y el barrio está volcado. A donde vaya, la gente atendiéndome. Incluso desde la asociación de vecinos (Segunda Aguada, barrio donde vive ahora) se están haciendo cosas. He dado una nueva conferencia en la sede la UNED. Todo con este estado de ánimo, que no es fácil afrontar las entrevistas, las consultas, estas charlas...
–Debe ser motivo de orgullo que se acuerden de usted.
–Hombre, entiendo que es un congreso de la lengua común que se celebra en Cádiz, una ciudad que tiene esa creatividad y ha aportado todo eso... Son aportaciones del habla de Cádiz a la lengua española, y creo que tenemos un papel. ¿Por qué? Por su situación, porque por aquí han pasado distintas civilizaciones y pueblos y por el carácter del gaditano, que está creando siempre. Yo anoto palabras y expresiones, y cuando sale una nueva edición voy corrigiendo y añadiendo ciertas cosas. Lo que pasa es que ya casi no puedo, tengo muy mal la vista y a veces ni con lupa; es una cosa tremenda. El otro día José Joaquín León, que me tiene un afecto tremendo y que siempre ha apostado por el libro, usaba la palabra ‘carajote’, y ahí le estaba dando un matiz distinto. Carajote era tonto, un tío que es no espabilao...; no, ahora el carajote pasa a tener un carácter más peyorativo. Y es que, como sabemos los lingüistas, la lengua siempre se está haciendo.
–Es dinámica.
–Claro, es dinámica. Lo que he hecho yo con mi libro es ser notario de lo que veo en la calle, de lo que escucho en la calle. Por eso mi dedicatoria, desde el principio, fue: “A todos los gaditanos, auténticos protagonistas de este libro. Para ellos la admiración del investigador y el cariño del paisano.
–Fue hace 40 años...
–Eso es, en 1983. La presentación fue en el Casino Gaditano.
–Pero hubo gente que no creía en aquel libro.
–Mira, yo tengo una mala experiencia porque me dijeron: “¿Esto se va a publicar?”. Tengo la impresión de que realmente hay un sector más o menos elitista que sigue sin creer en el libro, que piensa que es una vulgaridad, y no sabe que, como dice José Antonio Hernández Guerrero en el prólogo, aunque sea un libro divulgativo está hecho con cierto rigor.
–Lo popular puede ser riguroso.
–Totalmente, además es algo vivo. Mira, mi tesis doctoral fue sobre la pronunciación del español en Cádiz, y todo es científico, con cintas grabadas a hombres, mujeres, distintas edades, distintas culturas...
–Cádiz es una ciudad muy americana y por eso celebra el congreso que no ha podido acoger Arequipa.
–Digo yo que muy, muy, muy; tres veces muy americana. Y en cuanto al habla, hay rasgos similares. Mira, Andalucía está dividida en tres partes, según el maestro Alvar: seseo, ceceo, que al gaditano no le suena bien dicho sea de paso, y los que logran la disimilación entre uno y otro, que será la parte más pequeña. Bueno, pues lo que ha viajado a Hispanoamérica ha sido el seseo, el acento más suave. Como en Canarias, que es un calco. Y ya si hablamos del léxico, pues las palabras igual. Si Quiñones hablaba de los cantes de ida y vuelta, pues con las palabras igual, aunque a veces con los significados alterados. Por ejemplo, alturnar, que es un compuesto de alternar y turnar, que para algunos es una vulgaridad, pero que al unirlos se le da otra fuerza. Porque eso es lo que pretendemos, la creatividad nos lleva a expresarnos más y mejor, frente a los que piensan que es una vulgaridad. Y en Cádiz el rasgo que yo destacaría más, sobre todo, es la creatividad. Continuamente.
–Su libro no es un diccionario al uso, pero sí es un diccionario de usos, en este caso de uso del gaditano. Además, se ha anunciado una nueva edición.
–Sí, mira. Tengo aquí un ejemplar de la nueva edición a cargo de Quorum (lo enseña muy satisfecho). Incluye tres artículos a modo de prólogos: del alcalde, de Eva Díaz Pérez, que estaba al frente del CAL, y de Juan José Téllez. Y al final, el libro muestra las distintas portadas que ha tenido la obra a lo largo de sus distintas ediciones. Es muy bonita. Todavía recuerdo cuando Fernando Quiñones, al acabar la primera presentación en el Casino, me dijo: “Este libro, Pedro... Tú vas a estar con un bastoncito y vas a seguir hablando de él” (Ríe).
–Y acertó. Quiñones sabía latín.
–(Ríe). Cierto, cierto. El libro no ha parado de publicarse. Y hay quien se lo ha llevado como recuerdo de Cádiz.
–¿Pedro Payán se sabe todas las palabras que aparecen en ‘El habla de Cádiz’?
–¿Yo? Sí. Pero cuando me piden escoger una, la verdad es que me cuesta trabajo. Es como un buen padre que quiere a todos los hijos por igual. A veces elijo macancoa, que es una de las palabras que compartimos con América. Es como un desánimo muy grande. Habría que destacar otras palabras ya recogidas por la Academia desde hace tiempo, como paraíso, un término que referido al gallinero de un teatro lo hemos creado nosotros. Y lo he visto en otros teatros. La acepción es gaditana, y surge durante las sesiones de las Cortes cuando el pueblo acudía a la parte más alta del templo y decía que se entraba en el paraíso. Y el término liberal, ahora tan malgastado, nace en el ambiente de las Cortes en el sentido de lo que es el ambiente gaditano de verdad, amplio y abierto a todo. Esas acepciones están recogidas; como cursi, una de las más antiguas recogidas en el diccionario. O guachisnai, que deriva de aquel What’s your name? O al liquindoi, o un término nuestro que lo compartimos con el portugués, que es morsegar... En portugués viene de ratón, pero nosotros hemos cogido la palabra y le hemos dado otra connotación, en plan maligno, el tío en la playa que ve lo que ve (ríe). Es todo de una riqueza apabullante.
–Pues hay una iniciativa de la Asociación de la Prensa para que los gaditanos cuelguen en sus balcones esas palabras.
–Eso me han dicho... Ya digo, estoy abrumado y es poco. Mira, voy a hablar como lingüista y dialectólogo: es muy interesante nuestra geografía, que más rica no puede ser; nuestra historia, que como yo digo a veces es insoportable de importante; pero la parte lingüística, cómo hablamos, es la que nos define como pueblo, como ciudadanos.
–El lenguaje siempre ha tenido un componente popular.
–Claro, las palabras que recoge la Real Academia vienen del pueblo. La elite no crea nada, de verdad; la elite conserva lo que cree que debe conservar, es el pueblo el que crea.
–Vamos a proponer una palabra con acepción gaditana para que la incluya en el diccionario.
–(Piensa). Podría ser bastinazo. Es de los ejemplos de transformación, porque viene del pescado, de bastina, con una connotación negativa que hoy en día significa lo positivo: ¡Qué bastinazo de película, quillo! Bastinazo podría ser.
–Alguna podría meter la RAE.
–Sin duda, yo no te voy a decir cuántas y cuáles, pero podría hacerlo. Yo las quiero a todas, porque todas las he analizado.
–Es un diccionario de usos, porque además de la palabra y la acepción, se añade un ejemplo.
–Y muchos del propio Diario de Cádiz y también del Carnaval. Y cuando no he podido, he puesto una frase que he captado escuchando a las personas.
–Hay mucho de tradición oral.
–Es que es un trabajo de tradición oral. Puedo confrontar una cosa escrita, pero están recogidas de la tradición oral. También expresiones, como ‘estar más perdido que’l barco l’arró’.
–Esa se la atribuyen en muchos lugares.
–¡Cómo lo sabes! Una vez, en un acto en el Palacio de Congresos, había gente de tierra adentro, donde no han visto un barco en su vida, que se lo atribuían. ¡Cómo va a ser esto!
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