La emoción de Milagros
La madre del alcalde no pudo contener las lágrimas al ver a su hijo con el bastón de mando El traspaso de poderes con Teófila fue correcto pero con frialdad
José María González Santos Kichi está de subidón, está en una nube. Demasiadas emociones juntas, demasiados cambios en su vida en apenas unas horas. Pocos minutos antes, ya como alcalde, se ha dado un baño de masas en las puertas del Ayuntamiento, en una escena casi mesiánica, que ha prolongado su salida al balcón municipal ofreciendo el bastón de mando a la marea de personas que se han dado cita en San Juan de Dios. Ahora casi ni acierta a contestar cómo se siente. Tiene incluso que pararse a pensar a elegir las palabras que le pide el periodista: "Honradísimo y orgullosísimo de lo que significa que una persona como yo llegue a la Alcaldía". Media hora antes se había sentado por primera vez en el sillón presidencial del Salón de Plenos, el mismo que ha ocupado durante 20 años Teófila Martínez o durante 16 Carlos Díaz, pero su recuerdo en ese momento fue hacia Fermín Salvochea, el que fue llamado alcalde del pueblo.
Horas antes, alrededor de las diez y media, llegó al Ayuntamiento y subió a la primera planta, a la zona noble, donde entre otras dependencias está el Salón de Plenos. Vestido con una camisa blanca y unas deportivas marrones, un atuendo muy informal para lo que siempre se ha estilado en una investidura, bebía agua en una pequeña botella con la que trataba de aguantar los nervios que llevaba por dentro.
A pocos metros, Teófila Martínez y algunos de sus concejales estaban dentro de la sala de la Junta de Gobierno Local con la puerta abierta, donde se podía ver a una todavía alcaldesa sonriente, aunque su semblante fue cambiando a lo largo de la mañana. Ninguno de los dos tuvieron contacto ni siquiera visual, en una relación fría pero correcta que permaneció a lo largo de toda la jornada.
Muchos saludos entre concejales, entre los que entraban y los que salían, entre los de un grupo y otro minutos antes de vivir una jornada histórica en la capital gaditana porque se iba a producir un cambio de regidor.
Podemos, o Por Cádiz sí se Puede, intenta simbolizar de todas las maneras posibles sus ideales y sus apoyos. Así, en los escaños que ocupaban varios ediles había camisetas con los colores arco iris del colectivo de gays y lesbianas, otra sobre Valcárcel Recuperado, Delphi y el movimiento feminista. Símbolos que llevan por bandera y otros que tratan de esconder, como el crucifijo que había en la mesa donde prometieron sus cargos, que fue desplazado por Kichi en el momento en el que recibió el acta de concejal. Desplazado pero no quitado, porque pese a que el bedel le preguntó si quería que desapareciera de la mesa, él se conformó con desplazarlo un poco.
Todos los del PP juraron, a lo que se sumó Juan Manuel Pérez Dorao, de Ciudadanos, mientras que todos los demás se decidieron por el menos religioso prometo. Y para seguir con simbolismos los textos que utilizaron cada uno de los ediles de Por Cádiz sí se Puede, donde soltaban la coletilla "prometo acatar las leyes vigentes" y después con distintas fórmulas, "hasta que sean cambiadas" o "hasta que sean más justas y sociales " entre otras. Incluso, el portavoz de Ganar Cádiz en Común incluyó "por mis convicciones republicanas". Eso sí, debajo de un inmenso cuadro del rey Felipe VI, en la primera sesión de investidura bajo su mandato. Todos ellos fueron pasando delante de los dos miembros de la mesa de edad, José Blas Fernández (PP), el mayor con 67 años, y María Romay (Por Cádiz sí se Puede), con 24. Cuando tocó tomar posesión del cargo como alcalde, Kichi ya se ciñó a la fórmula tipo.
El aplauso más prolongado de todos se lo llevó Teófila Martínez cuando recibió la medalla de concejal por parte de su compañero de partido, José Blas Fernández. Todos los grupos lo hicieron y también una buena parte del salón de plenos. Esos mismos aplausos no fueron del todo correspondidos cuando Kichi recibió el bastón de mando como alcalde de la ciudad. Con una timidez absoluta los concejales del PP recibieron el cambio en el poder y en algunos casos, como Mercedes Colombo, ni siquiera hicieron el intento. El portavoz socialista, Fran González, sí estuvo muy elegante y una vez que prometió su cargo como concejal, se acercó a Teófila Martínez para darle dos besos y posteriormente a José María González para estrecharle la mano. Y es que el socialista ha sido clave para elegir el destino de la Alcaldía.
Llegó el momento. Los concejales introducen la papeleta en la urna para elegir al próximo alcalde de la ciudad: "Doblen la papeleta por favor para que pueda entrar en la rajita de la urna", dijo José Blas Fernández, algo que hizo reír a más de uno. Después del recuento, a las 11:35 horas José María González Santos se convirtió en nuevo alcalde de la ciudad ante el entusiasmo de sus huestes, sonido que se colaba en el Salón de Plenos.
En las sillas de invitados en ese momento tan señalado, una mujer lloraba emocionada. No todos los días una madre ve a su hijo convertirse en alcalde. Milagros Santos jamás se podía imaginar que Kichi, aquel que crió en la calle María Arteaga, iba a tener la responsabilidad de dirigir los designios de la ciudad: "Sé que lo va a hacer bien. Lo conozco bien. Es mi hijo y es una persona muy buena, sincera y humilde". Milagros reconoce que durante las últimas semanas han estado muy nerviosos en su casa ante la posibilidad de que se convirtiera en alcalde y se mostró muy orgullosa de su hijo. Milagros llegó al Ayuntamiento acompañada de Teresa Rodríguez, la parlamentaria andaluza pareja del nuevo alcalde. Mientras, José María padre, siguió seguro que emocionado también el pleno de investidura a través de la televisión en su domicilio de La Viña debido a problemas de salud.
Después los discursos, los reproches en algunos momentos, las buenas palabras y las mejores intenciones, las enormes expectativas de compromisos de Kichi en sus primeros 100 días de Gobierno... Muchos de los que apostaron a que Teófila lloraría en algún momento del acto, perdieron de calle, porque aguantó el tirón. El cambio de la rubia por el moreno se había producido y en un primer momento Kichi respondió con una gran solemnidad a lo que se espera de un alcalde cuando se sienta en ese sillón histórico.
Levantó la sesión y llegaron las felicitaciones. El abrazo infinito de Milagros con su hijo, el que llegó posteriormente de Teresa Rodríguez, los de la edil saliente del PSOE Marta Meléndez con Teófila Martínez, lleno de cariño pese a que se las han tenido tiesas, o también con el propio Kichi, pero no así con el portavoz de su partido Fran González.
Y si fue un día atípico para todo también lo fue porque ahí no había demasiadas ganas de marear la perdiz y algunos tenían ganas de quitarse de enmedio. Por primera vez no hubo foto de la Corporación. Se había estado correcto en las formas, pero tampoco había que pasarse.
El gran momento de la jornada fue cuando se asomó al balcón del Ayuntamiento ante unas 2.000 personas que esperaron pacientemente a que acabara el pleno. Nunca en la historia de la ciudad se había producido una expectación como esa y Kichi correspondió ofreciendo el bastón de mando a toda la gente: "Esto es para vosotros".
Los propios integrantes de Podemos estaban estupefactos por la cantidad de gente que se había concentrado en San Juan de Dios y, por momentos, se veía la emoción en sus rostros. Algunos como David Navarro trataba de intentar adivinar cuánta gente había allí. En una esquina, los dos ediles de Ganar Cádiz, Martín Vila y Eva Tubío, también celebraban un triunfo que consideraban suyo, y se hicieron un selfie con el público de fondo.
Mientras todo eso se producía, los concejales del Partido Popular esperaban en la galería a la que se llega por la escalera principal del Ayuntamiento. Desde allí tuvieron que escuchar los cánticos a favor de Kichi e incluso los que se alegraban de la marcha de Teófila Martínez.
Kichi estaba loco por bajar a mezclarse con la gente que los esperaba abajo y también por fumarse un cigarro, pero antes tenía que cumplir con la obligación protocolaria de firmar el arqueo de las cuentas con Teófila Martínez. En la mesa en la que ha pasado tantas horas la ya ex alcaldesa y sin el plano de la ciudad que estaba debajo del cristal, ella y el nuevo regidor firmaron los únicos documentos en los que aparece la firma de la saliente y del entrante. Un hombre de izquierdas como González también es zurdo.
Quizás el momento crítico de Teófila Martínez se produjo allí, cuando explicaba a su sucesor algunos detalles del despacho municipal y en su rostro se reflejó la realidad de una despedida. Un apretón de manos sirvió para decirse adiós y la imagen distó mucho de la de hace 20 años cuando Carlos Díaz y Teófila Martínez estuvieron un rato sentados charlando sobre la ciudad. La diferencia era que el socialista no se presentó, o mejor dicho, su partido no quiso que se presentara a la reelección.
Más cariñoso fue José Blas Fernández, que sí dio un abrazo al nuevo alcalde de la ciudad, que trataba de mirar con ojos curiosos la inmensidad del despacho que a partir de ahora ocupará.
Una vez cumplida toda su tarea, Teófila Martínez y todos los que le acompañaban, incluido el delegado del Gobierno en Andalucía, Antonio Sanz, decidieron marcharse del Ayuntamiento. Ella entró como alcaldesa y salió como líder de la oposición. Pese a las recomendaciones de la Policía Local de salir por la puerta lateral, Teófila se negó a ello porque no tenía que esconderse de nada ni de nadie y salió dando la cara, pese a que ello le costó llevarse una pitada y hubo gente que mantuvo una actitud bastante agresiva hacia sus concejales, a los que gritaron en su misma cara. En un día de fiesta para ellos, sobraban esos excesos. Mejor dicho, sobran ahora y siempre.
El público que había acudido a San Juan de Dios quería a su nuevo alcalde. Por un pasillo hecho con una cadena humana salió entre el gentío y repitió algunos de los pasajes de su discurso de investidura.
Entre ellos había algunos vecinos suyos que lo conocen desde pequeño, "un chico muy humilde y sencillo pero con carácter".
De vuelta al Ayuntamiento, entre el subidón todavía no era consciente de lo que era. En el despacho de Alcaldía, curioseando los bastones de mando, José María González Santos, el viñero hijo de José María y Milagros, trataba de mentalizarse de lo que va a vivir en los próximos cuatro años. Por si acaso, para rebajar la tensión después de soltar tanta adrenalina, se fumó el pitillo que tanto anhelaba en el balcón del Ayuntamiento.
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