"Éramos un equipo de la Barriada en la élite"
Hugo Vaca. El futbolista nacido en Argentina se ha convertido en un gaditano desde que comenzara a jugar en el Cádiz CF en 1978, con Roque Olsen en el banquillo e Irigoyen en el palco
Hugo Vaca formó parte de uno de los onces más recordados por el cadismo, como fue el que consiguió el ascenso en Elche en la 80/81. Bocoya, Juan José, Hugo Vaca, Dos Santos, Amarillo, Manolito, Luque, Pepe Mejías, Zúñiga, Mané y Choquet... En el Bar Gol repasa su trayectoria a la espera de que el Cádiz consiga el ascenso a Segunda.
-¿Cómo se adapta un argentino a la ciudad y se queda a vivir en ella?
-Llegué en agosto de 1978. Cuando entré en la ciudad y vi esa avenida, ese paseo, el agua del mar y todas estas cosas dije que dónde había que firmar. Te puedo decir que me incorporé a Cádiz y me sentí en mi casa desde el primer minuto. Tuve la gran suerte de que también coincidí aquí con Hugo Módigo, que venía cedido por el Sevilla y fue compañero mío y amigo en Belgrano. Estuvimos juntos y alquilamos un apartamento en el Atlántico 4. También tuve la suerte de que la gente de Cádiz me ayudó muchísimo. Con Ricardo Ibáñez, que yo no lo sabía, pero me enteré con posterioridad que yo venía a ocupar su sitio. Sin embargo, Ricardo se portó como un señor. Muy pronto hice migas con Chico Linares, Pepe Mejías, Juan José, Paco Baena, Mané, Bocoya... Me fui adaptando y me fui impregnando de la idiosincrasia de los gaditanos. Con Luque más adelante, cuando empezó a final de temporada con el primer equipo al venir del juvenil, íbamos a casa de su madre allá en la calle Paraguay, 7. Íbamos a comer el pescaíto frito al Bar Ramón, enfrente del Cine Caleta. Después íbamos a Casa Orozco. Yo me considero viñero porque me he criado en Cádiz en el barrio de La Viña, aunque tenía mi casa en Puertatierra, porque siempre he vivido en el barrio de La Laguna. Hacíamos la vida social en La Viña.
-¿Tuvo mucho que ver que era una plantilla muy arraigada en la ciudad?
-Eso ha cambiado. Ahora los chicos tienen familia y prefieren vivir en El Puerto, Puerto Real o San Fernando, donde haya chalets adosados para los niños y para tener más calidad de vida. Pero calidad de vida era la que teníamos nosotros, que lo pasábamos de lujo. Sí es verdad que cuando venías al Cádiz tenías que vivir en Cádiz. Lo obligaba el club e, incluso, para salir de la ciudad teníamos que pedir permiso. Estabas todo el día aquí y convivíamos con toda la gente de Cádiz. Cuando perdías un partido, te costaba salir a la calle para que la gente no te metiera la bronca.
-¿Se pensó mucho el salto a España?
-No le di ninguna vuelta. Fue decirme Piruchito Mas -exdirectivo de Belgrano- que me viniera y esa tarde fui a hablar con el representante. El tío de los representantes de los hermanos Kandalaft era Llamil Simes, un exjugador importantísimo en Argentina, que fue el que me sacó cuando debuté en Primera División. Roque Olsen también tenía contacto con estos representantes y les ofreció venir. A mí me dijeron que yo estaba vendido, pero cuando llegué aquí me dijeron que tenía que estar a prueba. El que más apostó por mí después del partido de presentación fue Manuel Irigoyen.
-¿Había que saber manejar a Irigoyen?
-Él fue mi padre deportivo. Él se comportó como un padre. Yo tuve problemas con Irigoyen porque, en esa época, Irigoyen, con muy buena visión de futuro para el Cádiz, quería tener peso en la Federación. Hubo un choque de intereses porque yo era el portavoz del equipo, era el representante de AFE en el equipo y había promovido una huelga -en la temporada 81/82- porque no nos hacían caso y ahí hubo un enfrentamiento. Él, que me tenía considerado como un hijo, al año siguiente le dijo a Milosevic que no contara conmigo aunque me retuvieron con la cláusula del 10% de retención que había en esos momentos. En la 82/83 jugué solo dos partidos contra el Linares y contra el Xerez y se empataron los dos. Ascendimos a Primera División, pero ese ascenso no lo considero como mío porque estuve totalmente marginado. Luego, las cosas volvieron a encauzarse cuando volví en el año 87 con Manuel Irigoyen como presidente.
-El ascenso que sí debe considerar suyo es el de Elche.
-Sí. Al principio de la temporada se fueron muchos referentes de la plantilla, como Santamaría, Cuiñas, Ramón Blanco, Román, Ricardo Ibáñez, Hugo Módigo, Caro... salieron todos los chicos de la cantera y solo vinieron Choquet del Xerez y poco más. Después vinieron dos extranjeros que no tuvieron mucha participación, como fueron Djordjevic y Lalovic. El ascenso sí lo considero totalmente mío porque yo jugué 37 de los 38 partidos. Éramos una familia de gaditanos. Se puede decir que era un equipo de la barriada de La Paz que estaba compitiendo en la élite.
-Milosevic tomó una decisión importante en su carrera, que fue ponerle en la defensa.
-Eso pasó al principio de la temporada en Puerto Real. Cuando estábamos entrenando se lesionó Hermida, un chico de Rota, y Djordjevic. Empecé a jugar de central, lo vio Milosevic y jugamos un partido de pretemporada con el Puerto Real. Le gustó cómo lo hice y a partir de ahí empecé a jugar de líbero.
-¿En los campos de los años 80 había más presión ambiental que ahora?
-La verdad es que no eran campos muy complicados. Recuerdo que a mi me decían indio por el pelo largo y por venir de Argentina. Ahora parece que cuando te dicen cualquier cosa hay que parar el partido. El partido más importante de mi historia fue en Elche, donde 65.000 personas estaban allí con el Elche y no hubo el más mínimo incidente. La afición alentó mucho al equipo, pero el comportamiento de la afición fue ejemplar.
-¿Qué recuerdos tiene de ese partido?
-Nosotros llegábamos sin ningún tipo de carga. Esa plantilla, cuando empezó, nadie daba un duro por ella. Es más, creo que no hay ni una foto del principio de la temporada. La opinión general era que descendíamos porque era una plantilla muy joven.
El Elche tenía un equipazo y le bastaba nada más que con el empate. Creo que la clave fue el mal planteamiento de Evaristo Carrió, que nos regaló el campo. Salió a buscar el empate. Evaristo Carrió dejó después en duda que se habían vendido algunos jugadores. Decía que Hugo Vaca tiraba del medio campo, como una sorpresa para él, cuando yo ese año metí todos los goles desde 30 o 35 metros. Contra el Real Oviedo, con el Levante, a la semana siguiente con el Atlético Madrileño... Era mi característica. Aparte, acusó al portero Campos cuando a mí me saca un balón con el 1-1 en el minuto 35, una falta de 30 metros que me la sacó del ángulo. Si ese portero hubiera estado vendido, la tenía fácil para dejarla pasar.
-Los dos descensos seguidos como secretario técnico tuvieron que ser su peor experiencia.
-El descenso de Primera a Segunda no fue demasiado traumático porque siempre estaba viviendo el Cádiz en la cuerda floja. Era un equipo que estaba tres escalones por debajo del último equipo de la tabla en cuanto a presupuesto. Todos los años vendíamos al mejor jugador que teníamos: Francis al Español, Villa al Málaga, Calderón al Mallorca, Cortijo al Sevilla, José al Mallorca. El último año se van Kiko, Quevedo y Arteaga. Al principio estaba José Luis Romero, que creo que fue un error contratarlo y, luego, Ramón Blanco no pudo reconducir la nave y descendimos jugando con el Coruña.
El de a Segunda B ya vino con la SAD, el grupo de Jesús Gil se hizo cargo del equipo. Vino Colin Addison y nos habían prometido que volvía Tilico, a Miguel Ángel Benítez, Iordanov, el Tato Abadía... Nos prometieron que íbamos a hacer una plantilla competitiva y al final no vino nadie. Después trajeron a José Antonio Naya, que creo que fue el error más grande que cometieron y el causante del descenso.
-Ahora que es un profesional de los medios de comunicación, ¿entiende las críticas?
-No creo que ningún futbolista acepte bien una crítica porque siempre nos gustan más los elogios, pero las críticas te hacen más fuerte. A mí me dicen que soy muy light. No es que sea light, sino que yo intento argumentar el porqué de algo. Entonces, yo, cuando un futbolista tiene una mala acción, intento explicar el porqué, porque posiblemente esa acción no venga producto del propio fallo suyo, sino de un fallo colectivo. Me gusta más recalcar lo que se hace bien que señalar lo que se hace mal.
-¿Qué echa de menos de Argentina?
-Lamentablemente pocas cosas porque mis padres han fallecido estando yo aquí. Tengo un hermano gemelo allá, por lo cual tengo una representación. Tuve la oportunidad después de 15 años de viajar hace un año y hay muchas cosas que no me gustan. Echo de menos a los amigos, comerme un buen asado, pero, lamentablemente, la situación del país no me invita a tener demasiada nostalgia. Quiero una Argentina que sea próspera y feliz. Los valores sociales están degradados totalmente.
-¿Cómo ve el playoff?
Era el rival que nadie quería. Eso es indiscutible por el potencial que tiene y por todo. Es exactamente igual lo que pensarán en Oviedo. La eliminatoria está al 50%. Me gusta cómo se está llevando el tema del respeto entre las aficiones. Las dos deberían estar el año que viene en Segunda División.
-¿Cuál va a ser la clave?
No se va a definir este domingo -por hoy-. La suerte estará echada aquí en el Carranza.
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