La Explosión de Cádiz de 1947: el patrimonio perdido
Tribuna de Historia
El autor indaga en la desaparición de una escultura de La Roldana, ‘La Magdalena sostenida por un ángel’, que estaba en la Casa Cuna de Rosario Cepeda y no se llevó a Tolosa Latour
Actos para conmemorar el 77 aniversario de la Explosión de Cádiz
Al conmemorarse el setenta y siete aniversario de la Explosión de Cádiz de 1947 quedan al día de hoy algunos cabos sin atar y, por tanto, nos faltan datos que den unicidad a la tragedia y a los hechos acaecidos. Unos, por no ahondar en evidentes datos silenciados por las administraciones implicadas y otros, aunque de menor importancia, por miedos al día de hoy en hechos que deberían de estar del todo finiquitados al igual que nuestra Guerra Civil, pero ésa es otra historia que incluso a día de hoy se le siguen sacando partido en ciertos sectores de nuestra sociedad.
Siempre me ha llamado la atención lo ocurrido en la detonación accidental en la noche del 18 de agosto del año 1947 de unos depósitos de explosivos de la Armada almacenados en Cádiz. Restos de explosivos de nuestra pasada contienda, con múltiples advertencias de su peligrosidad y el caso omiso y continuado que inevitablemente llevó a la tragedia.
Pero dejando apartado estos datos interesantes y colocando en primer lugar , por supuesto, el interés de pérdidas humanas ante todo, mi atención en esta pequeña aproximación se centra en el traslado años antes de la Casa de Expósito o Casa Cuna desde la céntrica calle Rosario Cepeda a la nueva ubicación cercana a los polvorines de las minas almacenadas. Calle Rosario Cepeda que comprende el tramo que va desde Sacramento y Hospital de Mujeres, en la que los edificios hoy con los números 17 y 19 existió la Casa de Expósitos con orígenes contrastados desde el siglo XVII.
Dado los avatares y el devenir de nuestra historia los espacios quedaron obsoletos, con el consiguiente traslado a zonas más libres y aireadas como Tolosa Latour. Tras la explosión en 1947 se vuelve a Rosario Cepeda, edificio que tendría otros usos, manteniéndose la actividad hasta 1956, fecha en la que es desalojado por ruina.
Como menciona en su blog ‘La azotea de Cádiz’ Manolo Devesa, se convierte en Hogar Provincial de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro e incluso en Hogar Femenino de FET de la JONS.
La permanente y acertada exposición sobre la Explosión de 1947 en el Castillo de Santa Catalina, con aportes fundamentales de José Antonio Aparicio, autor a la vez de La noche trágica de Cádiz con documentación inédita de la Armada, nos centra en el tema que nos ocupa.
Al ser un enamorado de nuestra Historia y sobre todo del Arte de nuestra ciudad, siempre me llamó la atención la pérdida de una de las obras fundamentales de la escultora Luisa Ignacia Roldán de Villavicencio, hija del célebre escultor barroco Pedro Roldán, conocida como la Roldana, realizada para Cádiz ; ‘La Magdalena sostenida por un ángel’ que presidía altar mayor de la capilla del Expósito estando en la calle Rosario Cepeda; obra que recoge Aristides Pongillioni en su Crónica del Viaje de SS.MM. a las provincias de Andalucia en 1862–1863, donde se cita pormenorizadamente dicha visita al centro que nos ocupa.
En concreto, se detalla en los capítulos XXXIII y XXXIV, dedicados a la visita a las iglesias y establecimientos de Beneficencia. Y relata así el autor:
“Llegaron a la Casa de espósito donde fueron recibidos por el Sr. Gobernador Civil, Junta Provincial de Beneficiencia , diputados provinciales y Señoras de la Junta protectora y conservadora de maternidad y espósitos.
Los regios viajeros entraron primero en la capilla, donde pudieron admirar el grupo del ángel sosteniendo en sus brazos a la Magdalena moribunda, soberbia escultura de la célebre doña Luisa Roldán. Después visitaron el establecimiento, cuyo buen orden revela el incesante cuídado de las Señoras de la Junta”.
Enrique Romero Torres, en su Catálogo Monumental de España Provincia de Cádiz 1908–1909 editado en 1936 menciona también tan acreditada obra. “Tiene una pequeña capilla , en cuyo altar mayor hay una bonita imagen de la Magdalena en agonía, sostenida por un ángel. Se atribuye este grupo escultórico a Dña. Luisa Roldán, conocida por la Roldana”.
En el Catálogo de Andalucía Barroca, editado por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía en 2007, en su apartado de Cádiz y la Roldana, los historiadores Lorenzo Alonso de la Sierra y Francisco Espinosa de los Monteros también hacen alusión a la obra. María Victoria García Olloqui, con la que tuve la ocasión de contrastar una cabeza de dolorosa de corte académico aparecida en un taller de restauración próximo a la mencionada Casa Cuna, la recoge en su obra La Roldana editada por Gudalquivir Ediciones en el año 2000.
Recientemente, la historiadora australiana Catherine Hall-Van den Elsen en su publicación Fuerza e intimismo: Luisa Roldán, Escultora ( 1652-1706 ) (Biblioteca de Histora del Arte. Consejo Superios de Investigaciones Científicos), se hace eco de tan reconocida obra.
En la exposición permanente sobre la Explosión de 1947 en el Castillo de Santa Catalina ya mencionada no deja de ser curioso ante las imágenes de la destrucción en casi su totalidad de los centros Casa Cuna y cercano Sanatorio, de esculturas entre otros objetos expuestos como un Sagrado Corazón en terracota y un Crucificado de mesa de altar con más que evidentes rasgos con vinculación evidente a la obra de la Roldana.
En Cádiz hay testimonios de que la Magdalena presidía el altar mayor de la capilla de la calle Rosario Cepeda, pero no de que se llevara a la nueva sede de Tolosa Latour. Y si se trasladó, sería a la Casa Cuna o más bien a la capilla del Sanatorio, edificio cercano y con una capilla de mayores proporciones.
Pero al día de hoy quedan tan solo suposiciones al no existir documentos que lo acrediten. En conversaciones mantenidas con una hermana de la Caridad que atendía por aquellos años mencionados centros, es curioso que no recuerda nada de tan llamativa obra alabada por eruditos e historiadores.
Sin embargo, sí hemos podido mantener varias conversaciones con un testigo que vivió hasta un año anterior al siniestro en un pequeño chalet frente a la nombrada Casa Cuna. Se trata de Concepción de Porres Sarmiento, hija del capitán Enrique de Porres Fajardo, militar y periodista que fue represaliado siendo secretario del alcalde de Sanlúcar, ya que con gran espíritu solidario defendió con valentía unos salarios más justos para los jornaleros preservando sus derechos y siendo fusilado el 19 de agosto de 1936. Militar de intachable conducta con amplia conexión con Ramón Franco Bahamonde, también militar, aviador y político. Existen cartas entre ambos personajes a las que hemos podido acceder.
Doña Concha de Porres recuerda cómo su madre y dada la cercanía entre la casa que habitaban y la Casa de Expósitos, la enviaba a cortar flores de su jardín y llevarlas a la pequeña capilla del inmueble. Recuerda el reducido espacio de su interior así como un Crucificado y una Milagrosa, no mencionando para nada la que indudablemente sería llamativa talla de la Magdalena, en una posición tétrica y llamativa para una niña de diez años.
Todo ello plantea la más que probable posibilidad de que la obra de la Roldana no saliera de su primitiva ubicación del centro de Cádiz. Que permaneciera expuesta al seguir el centro con otras actividades y, por supuesto, con la atenta mirada de los que sabían de su valor artístico.
Queda, pues, esta pequeña reseña de un hecho al día de hoy pendiente de esclarecer con descubrimientos aún, como el recientemente encontrado por el amigo e historiador Juan Antonio Fierro Cubiellas de una publicación –Biblioteca del Artista Pintor por el Excmo. E. Ilmo Sr. Don Cayetano del Toro y Quartiellers. Doctor en Medicina y Cirugía y Expresidente de la Academia de Bellas Artes de Cádiz. Tomo II. Biblioteca Municipal José Celestino Mutis. Cádiz. Cádiz Tipográfica Gaditana de Francisco Rodríguez de Silva 1902– con aporte fotográfico de la existencia de frescos decorando la pequeña capilla.
Podemos terminar primero anotando que una obra descrita por su excelente factura a lo largo de nuestra historia tendría un seguimiento cercano por parte de historiadores y eruditos, sin faltar especuladores. Antonio Muñoz Molina nos recuerda en Los últimos testigos: “El pasado se inunda muy fácilmente de desconocimiento y de mentiras. Una comunidad civilizada se basa en gran medida en una conversación entre los vivos y los muertos. Nuestra tarea es atestiguar lo que hemos visto con nuestros propios ojos, incluso cuando parezca que nadie está interesado, y también contar lo que nuestros mayores nos contaron, lo que de otro modo no habría dejado huella en el relato de la Historia”. Con el convencimiento, a la vez, de lo que menciona el evangelista Marcos (4, 22): “Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado, ni escondido, que no haya de salir a la luz”.
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