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Exposición comercial de Cádiz 1897

HISTORIAS DE CÁDIZ

Noche de fiesta en agosto

Los establecimientos de la ciudad lucieron en sus escaparates un amplio muestrario de sus productos

Tablaos en las plazas para la música y el baile

El Eco de París, en la calle Ancha, fue uno de los establecimientos participantes en la fiesta / Archivo

El verano de 1897 estuvo repleto de festejos y atractivos para gaditanos y forasteros. La situación de la ciudad era aún boyante. Cuba, Puerto Rico y Filipinas seguían siendo españolas y hasta Cádiz llegaban numerosos barcos repletos de mercancías para toda la península. El alcalde de Cádiz, Benito Arrollo Gil y su equipo de concejales, auxiliados por el Círculo Mercantil e Industrial, programaron un apretado programa de actividades para ese verano de 1897.

Además de la inauguración del alumbrado en la plaza de Mina y de un festival marítimo, ya relatados en estas mismas páginas, hubo corridas de toros, carreras de velocípedos, regatas, bailes populares, conciertos y, sobre todo, una magnífica edición de la Velada de los Ángeles. Más de veinte mil forasteros se calcula que llegaron ese verano a Cádiz para tomar parte o presenciar los festejos y actividades organizadas.

En esos años estaban de moda los llamados trenes botijo, es decir, trenes especiales dispuestos para una determinada ocasión y que llegaban repletos de público con billetes adquiridos a módicos precios.

Un atractivo singular de ese verano fue la Exposición del Comercio de Cádiz celebrada en la tarde noche del 15 de agosto de 1897. Atendiendo a la invitación, gran parte de los comercios gaditanos decoraron sus escaparates con los mejores productos y utilizando la luz eléctrica, de la que aún no disponían la mayoría de los domicilios gaditanos.

El municipio contribuyó a la fiesta del Comercio adornando las principales calles de la población, como Columela, San Francisco y Ancha, donde se reunían las casas comerciales de mayor prestigio. También fueron colocados varios templetes en San Juan de Dios, plaza de Mina y San Antonio para oír los conciertos programados para la ocasión con las bandas de música existentes entonces en Cádiz y entre las que destacaban las bandas de los Regimientos militares que fueron cedidas por el gobernador militar. Entre las actuaciones figuró la comparsa del ya conocido por todos Antonio Rodríguez 'El Tío de la Tiza' y otros grupos de Carnaval.

El comercio gaditano gozaba entonces de fama en toda España puesto que, como señalamos anteriormente, gran parte de los productos enviados desde Cuba, Puerto Rico o Filipinas a la península tenían entrada por el muelle de Cádiz y desde aquí se procedía a la distribución por toda la península.

Entre las calles que destacaron en la fiesta del Comercio estuvo en primer lugar la calle Ancha, siempre centro de la ciudad. A ello contribuyeron los vecinos de la misma, que decoraron balcones y ventanas para la ocasión. Destacaron las iluminaciones eléctricas del domicilio de Quiñones y el de la viuda de Lizaur.

En esta calle Ancha llamaron la atención los establecimientos de ropa La Imperial y, sobre todo, El Eco de París, con riquísimo muestrario decorado con sedas, flores y plumas. También en esta calle la juguetería de Bocanegra y la tienda de muebles de Martínez y hermanos, el almacén de útiles de escritorio de lujo de Cabello y Luzón y el depósito de vinos de Ruiz Barreto. También en Ancha la joyería Mexía, que presentó un escaparate repleto de brillantes, perlas y otras piedras preciosas de gran mérito y valor.

La zapatería de la viuda de Baz y las camiserías de la viuda de González y de Marín, La Cervecería Inglesa y la selecta confitería de Luege presentaban alumbrado extraordinario de elegante aspecto.

En la calle Sagasta, la fábrica de féretros Nuestra Señora del Pilar, de Sahagún, y la casa de la Cooperativa de Obreros de la Trasatlántica. Esta casa lucía iluminación en todos sus balcones y desde la azotea colgaban adornos variados. En el patio de la casa se colocaron utensilios propios de la navegación.

También en Sagasta, varios ultramarinos, como el de Elías, ofrecían en sus escaparates artículos y coloniales; la tienda de calzados de la Rosa, con numeroso material, y la tienda Tovía con multitud de efectos japoneses con original decoración.

El gremio de ultramarinos y coloniales, como La Predilecta, también estuvo presente en la muestra. / D.C.

En la calle Columela eran varios los comercios que destacaron notablemente. Citamos el Bazar de la Unión y la Sucursal del Bazar Inglés y el depósito de vinos de Ruiz de Mier. También en Columela, la tienda de camas El Candado, el establecimiento de muebles de Quijano, la tienda de estampas y molduras de Roquero y la tienda de las máquinas de coser Singer.

En el refino de la calle San Francisco vimos a dos muñecas de gran tamaño luciendo unos preciosos trajes de gala con mantillas de encaje.

Ya en la calle Nueva, que había sido decorada por los propios comerciantes, encontramos las tiendas de ropa La Realización, de Lahera, y la casa de Moreno y Quintana, con existencias textiles de mucho gusto.

En San Francisco destacaban la sombrerería de Ramazo, la ferretería de Barra, la librería de Morilla, la sastrería de la viuda de Plácido Verde y la tienda de ropas El Siglo XX.

En otros puntos de la ciudad, como Candelaria también había establecimientos de exquisita decoración. Debemos citar al restaurante La Plata que con bombillas de colores lucía un cartel de “Viva España”.

Fue la del Comercio una fiesta que se prolongó hasta bien entrada la noche, cuando salió el último tren repleto de forasteros.

El verano siguiente fue completamente distinto al de 1897. España perdió Filipinas, Cuba y Puerto Rico y la guerra contra los Estados Unidos hizo que la población gaditana tuviera el temor de ser bombardeada por la escuadra yanqui.

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