El fantasma de LENINGRADO
Entre los grandes proyectos cinematográficos que nunca se rodaron se encuentra el 'Leningrado' de Sergio Leone, del que tan sólo se conoce a ciencia cierta el proyecto de una fantástica secuencia inicial
El film se abre con una orquesta ensayando en un teatro. Al terminar, la cámara se centra en uno de los músicos, que mete su instrumento en su estuche y se dirige a la calle. Empieza a caminar por ella, y vemos que la ciudad por donde se mueve está arrasada. Pasa un tranvía y lo coge al vuelo. Mientras el vehículo sigue su trayecto, seguimos comprobando la destrucción. El tranvía llega a la estación final y el músico sigue caminando unos metros. Entra en un humilde edificio y sube unas escaleras, accediendo a uno de los pisos. Allí se encuentra con una mujer que lo abraza. La cámara los deja en un momento tan íntimo y se dirige a una ventana, mostrando una visión aterradora. Un río, en cuya orilla opuesta se concentran 1.500 panzers alemanes.
Esta espectacular secuencia, que se iba a rodar en una sola toma, en un travelling que podía dejar en mantillas la célebre secuencia inicial de Sed de mal, iba a ser el arranque de Leningrado, el frustrado proyecto de Sergio Leone que podía haber rematado de forma mayestática su sorprendente carrera. La década de los 60 fue rica en prodigios artísticos, pero medio siglo después solo hay dos que se mantienen. Los Beatles y Sergio Leone, que avanzaron en poco tiempo varias vidas profesionales. Si los chicos de Liverpool pasaron en escasos años del Yeah, Yeah al Sargent's Peppers, el cineasta italiano fue de un film destinado a los programas dobles como Por un puñado de dólares a una obra maestra de la complejidad y riqueza de Hasta que llegó su hora, con otros dos spaghetti western en medio tan solo. Pero los Beatles tuvieron más suerte crítica en su época, puesto que todo el mundo entendió entonces la revolución que significaban, mientras que Leone tuvo que esperar su turno largos años. En su momento, se le consideró un maestro del cine de barrio, aplastado por la dura competencia de sus compatriotas Fellini, Visconti, Pasolini, Antonioni, etc. Sin embargo la historia acaba haciendo justicia, y muchos de estos nombres son considerados hoy en día mitos de papel, mientras que Leone es uno de los más influyentes cineastas, y no sólo porque Tarantino lo piratee. Y eso que en Hollywood nunca le perdonaron del todo que les derrotase en su género más íntimo, el Western.
La curiosa historia de Leningrado demuestra tanto el grado de prestigio al que había llegado Leone en los 80 y su habilidad como encantador de serpientes. Y es que empezó a poner en pie el proyecto sin haber escrito ni una línea de guión. Se limitaba a contarle a todo el mundo la secuencia inicial y que quería a Robert De Niro, con el que había trabajado en Érase una vez en América, como protagonista, en el papel de un fotógrafo americano que se quedaba atrapado en el duro sitio de Leningrado, actual San Petersburgo. Cuando los nazis invadieron la Unión Soviética en 1941, la antigua capital de los zares quedó aislada durante 900 días por el ejército alemán. El asedio fue terrorífico, pues la falta de suministros llevó a la muerte a muchos de los habitantes, junto con unas privaciones insufribles, llegándose al canibalismo. Es curioso que el cine soviético, que tras la Gran Guerra Patriótica como llamaban al segundo conflicto mundial cantó las glorias del Ejército Rojo en batallas como Stalingrado, Jarkov o Berlín, nunca tocó el asedio de Leningrado, como si fuese imposible extraer la necesaria épica de un episodio tan cruel.
Leone iba a llenar ese hueco. Mientras terminaba Érase una vez en América leyó el libro que el periodista estadounidense Harrison Salisbury dedicó a narrar el sitio de Leningrado, y decidió que allí había un gran film. Pero fue extraño como lo gestionó. Sin escribir un guión, contándole a todo el mundo la escena inicial y recaudando dinero con tan pocos mimbres. Christopher Frayling, que lo frecuentó los últimos años de su vida y escribió su imprescindible biografía, Nada que ver con la muerte, creía que en realidad Leone no quería hacerlo. Era una especie de fantasía, pero los hechos estaban en contra. El cineasta se hallaba muy enfermo, por culpa de una obesidad que no se cuidaba a pesar de los consejos médicos, y no parecía estar en forma para afrontar un rodaje tan difícil para el que no era capaz de escribir ni un borrador de guión. Además iba a ser un film muy caro. Lo de los 1.500 panzers era una baladronada, pues en una época sin ordenadores iba a ser imposible recrearlos. Además, si los nazis hubiesen tenido tantos tanques en ese frente la ciudad, en cuyo asedio tomó parte por cierto en algún momento la española División Azul, Leningrado hubiese caído para afrontar el triste destino que le tenía reservado Hitler: ser dinamitada hasta los cimientos.
El caso es que Leone consiguió con su labia y sin ningún papel que financieros independientes apalabrasen la considerable suma de 100 millones de dólares para producirlo, además de haber conseguido el concurso de una productora soviética. Pero el contrato especificaba que el film se rodaría en algún momento de 1990, una fecha muy vaga para un proyecto tan caro. Entonces la obesidad de Leone se cobró su tributo. En abril de 1989, dos días antes de firmar el contrato, y con 60 escasos años, moría de problemas cardiovasculares. Si se hubiese puesto las pilas con Leningrado o si Frayling tenía razón y todo era una mascarada quedó en el aire. En 2003 surgió la noticia de que otro cineasta italiano, Giuseppe Tornatore, había heredado el proyecto, incluso hablándose de Nicole Kidman como la chica de la película. Pero hasta la fecha, el asedio de Leningrado sigue esperando su oportunidad en la gran pantalla. No obstante, hubiese sido curioso comprobar como Leone hubiese afrontado un reto nuevo en su carrera, alejándose la reinvención de la mítica estadounidense que le había dado su éxito para meterse en una tragedia europea sin conexión con el resto de su obra.
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