El fantasma de Tino visita por las noches su taberna de Cádiz

Una trabajadora de la taberna afirma haber visto de noche a uno de los fundadores de este establecimiento de la calle la Rosa, en pleno corazón de La Viña

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Dicen que el fantasma de Tino visita por las noches su taberna de Cádiz / Julio González

No es un decir. Eva Zamorano, la mujer de Tino y actuales propietarios de la taberna Casa Tino, de la calle la Rosa, da fe de un testimonio que podría quitar el sueño a más de uno.

“Tengo a una chica que viene a limpiar la cocina por la noche. Los cocineros terminan y se van y ella llega sobre las cuatro de la mañana”, cuenta esta diseñadora gaditana. “Pero hubo un día que me preguntó que quién era un señor con un mandil que le llegaba hasta los pies. Es que hay noches que llego y lo veo sentado siempre en el mismo sitio, lo saludo y no me responde. Sólo la mira al pasar y al cabo de un ratito ve que se levanta y que se va siempre al cuarto de baño y ya no se le vuelve a ver”.

“Pero es que ella no conocía a mi suegro ni sabía nada de lo del mandil y, tal y como lo describe, no puede ser otro que el padre de Tino, mi marido”.

Con la Virgen del Rocío

Las paredes de la taberna tienen enmarcada la historia del lugar y, justo enfrente, una pequeña imagen de la Virgen del Rocío a la que la señora Patro, conocida bailaora y empresaria circense del barrio de La Viña, acude todos los días para echarle una oraciones. “No me puede faltar. Y si, por lo que sea, Tino tiene cerrado, le rezo desde la puerta de la calle”, cuenta la mismísima Patro después de rezarle a la virgencita que guarda la entrada al local.

Son 75 años de historias que sólo conocen esas cuatro paredes. El Tino que ahora regenta la taberna de la calle la Rosa lleva ya allí 42 de los 56 años que tiene. Llegó allí con 15 años, recién salido del colegio Valcárcel. “Mi padre lo que quería era mano de obra barata. Tuve cuatro hermanas mayores pero como que mi padre no era mucho de meter mujeres en el bar, así que fui elprimer varón y me y tocó”, recuerda Tino, que no niega que le habría gustado haber estudiado algo más. “Pero está claro. Mi padre me puso en la mano 20.000 de las antiguas y con ese dinero, con 15 años yo era el rey del mambo”.

El local abrió en 1948 y al principio fue el bar Celta. “Mi padre abría a las cuatro y media de la mañana y cerraba a las dos de la mañana. El vendía aquí hasta hortalidones”. La tienda se le llenaba al ritmo de los turnos de Astilleros, Tabacalera. “Pero la cosa ha cambiado mucho”, según Tino.

De su suegro, Eva Zamorano dice tener muy buenos recuerdos: “De él aprendí eso de que el ojo del amo engorda al caballo. Él siempre estaba en la barra controlando el negocio y veía entrar al cliente y ya le estaba diciendo a mi marido venga, hombre, sírvele.... Espera papá que me quite el chaquetón. No. venga que se va...”. “Era un profesional”, afirma de manera rotunda la diseñadora gaditana que guarda otro hueco en su corazón para su abuela, cocinera de los Flechas Navales, que “apareció milagrosamente también para quedarse”. /J. Benítez

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