Los fantasmas del Pópulo
Cádiz Oculto
El barrio más antiguo de Cádiz no se libra de misterios y supuestas apariciones: el callejón del Duende, la Casa del Obispo, el Pay Pay...
Que en Cádiz se vean fantasmas por todas partes es algo que ya no pongo en duda. Otra cosa es que estas apariciones sean reales. He comentado en diversas ocasiones que las personas a las que entrevisto suelen creer que lo que han experimentado tiene relación con el más allá, pero que, de ahí a que lo sea, hay un largo trecho. Nos encantaría, nunca mejor dicho, que puedan ser verídicas, porque de alguna manera nos tranquilizaría saber que hay un otro lado, aunque a priori nos cause espanto. En cualquier caso, una ciudad como Cádiz no puede dejar de manifestar su antigüedad a través de esos fenómenos inexplicables (o quizá no tan inexplicables) que se desprenden por doquier de sus viejas piedras. Por eso, el barrio más antiguo, el Pópulo, no se priva de estos misterios que tanto nos gustan a algunos.
La más popular de las leyendas del Pópulo es bien célebre y nos sitúa en el callejón del Duende, donde, según creencia popular, en el siglo XIX se vivió un romance imposible entre una gaditana y un soldado francés de los que asediaban la ciudad. Cuando los vecinos descubrieron tal ultraje, el invasor fue asesinado y a la muchacha se le quebró el corazón. Aún se dice que se ve a la pareja de enamorados, o al menos sus sombras en eterno abrazo, en ese angosto callejón hoy intransitable y decorado para regocijo del visitante. Existe otro lugar espectral en el Pópulo algo conocido y con unas raíces que penetran en la historia hasta la época fenicia y romana, pero no hablamos del teatro que yace casi por completo en el subsuelo, sino de la Casa del Obispo, en la plaza de Fray Félix, enclave por desgracia clausurado. El conjunto arqueológico lo abrió al público Monumentos Alavista en 2006 y es a partir de entonces cuando se suceden allí presuntos fenómenos paranormales de los que se hicieron eco algunos espacios de divulgación paranormal. Las cámaras de seguridad y los dispositivos lumínicos registraron alteraciones anómalas e incluso supuestas figuras humanas. Hay quien identificó una de ellas con un fenicio allí sepultado.
Aparte del callejón del Duende y de la Casa del Obispo, y dejando a un lado las presuntas manifestaciones del Ayuntamiento y del hospital de San Juan de Dios, a cuyas espaldas queda el Pópulo (ya le dedicaremos un apartado exclusivo más adelante), existen otras dos historias apenas divulgadas: en el Pay-Pay y en una finca particular cuyo número evitaré para no asustar a nadie y evitar la presencia de curiosos.
De la primera me hice eco en exclusiva en las páginas de Cádiz oculto 3 y tiene como protagonista al posible fantasma de una antigua artista. ¿Dónde puede manifestarse un espectro tan singular si no es en el Café Teatro Pay-Pay? En este local, tanto algunos empleados como su gerente, Paloma, me contaron cómo han oído taconeos en el escenario o asistieron al pánico de un grupo de artistas que salieron corriendo del camerino porque algo o alguien que no veían había arrojado sus papeles. Al espectro, muy profesional, no le agradaba la trifulca en la que las mujeres estaban enzarzadas. Un día le prepararon un cubata y Marta, que así la han bautizado en el Pay-Pay, se lo bebió. Noniná. Un fantasma con su gracia. Bastante más, al menos, que el que viene a continuación.
La segunda historia, como dije más arriba. se sitúa en una casa de vecinos. En la casapuerta, o en una de sus macetillas, había, o sigue habiendo (en una próxima incursión al Pópulo tengo que corroborarlo), unas lozas negras que desentonaban con el resto del suelo. El culpable de esta peculiaridad es bastante tenebroso: el fantasma de un monje de negro se pasea por ellas y las deja marcadas ¿con su alma oscura? ¿El espíritu de un religioso que murió en pecado o un ente maligno que se hace pasar por cura? No se sabe… Es otra de las leyendas, en este caso minúscula, de este barrio medieval que también encierra entuertos de piratas (con la Posada del Mesón como marco) y crímenes horrendos (se dice que el cadáver del niño Juan Páez yace en la catedral vieja).
Relatos de los que no queremos acordarnos cuando disfrutamos en alguna de las terrazas que hoy dan vida a las calles del Pópulo, pero que están ahí, aunque los ignoremos, hasta que surgen como un susurro espectral que nos despierta en la noche.
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